El juicio del cadáver: La grotesca venganza contra el Papa Formoso.
El Vaticano en muchos momentos se ha visto envuelto en mitad de polémicas palaciegas, corrupción, abusos, conspiraciones políticas e intereses particulares desde tiempos inmemoriales. Algunos momentos han causado y causaron gran revuelo entre la comunidad eclesiástica y la sociedad de aquellas épocas, pero uno de esos rebasó cualquier lógica posible, provocando uno de los casos más rocambolescos y grotescos de la historia de la Iglesia y el propio Vaticano.
Corría el siglo IX, un periodo bastante convulso para el papado que tenía que enfrentarse a duras luchas de poder entre diversas facciones compuestas por nobles y clérigos, que conspiraban y provocaban cambios de pontífices. El Papa Formoso, fue el pontífice de la Iglesia durante los años 891 y 896, periodo en el que no se libró de polémicas y controversias varias que le granjearon rivales y enemigos políticos. Tras su muerte en el 896, fue sucedido en el cargo por Bonifacio VI, que no duraría demasiado cuando, un año más tarde, sería relevado por Esteban VI.
Esteban VI se encontraba muy alineado con los enemigos y fuertes opositores de Formoso, que consideraban que durante su etapa como obispo de Porto, confabuló y conspiró en contras del Papa Juan VIII.
Por eso y otras disputas y enfrentamientos ideológicos, Esteban VI tomó la controvertida decisión de ordenar la exhumación del cadáver de Formoso, con la intención de juzgarlo por sus supuestos delitos en vida. Para ello, una vez desenterrado fue vestido con las vestimentas papales y sentado en un trono preparado para ser juzgado.
El juicio fue un total escándalo, incluso para aquel siglo, en el que el cadáver del Papa Formoso permaneció sentado en la sala del tribunal, recibiendo las acusaciones de usurpación del trono papal. Como Formoso, lógicamente, no podía defenderse, se le designó a un diácono como representante que respondería por él. Aquel despropósito de juicio terminó por condenar al Papa Formoso, anulando todas y cada una de sus decisiones y acciones tomadas en vida.
Al terminar el juicio, su cuerpo no fue tratado con el respeto que se merecía, siéndole arrancadas a la fuerza sus vestimentas papales, amputados tres dedos de la mano y, finalmente, fue lanzado al río Tíber que cruza Roma.
Tras el escandaloso juicio, Esteban VI no se libró de la gran indignación que generó, siendo depuesto y encarcelado por ello, muriendo en prisión en el 897 tras ser estrangulado.
Una de las primeras cosas que ordenó el nuevo Papa Teodoro II, tras ser depuesto Esteban VI, fue la nulidad del juicio al cadáver de Formoso y la recuperación de los restos del difunto pontífice, para volver a ser enterrado con honores. A su vez, el sucesor de Teodoro II, Juan IX prohibió los juicios postmortem y condenó como una aberración los actos instigados por Esteban VI, en un caso escabroso e injustificable que forma parte de la historia de la Iglesia.
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