Sam Richardson y su histórico robo al Derby County FC.

El fútbol tiene grandes historias, pero algunas de esas historias no son siempre tan brillantes. Una de ellas tiene que ver con Sam Richardson, uno de los fundadores del Derby County F.C. inglés que, además, fue tesorero del club, sastre de profesión y fundador original de una pequeña sastrería en Madrid llamada El Corte Inglés.


En 1870, Sam Richardson se convirtió a los 26 años en uno de los socios fundadores del club de críquet Derbyshire County Cricket Club, en la ciudad inglesa de Derby. Para aquel entonces, el críquet era un deporte muy popular entre las clases altas del Reino Unido.




Richardson fue jugador y capitán del equipo, aunque a partir de 1878, sus participaciones se fueron reduciendo. Entre tanto, compaginaba su práctica deportiva con su profesión, la de sastre, en una sastrería que regentaba en el centro de la ciudad. En 1880, Sam Richardson fue nombrado subsecretario del Derbyshire County pasando, a su vez, a gestionar enteramente las finanzas del club.



A principios de 1880, el rumbo deportivo del Derbyshire no iba por buen camino, a eso había que sumársele la imparable irrupción del fútbol, que empezaba a generar mucha más afición. Por ello, faltos de ingresos para garantizar la viabilidad del críquet, se tomó la decisión de subirse al carro del fútbol y fundar, en 1884, el Derby County F.C., club que cuatro años después sería uno de los 12 clubs fundadores de la futura Premier League y, hoy en día, uno de los históricos del fútbol inglés.


Richardson, gestionaba sin control alguno las cuentas del Derbyshire y del Derby County, en un tiempo donde las cosas cada vez eran más complicadas para el club de críquet y, en el fútbol, el equipo se estancaba competitivamente. El traspaso de John Goodall, del Preston North End al Derby County, levantó todas las alarmas por su elevado precio, en un momento donde la tesorería de ambos clubs estaba muy tensionada.

La directiva inició una auditoría de la mano de Frederick Spofforth que, por aquel entonces, era un jugador australiano del Derbyshire. 


Dicha auditoría detectó y destapó una serie de irregularidades en las cuentas de ambos clubs, por las que durante una década, Richardson malverso fondos de ambas entidades, retirando pequeñas cantidades de uno y otro, para evitar levantar sospechas. Esto fue reconocido por el propio Richardson al verse acorralado por los socios y directiva.

Para evitar males mayores, decidió huir del país junto a su familia. En su huida, Richardson escogió como destino España y en concreto, Madrid, puesto que no había convenio de extradición con el país español. A Madrid llegaría en 1890 junto a su mujer y seis hijas, con una maleta repleta del dinero defraudado durante años y un nuevo apellido, Roberts, para ocultar sus huellas y evitar así que pudieran rastrearlo.

Con 46 años, John Roberts montó a principios de siglo una sastrería, a la que llamaría El Corte Inglés, muy popular entre la clase adinerada de Madrid. El propio Alfonso XIII, acudiría a ella asiduamente para confeccionarse muchos trajes. 



Tras establecerse en los años 30 la II República española, sus mejores clientes abandonaron el país, dejando su negocio sin apenas ingresos. Así que, en 1935, traspasaría su sastrería a un joven empresario español que, años más tarde, levantaría con ese mismo nombre un auténtico imperio comercial.

En 1938, Sam Richardson o John Roberts, como era conocido entonces, falleció a la edad de 93 años. Pese a que era su voluntad, no pudo ser enterrado en el Cementerio Británico de San Isidro, puesto que se encontraba en plena línea de defensa de la ciudad durante la Guerra Civil. Así que su familia se vio obligada a que sus restos descansaran en algún cementerio de la ciudad, con otro nombre en su lápida, dicen que para seguir huyendo de su pasado.

Sam Richardson es uno de esos personajes que también son historia del fútbol, aunque seguramente nada bien recordado en la ciudad de Derby, puesto que la cantidad de dinero que robó, pudo haberle proporcionado al Derbyshire una nueva casa y, por qué no, reflotar aquella economía mermada por su fraudulenta gestión económica.

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