El otro lado del Metro de Barcelona.

El Metro de Barcelona es el transporte público más utilizado de la ciudad. Sus estadísticas de personas que entran y salen de cualquiera de sus estaciones así como la cantidad de viajes que efectúan sus trenes son enormes y dan un ejemplo claro de cuanta importancia tiene para el conjunto de la sociedad un transporte como el metro, no solo en Barcelona si no que en cualquier ciudad. Pero lo que hoy traigo no son las bondades del metro de una ciudad tan activa como Barcelona y si una serie de historias que a buen seguro te harán poner los pelos de punta cuando pises algunas de sus estaciones.


El metro de Barcelona se inauguró el 31 de diciembre de 1924 y desde entonces a servido no solo como transporte público, también como refugio contra los bombardeos de la aviación italiana durante la Guerra Civil española o como medio para suicidarse. Sobre esto último es por lo que los responsables del metro quedaron profundamente alarmados no hace tantos años. De hecho los suicidios en el metro ya sea de Barcelona o cualquier gran ciudad, es algo que sucede más de lo que podemos pensar, pero ¿cuatro suicidios en un mes en la misma estación? Eso es algo extraño. Pues esto sucedió en la conocida estación de Rocafort perteneciente a la Línea 1. No son pocos los trabajadores que al cerrar el metro ven a través de las cámaras de seguridad alguna persona paseando por la vía cuando en realidad no hay nadie allí. De hecho el servicio nocturno en esa parada es la menos demandada y la que más trabajadores del Metro de Barcelona intentan evitar.

En la década de los 80 surgió una peligrosa moda entre los jóvenes relacionada con el metro. Recuerdo perfectamente aquello ya que supuso un auténtico problema. En aquellos años el metrosurf segó la vida de muchos jóvenes que ya sea agarrados a la cola del último vagón, de las puertas laterales de los vagones o directamente subidos al techo del mismo pretendían surfear de estación en estación arrastrados por el metro. Mutilados, electrocutados o atropellados quedaron aquellos que desgraciadamente no sobrevivieron a esa estúpida y peligrosa moda que, tal vez hoy, sean esas formas o apariciones extrañas que varios trabajadores del metro aseguran ver agarradas de los vagones al arrancar en la vía 2 de la parada de Plaça Catalunya, justo donde dos de esas terribles muertes se produjeron.

Entre las paradas de Sagrada Familia y Dos de Maig en la línea 5 nos encontramos con lo que se conoce como una estación fantasma. La conocida como estación de Gaudí fue construida allá por la década de 1960 en un principio para formar parte de la Línea 2, pero una serie de modificaciones hicieron paralizar su construcción hasta el punto de abandonarla a medio acabar, polvorienta y oscura. Hace unos años TMB, que es la empresa encargada de la gestión de los transportes metropolitanos de Barcelona, decidió acabarla para que cuando la gente la cruzara pudiera contemplar un cachito de historia, para hacer puntuales visitas guiadas e incluso utilizarla para rodar anuncios. Pero lo más inquietante es lo que usuarios y trabajadores del metro aseguran ver desde los vagones del metro al cruzar la parada. Personas sin rostro inmóviles delante del anden como esperando poder subir al metro cuando aquella estación está completamente cerrada y en desuso.

Por último una leyenda que de presenciarla seguro que le hiela la sangre a cualquiera. Cuando el Metro echa el cierre tras una jornada de servicio y los trabajadores se disponen a volver a sus casas un tren blanco y brillante, un modelo antiguo que se dejó de fabricar hace ya mucho, circula entre las paradas abandonadas recogiendo a las almas con asuntos pendientes.

Sin duda un lugar con mucho ajetreo y en el fondo muy especial por el misterio que lo envuelve.

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