Su brillante musa nocturna.

La oscuridad se cernía sobre aquel mediocre escritor. Esa oscuridad solo alumbrada pobremente por una pequeña luz de escritorio, que reflejaba la tristeza de alguien que ansiaba entregar algo de valor al mundo. Su angustia bañaba todo su ser porque era incapaz de dejar brotar su talento. Justo cuando una noche más se disponía a abandonar la búsqueda de su inspiración, apreció en una luz algo extraño, algo que otras veces ya había sucedido pero que esta vez parecía distinto. La luna llena destacaba en aquella fría y eterna noche negra, una luna tan brillante que iluminaba más que ninguna otra noche ese sombrío despacho.


Como hipnotizado por aquella luz blanca, decidió sentarse al umbral de la ventana y dejarse impregnar por aquella luz. De repente, algo se despertó en su interior, como si la luna influyera en su mente, las ideas se agolpaban hasta el punto de necesitar su libreta para apuntar sin parar. Por fin lo estaba consiguiendo, por fin lograba esbozar el principio de una creación que pudiera merecer la atención del mundo y todo se lo debía a su recién encontrada inspiración, a su hermosa musa, la Luna.

Aquella fría noche no descansó, no había momento para ello pues la inspiración tanto tiempo dormida ahora había despertado y pedía a gritos volar libre. Al salir el sol el escritor se vio liberado de su influjo, tenía los mimbres para crear algo grande pero le faltaba su inspiración, por lo que aguardó el momento de volverse a encontrar con su brillante amante nocturna.

Cayó la noche y la Luna volvió a reinar en lo más alto del firmamento, nuestro escritor pudo bañarse en su luz y, de nuevo, su amada musa hizo efecto en él. Como si de un extraño embrujo se tratara sentía que necesitaba más de ella, necesitaba sentirla más cerca y que acariciara su cara, por lo que decidió abrir de par en par su ventanal y dejarse envolver en la luz de su preciosa Luna, en aquella oscura y helada noche de invierno.

Pasaron tres días hasta que alguien dio la voz de alarma, puesto que nadie entre los vecinos lo había vuelto a ver. Un viento helado corría por debajo de la puerta de su apartamento, incluso había quién aseguraba que el frío podía sentirse a través de las paredes al tocarlas. Cuando los servicios de urgencias lograron acceder, corrieron hasta el despacho donde el frío era más intenso. Allí encontraron congelado a aquel escritor sentado frente al ventanal completamente abierto. Había muerto congelado con su libreta mientras terminaba de escribir una extraña dedicatoria: "A mi hermosa y brillante inspiración, a mi amante nocturna. Gracias por venir a mi".

Aquel escritor había logrado, por fin, legar al mundo algo que mereciera la pena, aunque para ello, su ansiada y obsesiva inspiración le costó la vida.

FIN.

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