El mal amor de Lucas.

Cuidado con desear un amor, que no sepas corresponder.

CAPÍTULO 1:


Lucas Martín es un barcelonés de 30 años, soltero e introvertido, que vive solo en un pequeño apartamento de un barrio modesto de la ciudad y que trabaja en una empresa de seguros. De lunes a viernes, después de su jornada laboral, Lucas vuelve en bicicleta a casa, pero antes pasa por un pequeño Pub Inglés en el que coincide con sus dos buenos amigos Pedro y Marcos. Pedro tiene 29 años, conoce a Lucas de jugar online y chatear, es un amante de los videojuegos y los comics, trabaja en una pequeña tienda del barrio dedicada a los comics y mantiene una relación con una chica, que comparte su misma afición. Por su parte, Marcos tiene 30 años y conoce a Lucas desde el instituto, tanto es su amistad con Lucas, que se consideran casi hermanos. Este trabaja como comercial en un concesionario de coches en las afueras. En ese mismo Pub coinciden con otro grupo más amplio en el que destaca Míriam, una chica de 27 años, rubia, de ojos azules y en apariencia simpática. Hacía tiempo que Lucas se había fijado en Míriam, enamorándose poco a poco de ella. Pedro y Marcos animaban a Lucas a presentarse y hablar con ella, pero la timidez le impedía lanzarse a conocerla.

Llegó el viernes y a Lucas le esperaba otro fin de semana solo, Pedro no estaba más que por su friki amor y Marcos había quedado para salir de fiesta con compañeros del trabajo. Fue ese viernes sobre las 2:00 de la madrugada, echado en su cama haciendo zaping, cuando Lucas se quedó en un canal en el que hablaban de temas misteriosos y fenómenos paranormales. A Lucas nunca le había llamado la atención ese tipo de asuntos, pero algo de lo que hablaban le hizo escuchar atentamente. Se contaba una historia muy antigua, que trataba sobre como algunos grandes personajes de la historia habían conseguido poder y éxito gracias a extraños rituales. Consistía en escribir tu deseo o tu anhelo más íntimo en un papel, luego quemarlo mientras recitas unas palabras, meter las cenizas en una caja y enterrarlas en un lugar apartado y solitario. De aquella forma tu deseo se vería cumplido. Algo se despertó en Lucas, una sensación de, ahora o nunca, aunque solo sea por salir de la prisión en la que parecía ser su apartamento. Se metió en su coche y se dirigió hacia un lugar apartado y solitario que conocía.

