El fantasma de la Montaña de Montjuïc.

La montaña de Montjuïc es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Barcelona. Desde su Castillo, que sirvió como defensa de la ciudad y como enclave para determinar, a finales del siglo XVIII, la medida del metro junto a París y Dunkerque, pasando por su espectacular y considerado gran obra arquitectónica de interés cultural y turístico que es su cementerio, tiene un fantasma que merodea por sus bosques en noches de luna llena.


Todo comenzó en el 1640, momento en el que se da inicio a la conocida como “Guerra dels segadors”, en la que els pagesos (campesinos) se levantaron contra Dalmau de Queralt i Codina, noble catalán que era Virrey de Catalunya y Conde de Santa Coloma de Queralt. Una multitud de campesinos llegaron hasta las puertas de su casa, pidiendo su cabeza.


Para aquel entonces, los ánimos entre la sociedad catalana estaban demasiado revueltos por culpa de las diferencias con la monarquía española, respecto a cómo contribuía Catalunya en la defensa de la frontera con Francia. Diferencias que hacían sentir a la sociedad catalana, que con ello no se valoraban sus esfuerzos y se intentaba acabar con su propia identidad.

Cuenta la leyenda que Dalmau de Queralt i Codina, huyó por un pasadizo secreto que conectaba su palacio, con la parte exterior del muro de la ciudad, hasta llegar a la zona de acantilados de la montaña de Montjuïc. Una vez en el exterior, corrió por las antiguas “hortes de Sant Beltrán” (huertas de San Beltrán), hoy el barrio de Can Tunis, esperando que dos galeras genovesas ancladas delante de la costa, le sirvieran de vía de escape. Pero con lo que no contó el tan odiado Conde, fue que en aquella huerta había un grupo de pagesos que lo reconocieron, dándole caza.

Dalmau de Queralt murió linchado y apedreado en su intento de huida, dejando un montículo de piedras que cubrieron su cuerpo por completo.


Cuentan que debido a sus pecados en vida, Dalmau de Queralt no puede descansar en paz, es por ello que su espíritu, conocido popularmente como “el fantasma del morrot”, vaga eternamente por la montaña durante las noches de luna llena, en ocasiones, dejándose ver con sus ropas de época, por algún peatón ocasional o por algún conductor que circule por la actual Ronda del Litoral.


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