El último Blockbuster de la Tierra.

En la ciudad de Bend, en el estado de Oregon, a 160 kilómetros de Portland, se sitúa uno de los enclaves más nostálgicos por parte de las generaciones de los 80 y 90. Y es que esto que parece el título de una película cómica, es toda una realidad y, el Último Blockbuster de la Tierra, se encuentra al oeste del país norteamericano, superviviente de una época para muchos maravillosa y de un proceso de modelo de mercado, que llevó al gigante del alquiler de vídeo a la bancarrota a principios de los 2000.


Propiedad de un matrimonio de la zona, los Tisher, Ken y Debbie, ya tuvieron antes un videoclub de su propiedad en el mismo lugar, el Pacific Video.


En la actualidad, mantienen esta última franquicia abierta, ofreciendo los mismos servicios que hicieron grande a la compañía en su momento, pero con un modelo de mercado más diversificado, debido a los tiempos que corren.


Dicen los que se han acercado hasta Bend, para descubrir este pedazo de historia viva, que el local parece haberse detenido en el tiempo. Desde su típico cartel, pasando por su icónica moqueta recorriendo los pasillos, las películas ordenadas por género colocadas en los expositores, los stands de snacks frente al mostrador de salida, hasta el cajero automático de devolución y alquiler de películas, todo aún perfectamente cuidado y respetando todo aquello que identificó a la marca.


Blockbuster vivió su apogeo en los años 80 y 90, gracias al auge del cine en cinta de vídeo y el alquiler de las mismas, así como de videojuegos de diferentes plataformas. De Estados Unidos dio el salto a diferentes países, convirtiéndose en una multinacional con franquicias en medio mundo.


Su historia comenzó en 1985, cuando el sector del alquiler de cintas de vídeo todavía era un negocio rentable. Su visión moderna y su sistema de alquiler, que le permitía conocer los gustos y preferencias de sus clientes casi al instante, comenzó a imponerse en el mercado. Durante los siguientes años, Blockbuster absorbería a numerosos pequeños videoclubs, que no podían competir con su modelo. Mientras los pequeños videoclubs de barrio manejaban unos 500 títulos de media, a un coste elevado de 70 $ por adquirir cada cinta, que recuperaban con los alquileres, Blockbuster ofrecía por cada una de sus franquicias más de 5000 títulos, gracias a acuerdos directos con distribuidoras y productoras que, incluso, les proporcionaban la posibilidad de estrenos en exclusiva, directos en vídeo, así como una posibilidad de merchandising muy atractiva. En poco tiempo, la marca se expandió a otros países, pasando a dominar el 25% del negocio mundial. Pero lo que no lograron detectar a tiempo los propietarios de la marca, fue la evolución del sector, que ya en el 2000 dio buenas muestras de por donde iban los tiros.

Blockbuster tuvo la oportunidad de adquirir Netflix en el 2000, cuando tan solo era una plataforma de alquiler online de películas que, también, las repartía a domicilio. Pero se desechó por no verle futuro y creer que el cliente seguiría apostando por acudir a las tiendas físicas. Aquello fue el principio del fin, puesto que Netflix en tan solo 4 años alcanzaría más de un millón de suscriptores, obligando a Blockbuster a invertir para adaptar un modelo híbrido, que resultaría en pérdidas económicas, pese al apoyo de los clientes.

Antes de esto, la compañía ya tuvo que afrontar un momento difícil con la llegada del formato DVD, pero logró reconducir el negocio al asimilarlo a tiempo.

El surgir del formato DVD, la piratería y el modelo digital, abanderado por plataformas en streaming como Netflix y Hulu, terminó por dar la estocada a una compañía que creció muy rápido, viviendo una expansión internacional desmesurada y millonaria, de la que no lograría ni recuperarse ni saber reconducirse.

En mercados como el español, Blockbuster protagonizó una espantada inmediata, desapareciendo por completo. En otros países de Latinoamérica se redimensionó, aunque con el tiempo desaparecería definitivamente. Tan solo se salvarían aquellas tiendas rentables, sobre todo en Estados Unidos, por las que, igualmente, irían llegando sus cierres. 


Hasta el día de hoy, donde El último Blockbuster de la faz de la Tierra se mantiene, gracias a acuerdos exclusivos con la propiedad de la marca. 

Hoy el Blockbuster de Bend, sobrevive no tanto por lo que hizo reconocida a la marca, sino por el turismo que genera, la venta de merchandising, iniciativas publicitarias o el alquiler de su local para eventos y para pasar una noche dentro, pudiendo disfrutar de su contenido de vídeo. 



Y es que el último Blockbuster que queda en Bend, es un lugar de peregrinaje para nostálgicos y amantes de lo retro, que guarda esa magia tan especial de aquellos extintos videoclubs. 


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