Tardó cerca de hora y media en llegar, se detuvo justo debajo de la única farola que alumbraba el camino de tierra en el que estaba, era una zona bastante boscosa. Lucas escribió en un pañuelo de papel su deseo, lo quemó mientras recitaba las palabras que había oído en aquel programa de televisión y enterró las cenizas en una pequeña caja en el lateral del camino. Hacía frío, se notaba el cambio de temperatura con respecto al de la ciudad. Lucas se había quedado apoyado en el coche, empezando a verse derrotado por el sueño. En una de esas cabezadas se despertó y mirando el reloj, decidió que la broma había durado demasiado, que era el momento de dejar de hacer el ridículo y largarse de allí. En ese instante, Lucas notó algo extraño en el ambiente, un viento frío empezó a soplar y la farola que iluminaba empezó a parpadear hasta apagarse por unos segundos. Sintió que el corazón le saltaba del pecho, hasta que volvió la luz. Fue entonces cuando una voz que decía su nombre le sobresaltó. Al volverse, una figura se dibujaba justo donde la luz empezaba a ser más tenue. Parecía un hombre alto, inmóvil entre la penumbra. Empezó a caminar despacio hasta la luz y mostrar su rostro. Era un hombre maduro, impecablemente vestido con un traje negro, cubierto con una gabardina del mismo color y portando en una mano un bastón negro con el mango y la punta plateados. Su aspecto parecía el de alguien importante, que infundía en Lucas un extraño temor. Sus ojos eran muy oscuros y penetrantes, terriblemente penetrantes. Los segundos se hacían eternos y en esa eternidad, Lucas se preguntó ¿qué hacía un hombre así en un lugar como ese?
Cuando consiguió reaccionar le preguntó:
- ¿quién es? ¿necesita algo?
A lo que el extraño hombre le respondió:
- Tú deberías saber, deseas algo y me has llamado.
En ese instante Lucas se quedó completamente helado, no esperaba esa respuesta. En un intento fugaz por razonar esa situación, pensó que ese hombre debía ser alguien que pasaba por allí o que vivía cerca, y que pretendía gastarle una broma y reírse de él. Justo cuando se volvía hacia el coche, el extraño hombre logró avanzar los pocos metros que le separaban de Lucas en un abrir y cerrar de ojos:
- Lucas, tú me llamaste, no puedes obviar que deseas algo y que por eso viniste hasta aquí. No puedes marcharte y arriesgarte a perder eso que tanto dices anhelar, ¿estás dispuesto a ello?
Y ese extraño personaje sacó del bolsillo un pañuelo de papel y se lo entregó a Lucas. Lucas lo cogió y lo desplegó, pudiendo leer el mensaje que había escrito hacía un rato de su propio puño y letra: "Deseo el amor de Míriam". Lucas no sabía que pensar de todo aquello, miró al suelo, justo donde él había enterrado la cajita con las cenizas de ese mismo pañuelo que había quemado y no pudo evitar precipitarse y soltar una cascada de preguntas:
- ¿Quién eres?, ¿entonces es cierto?, ¿puedes cumplir mi deseo?...
Entre una media sonrisa el extraño hombre respondió:
- Puedes llamarme como quieras, pero no importa quién sea, solo importa que puedo cumplir lo que deseas sin nada a cambio. Si realmente lo deseas podrás vivir el resto de tus días feliz junto a la mujer a la que amas, solo debes reafirmarte en lo que deseas de corazón y esa persona te amará eternamente, cambiando tu vida por completo. Tan sencillo como eso. ¿Realmente estás dispuesto?
Lucas continuaba con muchas dudas, pero la oportunidad de conseguirlo era muy tentador. 
- Sí, lo deseo, quiero que lo cumplas.
El extraño hombre parecía muy satisfecho y le contestó:
- ¡Bravo! No esperaba menos de ti, así será.
Le tendió su mano y Lucas se la aceptó, sellando de esa manera un acuerdo, igual que otros grandes hombres y mujeres de la historia hicieron antes que él. Antes de poder preguntar más sobre cuando se cumpliría su deseo, su particular genio de la lámpara desapareció sin dejar rastro. Lucas continuaba con dudas, no sabía si ese hombre era realmente un demonio o un ángel, solo le quedaba esperar a que llegara el lunes y comprobar si toda aquella locura era real.

CAPÍTULO 2:

Por fin llegó el lunes y mientras una parte de la ciudad maldecía que lo fuera, Lucas se levantaba lleno de ilusión. Al terminar la jornada, agarró la bicicleta y pedaleando más rápido que nunca se dirigió hacia el Pub de siempre. Allí estaban Pedro y Marcos, tomando unas cervezas como siempre en la barra. Lucas se acercó a ellos y sin apenas saludarlos, giró la cabeza hacia donde se encontraba el grupo de Míriam, pero ella no estaba esa tarde. Lucas se volvió a sus amigos y sin explicarles nada de lo que sucedió, se resignó a continuar con su vida. Alguien golpeo la espalda de Lucas bruscamente, al girarse para ver que había ocurrido ahí estaba Míriam, al parecer volvía en ese momento de su trabajo con unas carpetas repletas de papeles que del golpe fueron a parar al suelo. Mientras ella se disculpaba y se agachaba a recoger esos papeles, Lucas se levantó del taburete en el que estaba sentado y se agachó para ayudarla. En cuanto cruzaron sus miradas, ambos tartamudeaban sonreían nerviosos.

Durante esa semana volvieron a hablar, se separaban de sus grupos y entablaban pequeñas conversaciones. Pasadas unas pocas semanas esas conversaciones eran más largas e incluso unieron en un mismo grupo a sus amistades. Como si de adolescentes se tratara, mensajeaban durante el día y se llamaban antes de acostarse. Unas semanas más tarde, Lucas y Míriam formalizaron su relación ante sus amigos y familias y a los dos años ya estaban comprometidos. Su historia de amor era digna de película. Se casaron y gracias a que Lucas consiguió encontrar un mejor empleo y Míriam ya trabajaba de periodista, pudieron emprender una vida juntos en una casa en las afueras de la ciudad. La vida les sonreía y Lucas ya ni recordaba aquella madrugada de locura.

