La Casa de los Exorcismos.

A finales del siglo XIX, entre 1890 y 1893, el gran poeta y sacerdote catalán Mossèn Cinto Jacint Verdaguer, participó en numerosos exorcismos que lo marcaron profundamente a él y su obra a partir de entonces. Estos exorcismos se realizaban en un pequeño piso de la ciudad de Barcelona, propiedad de la Diócesis de Barcelona, con el fin de ayudar a sanar a las personas más pobres y vulnerables en un tiempo en el que la Iglesia, estaba convencida de que debía afrontar una epidemia de posesiones demoníacas. A esta casa, a la que los religiosos denominaban “La Casa de Oración”, pronto sería descrita como “La Casa de los Exorcismos”.


Situada en el cuarto piso del número 7 de la calle Mirallers de Barcelona, en pleno Barrio del Born, Jacint Verdaguer llegaría interesado por el trabajo y prácticas que en aquel lugar de la capital catalana se realizaban para combatir el mal. Acompañado de Joaquim Pinyol, un místico carmelita catalán, que colaboraría con Verdaguer en los exorcismos y que sería la figura que le daría a conocer la ubicación de la Casa de Oración y lo convencería para trabajar en ella, terminaría por implicarse de tal manera, que cambiaria su vida para siempre.



En todos aquellos exorcismos que lideró Verdaguer, entonces considerado el mejor exorcista de la Ciudad Condal, se ocupó de documentar cada pequeño detalle por minucioso que fuera en su libreta, legando al mundo aquellas aterradoras experiencias.

En ellas, Verdaguer relataba con que armas combatía a los demonios dentro del poseído como la cruz, reliquias sagradas, agua bendecida y salmos. También describía los aspectos que hacían al poseído tales como cambios en la voz, blasfemia, conocimientos de lenguas que la víctima de la posesión desconocía, conocimiento de secretos o aspectos de la vida de Verdaguer que era imposible que conociera el poseído, fuerza sobrehumana, aparición de objetos extraños saliendo del endemoniado como escupir cristales… Así como los diálogos que mantuvo con muchos de esos demonios.

Aquellas experiencias marcaron profundamente a Jacint Verdaguer, que vio su vida personal y profesional cambiar, algo que quedó patente en sus posteriores poemas. Verdaguer se vio sumido desde entonces en dudas respecto a su fe y, tras conocer aquellas prácticas la Iglesia le retiraría la posibilidad de seguir dando misa, así como su título de Mossèn, además de despertar asombro y rechazo entre la alta sociedad catalana, que no podía creerse que una personalidad como la suya, pudiera estar metido en algo como aquello. 


Respecto al edificio en el número 7 de la calle Miralles, sigue en pie como un edificio de viviendas. Desde aquellos exorcismos de finales del siglo XIX no se reportaron ningún tipo de suceso que evidenciara su pasado, aunque la historia sigue viva y el lugar es objeto de visitas atraídas por los misterios que esconde la ciudad de Barcelona.


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