Teniente Kinderman, el gran secundario del EXORCISTA.

En el mundo del cine existen personajes que aunque siendo secundarios, dejan una huella imborrable y una gran impresión, propia de cualquier papel protagonista. Tanto por la construcción del personaje, su necesidad en la trama, como por su trabajada interpretación, estos secundarios tienen el honor de crear escuela. Hoy rindo mi homenaje al personaje del Teniente Kinderman, interpretado por el actor estadounidense Lee J. Cobb, en el clásico de terror El Exorcista de 1973.


El estreno del Exorcista fue todo un fenómeno viral. La cinta dio mucho de que hablar desde su primer fin de semana de estreno y, a día de hoy, hay quienes pensamos que puede ser la mejor película de terror de la historia del cine. 

Adaptación del best seller de 1971, escrito por William Peter Blatty, el Exorcista es un crudo y desgarrador relato de terror, que mezcla creencias religiosas con prácticas y diagnósticos clínicos sobre trastornos y enfermedades mentales. Una lucha entre el bien y el mal, entre el cielo y el infierno, con una dulce e inocente niña en el centro de la historia, atormentada por una presencia que la posee y que la tortura sin remordimientos, mientras una afligida madre explora todas las opciones que la sociedad le pone a su disposición para ayudar a su hija, hasta terminar pidiendo ayuda desesperadamente a un jesuita licenciado en psicología, que se encuentra en una profunda crisis de fe.


Quienes leyeron la novela de Blatty, pese a sus probables adaptaciones libres que se produjeron de algunos pasajes, quedaron bastante satisfechos con la adaptación cinéfila de William Friedkin. Buena muestra de ello, es la del personaje del Teniente Kinderman, interpretado por el actor Lee J. Cobb, uno de esos personajes que estoy convencido Blatty se sintió muy orgulloso de haber creado, teniendo en cuenta también la ajustada adaptación del personaje que el actor hizo, para hacerlo suyo completamente y trasladarlo fielmente a la gran pantalla.


El Teniente Kinderman se muestra como un policía diferente, un rara avis que despierta recelos entre los de su entorno por su apariencia dejada y actitud campechana. Un hombre curtido, que bajo esa apariencia desaliñada, es un hombre que esconde un gran sentido analítico e intuitivo sobre la naturaleza humana. Un policía fiel a su forma de actuar, que hace caso a sus instintos y corazonadas, para tirar de esas finas pistas que al resto pueden escapárseles.


El Teniente Kinderman, sin parecerlo a primera vista, es un experto en calar rápido a las personas. Con tan solo observarlas en sus primeros contactos, es capaz de lograr derribar los muros de la desconfianza a base de largas y mundanas anécdotas personales, adaptadas hábilmente a cada persona y momento, que son la llave que necesita para conseguir aquello que busca, las pistas para resolver el caso. 


Los propios padres Karras (Jason Miller) y Joseph Dyer (William O’Malley), tal vez por su condición de experimentados religiosos que tratan a diario con muchos tipos de personalidades, se resisten ingeniosamente a ese humilde encanto que despierta un hombre sencillo y amigable. 

En cambio, la charla más reveladora que tiene de todas, en el caso que le ocupa de la muerte en extrañas condiciones de un hombre en las escaleras traseras que dan a la ventana de Reegan McNeil (Linda Blair), la niña poseída, es con la propia Reegan en el hospital. Una charla rápida que le despierta todas las sospechas, pese a no tener las pruebas materiales que necesita y busca, perturbándole en una investigación, que ni él es capaz de atreverse a reconocer lo que en el fondo piensa.

Cuando trata directamente con Chris McNeil (Ellen Burstyn), la madre de la niña, en su propia casa, es ahí cuando descubrimos su gran talento con las personas. Kinderman no tarda en detectar el auténtico drama familiar, real y no impostado, que viven con una situación anómala en la que ellos mismos se muestran ciertamente desconcertados y perdidos. Es ahí cuando el viejo y curtido Teniente Kinderman, es capaz de mostrarse cercano y comprensivo con el dolor de esa madre, en un alarde de empatía sincera que abre el corazón de Chris


Pese a sus pesquisas, el Teniente Kinderman cierra el caso como un fatal accidente, aunque dentro de su ser, sabe que esa inofensiva niña tiene algo que ver en aquella traumática muerte. Sus diálogos con el padre Karras, con el que parece conectar amistosamente, son de lo mejor del personaje, al convertirse el jesuita, en ese contrapunto inesperado para Kinderman, que nos hace conocer la fuerte y perspicaz personalidad de ambos. Así, también, ese diálogo final que mantiene con el padre Dyer, demuestra que pese haber terminado todo, ese sabueso neoyorquino no ceja en su empeño de lograr que alguien suelte prenda, con su particular y desenfadado estilo, en un caso que para él tiene demasiadas y lógicas incógnitas.


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