Baba Yagá, el mito de la bruja rusa.

Pocos personajes llegados del folclore de una cultura son tan y tan cambiantes, tan ambiguos, tan temidos. Baba Yagá, mito eslavo vivo aún en día es todo eso y más, aunque a nadie se le escapa que toda ella genera, si o si, un sentimiento de terror como pocos generan.


De la tradición más fría y antigua rusa nos llega la creencia en Baba Yagá, para unos un espíritu maligno de la naturaleza, para otras una especie de deidad en ocasiones compleja de entender. Su aspecto no invita a sentirse nada cómodo. En apariencia Baba Yagá es una mujer mayor, arrugada, de pelos alborotados, tez y brazos huesudos que se desplaza subida dentro de un mortero desde el cuál rema por el aire con una escoba plateada. Baba Yagá tiene una pierna normal y la otra sin carne, solo hueso, representación de su capacidad para caminar entre el mundo de los vivos y los muertos.


Una de las cosas que más se teme de Baba Yagá es su hambre voraz de carne, sobretodo y preferiblemente de niños, a los cuales devora tras colarse en sus habitaciones masticándolos con sus dientes fuertes y afilados, capaces de desgarrar con suma facilidad. En varios países del este de europa, como Bulgaria, se cuenta a los más pequeños la historia de Baba Yagá para darles miedo si se portan mal.


Pese a que Baba Yagá nunca permanece en el mismo lugar, vive en una casa, más parecida a una choza, levantada del suelo por unas enormes patas de gallina, con las que viaja constantemente por Rusia acechando a sus víctimas. Esa choza en la que reside está rodeada por una vallado formado por brillantes calaveras blancas, iluminadas en su interior por velas. Se cuenta que dentro de su casa se puede encontrar una gran cantidad de carne y vino, a la espera de ser consumida por ella, pues su hambre muy pocas veces remite. Dentro es asistida por sus sirvientes en forma de manos blancas, que le hacen todas las tareas y fuera de ella, la custodian tres caballeros de color blanco, rojo y negro, representación del día, el atardecer y la noche. 


Baba Yagá odia la visitas, sobretodo de las personas bendecidas, de las cuales no dudará atacar violentamente para echarlas del lugar o incluso comérselas. Aún así, si alguien consigue entrar en sus dominios y logra preguntar algo a la vieja bruja, esta envejecerá por cada pregunta realizada un año más. La única manera de revertir esa situación es tomando un té de extrañas rosas azules, que le ayudan a recuperar esos años envejecidos. Si en lugar de querer dañarla acudes a ella con ese valioso presente de rosas azules, Baba Yagá te recompensará generosamente, un ejemplo de esa ambigüedad que en ocasiones presenta este aterrador personaje.

Ya ves, ¿te aterraba el hombre del saco? atrévete a dormir pensando en Baba Yagá.

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