El fantasma de la Plaza Real de Barcelona.

Muchos no lo saben, pero quienes pasean por la conocida como Plaça Reial de Barcelona, pueden haberla visto y confundido con algún tipo de obra o performance para los turistas de la ciudad. Lo que desconocen es que esa mujer que pasea por esta exuberante plaza, es el fantasma de La Triste Virreina.

La Plaza Real o Plaça Reial, debe su nombre en honor a los reyes católicos y se comenzó a construir en 1850, sobre los restos de un antiguo convento capuchino. Y es que en el distrito de Ciutat Vella, donde se ubica la tan conocida y transitada Las Ramblas, así como barrios con tanta historia como El Raval, destacada una plaza pensada para el disfrute de la alta burguesía catalana, con diversos bustos de navegantes y exploradores que fueron a América, así como diferentes escudos nobiliarios de diferentes familias radicadas en aquellos antiguos dominios.


Cuenta la leyenda que la joven María Francesca Fiveller i Bru, vivía retirada en el Convento de les Jonqueres, uno de esos tantos que se levantaron en aquella parte de la ciudad hace más de dos y tres siglos. 

Allí vivía recluida a la espera de contraer matrimonio concertado con el sobrino del, nada más y nada menos, Virrey del Perú. Pero el mismo día de la boda, cuando se encontraba frente a la puerta de la iglesia, el propio padrino de bodas, que no era otro que el Virrey del Perú, Don Manuel Amat i Junyent, le comunicó que su prometido la había dejado plantada en el altar. Aquello le supuso una gran decepción y una humillación, puesto que ella estaba realmente enamorada, por lo que el Virrey en un intento de arreglar el agravio de su sobrino, le ofreció una alternativa a María Francesca, la de casarse con él. Cuentan que visto el problema económico y social en el que la había metido su prometido a ella y su familia, decidió aceptar la propuesta como un mal menor, pese a ser el Virrey ers mucho mayor que ella.

De esta forma, el 3 de junio de 1779, tres años después de abandonar su cargo, se celebró la boda por poderes, pero el matrimonio le duraría escasamente tres años, puesto que Amat i Junyent fallecería en ese lapso. 

Se dice que desde aquel preciso instante, María Francesca pudo ser una mujer desdichada, avergonzada y humillada, que tuvo que aceptar un matrimonio con un hombre mucho mayor que ella, al que no amaba y del que se decía tenía infinidad de amantes, una de ellas fue una artista de origen criollo conocida como “la Perricholi”, con la que compartía vida desde hacía 15 años y un hijo en común que, casualidades de la vida, acabó siendo uno de los firmantes de la independencia del país andino.

Al morir el antiguo Virrey, sin heredero oficial, en sus últimas voluntades designó a María Francesca como usufructuaria de todos sus vienes, aunque también designó a Antoni, su sobrino y antiguo prometido de su mujer, administrador de su fortuna, en un intento de reconciliarlos. Finalmente, la Virreina falleció en 1791 en Barcelona a causa de una trombosis a la edad de 35 años.

Hay quien asegura que el fantasma de la Triste Virreina, vaga por las noches por el interior de la Plaça Reial, aunque también son conocidos sus paseaos fantasmales por dentro del Palau de la Virreina, situado en el número 107 de Las Ramblas y que fue mandado construir por el propio Virrey entre el 1772 y 1778.

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