Enterramientos tradicionales de vampiros.

Desde hace siglos, hasta no hace tanto, personas de diferentes culturas creían firmemente en la figura oscura y aterradora del vampiro. Un ser diabólico que, como una mala enfermedad, contagiaba a sus víctimas, condenándolas a vagar como no muertos por la faz de la Tierra. El cine y mucho antes la literatura, han ayudado a extender esas creencias ancestrales por medio mundo, convirtiéndolas en aterradores relatos. Pero, la realidad supera la ficción, al menos en las creencias de aquellas gentes y en los enterramientos que practicaban a esos supuestos vampiros.


VAMPIRISMO DESDE HACE MÁS DE 600 AÑOS.

Aunque del siglo V, en pleno Imperio Romano, existen evidencias al respecto, fue durante los siglos XIV a XVII, principalmente en países de Europa del Este y cuando se daban masivas muertes debido a grandes epidemias, que arraigó la tradición del vampirismo en el folclore de muchas de esas culturas. El peligro radicaba una vez que la persona infectada moría, puesto que se corría el riesgo de que volviera de la tumba para alimentarse de sus seres queridos, amigos y vecinos.


Para ahuyentarlos, en algunas regiones colocaban ristras de ajos colgados en las puertas de las casas, así como de los marcos de las ventanas. Pero lo más común, era tomar medidas en el mismo instante de enterrar al supuesto vampiro.


DIFERENTES CASOS DE ENTERRAMIENTOS VAMPÍRICOS.

En Polonia y otros países de Europa del Este, se han desenterrado en los últimos años restos humanos en antiguos cementerios, que tenían candados de hierro en dedos y pies, posiblemente con la intención de fijar al suelo al muerto.


En otras expediciones arqueológicas, los restos desenterrados tenían una hoz sobre el cuello. Rebanarle la cabeza cuando este despertara e intentara salir de la tumba, podría ser la explicación.


Los enterramientos boca abajo eran comunes en difuntos sospechosos de ser vampiros, siendo esta una forma también de evitar que se levantaran al despertar o que, en su afán por liberarse, se enterraran más y más profundos.


En otros lugares de Europa, se han desenterrado restos humanos con piedras encima, en una clara señal que indicaba que con ello se quería evitar que el muerto se incorporara. En otras ocasiones, las piedras se introducían dentro de la boca del muerto, para que, en el caso de que despertara, esté se rompiera los dientes al intentar salir a mordiscos. En 2009, en Italia se descubrieron los restos de una mujer del siglo XVI, que fue enterrada con un ladrillo en la boca. Las piedras en la boca también podrían ser una extraña costumbre medieval, para evitar que el alma del condenado pudiera salir para expandir la enfermedad que acabó con su vida.


En cementerios medievales de Bulgaria, se encontraron restos humanos enterrados junto a estacas de hierro clavadas en el corazón y que los fijaban al suelo. También se descubrieron clavos de hierro alrededor de algunos restos esqueléticos, como si hubieran intentado fijar al muerto clavando el sudario que los cubría a la tierra. En otras ocasiones, esos clavos fueron introducidos en la boca del difunto.

Pero parece ser que las prácticas para intentar evitar que los vampiros despertaran, no solo quedaron en el viejo continente. En los 90, unos arqueólogos desenterraron en Connecticut (Estados Unidos), los restos de un hombre estadounidense llamado John Barber, que en el momento de su muerte por tuberculosis en pleno siglo XIX, tenía unos 55 años de edad. Al morir, posiblemente su familia fuera quien lo enterrara tras decapitarlo y cortarle las piernas. Tanto la cabeza, como las piernas, fueron depositadas sobre su tórax. Una práctica en la que también se solía depositar la cabeza entre las piernas.


Y ya por último, otro ejemplo de enterramiento vampírico tendría lugar en 1894, en el seno de familia Ray, también de Connecticut y que eran conocidos posteriormente como “Los vampiros de Jewett City”. Varios miembros de la familia murieron de tuberculosis, pero fueron los hijos del matrimonio Ray, los que fueron exhumados para ser quemados posteriormente, para evitar que se levantaran y propagaran la enfermedad, tal y como recogió la prensa local del momento.

Muchos de estos “vampiros” eran enterrados en cementerios destinados a este tipo de difuntos, no indicados en los mapas, alejados de suelo cristiano y de las buenas gentes que temían la resurrección de esos muertos.


Como ves, la creencia en los vampiros llevó a mucha gente, desde hace siglos, a tomar medidas para evitar que ese familiar, amigo o vecino que hubiera podido morir por una enfermedad, que en ese momento se desconocía y que desfiguraba el rostro y el físico, hasta el punto de parecer un muerto en vida, pudiera volver tras la muerte en una forma infernal y peligrosa. Lo más curioso de todo y que da fe de como una tradición perdura en el tiempo, es saber que aún hoy en día, hay familias y personas que siguen creyendo y, en secreto, practicando esas viejas costumbres.

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