Con 35 años, su vida era estable, incluso habían hablado de tener un hijo, pero, en ese momento, empezó a tener ciertas dudas. Algo dentro de él se apagaba. Llegó a tener una aventura con otra mujer, fue entonces cuando entendió que lo que tenían había terminado. Después de aquello habló con le pidió el divorcio. Míriam quedó desolada, el amor que sentía por Lucas era ciego y no quería hacerse a la idea de perderle, comenzando a tensarse su relación pasado algún tiempo. Debido a ello, decidió mudarse a un piso en el centro, esperando que la distancia lo calmara todo, ayudándola a entrar en razón.

Una mañana el teléfono empezó a sonar, Marcos le estaba llamando y Lucas corrió a descolgar. La voz de Marcos era seria y preocupada, Lucas lo notó nada más descolgar y se apresuró a preguntar qué ocurría y este le contestó algo terrible:
- Míriam ha muerto...
A Lucas le temblaron las piernas. Marcos continuó con la voz cada vez más rota:
- Ayer noche, se lanzó desde un puente y cayó al río, murió en el acto. La policía la ha encontrado flotando y ya la ha identificado. Lucas... ¿Estás bien?

Su vida cambió por completo en ese mismo instante, igual que aquel lunes de hace cinco años cuando cruzó la mirada con Míriam, ahora su muerte lo volvía a cambiar todo. La investigación forense dictaminó que en el momento de su muerte, Míriam estaba embarazada. Aquello rompió más si cabe a un Lucas, al que los remordimientos y la culpa asolaban a cada segundo del día. Los padres de Míriam le culpaban e incluso le prohibieron asistir a su funeral, sus propios padres no entendían los motivos por los que pudo dar la espalda de esa manera a Míriam y la mayoría de sus amigos en común, ya ni le hablaban. Incluso Pedro dejó de cogerle el teléfono, solo Marcos mantenía contacto, pero cada vez más distante. Nadie lograba entender los motivos que le habían llevado a terminar esa historia de amor. 

Lucas abandonó su empleo, dejó el piso donde residía y abandonó la casa que tenían en común, se dio a la bebida y empezó a vagabundear por aquí y por allá. Una noche, mientras intentaba cobijarse cerca de un parque público recordó aquel día en el que realizó ese ritual que había visto en televisión. Recordó a ese extraño hombre que se le apareció y todo lo que le dijo. Recordó como después de aquello, su vida pasó a tener sentido junto a lo que deseaba. Lucas arrancó a llorar desconsoladamente y maldijo a gritos en plena noche a ese extraño hombre:
- ¡Maldito seas! ¡Ojalá jamás hubieras aparecido! ¡Ojalá jamás te hubiera llamado!
Roto y desconsolado, notó que el ambiente se enfriaba por momentos, que el viento soplaba con fuerza y que la poca luz que alumbraba el lugar donde pretendía pasar la noche se apagaba por unos segundos. Una sensación extraña, pero familiar, le invadió. Miró a todos lados de forma nerviosa hasta que pudo reconocer una silueta. Un hombre elegante, vestido de un negro impecable y un bastón en la mano, se le acercó, era ese extraño hombre que recordaba de aquella noche. 
- Veo que la vida finalmente no te trató demasiado bien, aunque no siempre fue así, ¿no es cierto?
Te prometí cumplir tu deseo, tu gran anhelo a cambio de nada. Solo te pedí que realmente lo desearas de corazón y así lo hiciste. Yo cumplí, pero tú no lo hiciste y mírate ahora.
Me pediste el amor ciego y yo te lo concedí, desperté en ella un amor puro e incondicional, ¿acaso fui yo el malo de la película?. Cumplí con lo deseado, no me pediste que despertara lo mismo en ti.
Desear el amor de alguien es peligroso, si luego no vas a estar a la altura de ese amor. Míriam murió por desear un amor que jamás podrías llegar a igualar y ahora, te toca asumir las consecuencias de no estar a la altura.
Lucas, abatido por aquellas palabras, empezó a entender las consecuencias de todo aquello, justo cuando aquel ser desapareció.

Jamás volvió a ver a ese hombre, pese a que intentó volver a realizar el mismo ritual de hace años sin éxito. Días después el cadáver de Lucas fue encontrado flotando en el mismo río donde se encontró a Miriam, a pocos metros del puente donde se suicidó.

FIN.

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