Lizzie Borden, el misterio de la asesina del hacha.

En Estados Unidos el nombre de Lizzie Borden va ligado al horror y al misterio. Tras 130 años de historia, la figura de Lizzie Borden es todo un icono criminal del folclore del país. Un nombre al que va ligado creencias, leyendas y mitos adquiridos con el paso del tiempo, reforzados por un interés comercial que explota con éxito la pequeña ciudad de Fall River, en el estado de Massachussets.

Lizzie Andrew Borden nació en el seno de una familia acomodada el 19 de julio de 1860. Lizzie era la hija menor de Andrew Jackson Borden y Sarah Anthony Borden, ambos tenían otra hija, Enma Borden, hermana mayor de Lizzie. La familia viviría en una casa en el centro de la ciudad, que hoy sirve como albergue y que organiza tours de misterio.


Andrew J. Borden era un conocido hombre de negocios con diferentes propiedades en el lugar, que volvió a casarse dos años después de la muerte de Sarah A. Borden en 1963. Por tanto, en 1965 contraería matrimonio con Abby Durfee Gray, una humilde mujer de Fall River que nunca conseguiría ganarse el afecto de las hermanas Borden.

La mañana del 4 de agosto de 1892, Andrew y Addy serían brutalmente asesinados en su propia casa. Días antes, el tío materno de las hermanas Borden pasaba unos días junto a la familia, a la espera de resolver una antigua herencia de Sarah A. Borden. En el momento de los asesinatos, el tío se encontraba fuera de casa y Enma Borden visitando a unos amigos. En la casa tan solo estaba la sirvienta, Bridgette Sullivan, que llevaba trabajando para la familia dos años y que, aquella mañana, se encontraba descansando en su habitación.

Lizzie volvía esa mañana a casa, tanto ella como su hermana se habían discutido con Addy ese día y decidieron marcharse. Andrew Borden volvía antes de tiempo del trabajo, aquejado de unos dolores estomacales que parecía compartir con su esposa, debido, según creían, a comer algo en mal estado. Cuando Lizzie entró en casa, sus gritos despertaron a Bridgette, que se topó con una Lizzie visiblemente nerviosa pidiendo ayuda porque alguien había matado a su padre. Al bajar al salón, recostado de lado en un sofá, encontraron el cadáver del padre, con la cabeza literalmente abierta y gran cantidad de sangre. 

Los vecinos al escuchar los gritos llegaron hasta la casa para ayudar. Mientras consolaban a Lizzie y Bridgette, encontraron en el piso superior, en la habitación del matrimonio, el cuerpo sin vida de Addy, que había sido brutalmente golpeado en varias ocasiones en la cabeza.

Al llegar la policía, se abrió una complicada investigación, con varios sospechosos. En el registro de la casa, se encontró tirada en el suelo del sótano un hacha, que pese a estar completamente limpia de restos de sangre, se consideró el arma del crimen.

Se tomó declaración a las hermanas Borden y a la sirvienta Bridgette, todas ellas con coartadas. Pero en la investigación, la policía tomó declaración al farmacéutico de Fall River. Este declaró que Addy le había visitado pocos días antes de su muerte, buscando un remedio para los dolores estomacales que sufrían tanto ella como su marido, trasladándole su preocupación por pensar que estaban siendo envenenados. Este también aseguró que al escuchar esa afirmación, en otra ocasión decidió negarle a Lizzie la venta de ácido prúsico (cianuro).

El 11 de agosto de ese mismo año, se iniciaría el juicio contra Lizzie Borden, la única sospechosa firme de la investigación, por el asesinato de su padre y su madrastra. Pese a las pruebas que se pudieron aportar, nada concluyentes y diversas declaraciones, como las del farmacéutico que no se tuvieron en cuenta en el juicio, Lizzie quedó libre. Tras hora y media deliberando, el juez terminó por considerar que una joven Cristiana, como ella, habría sido incapaz de tal salvaje crimen. 

Aunque el hacha estaba limpia, el forense determinó que no habría dado tiempo a limpiarla tan bien desde el momento que se cometieron los asesinatos y fueron descubiertos. Así pues, tan solo se pudo aportar la teoría que indicaba, que como el mango del hacha estaba roto, esto era debido a que lo había roto a conciencia al no poder limpiar bien esa parte del arma. Tampoco encontraron restos de sangre en las ropas de Lizzie, aunque una vecina aseguró haberla visto quemando en el patio trasero, un vestido azul, que ella habría asegurado que se manchó de pintura, siendo imposible repararlo.

Finalmente, se le colgó el muerto de los asesinatos a un tal José Correira, que ya había cometido un asesinato en la zona recientemente, pese a que este se encontraba fuera del país en el momento de los hechos.

Tras aquella tragedia, las dos hermanas se mudaron a otra casa en la misma ciudad, aunque en 1905 tendrían una discusión a costa de una fiesta que Lizzie habría preparado en honor de la actriz Nance O’Neil, con la que se sospechaba mantenía una relación íntima en secreto.

Lizzie murió el 1 de junio de 1927, a causa de una neumonía, mientras que su hermana lo haría tan solo nueve días después.

Las sospechas y dudas sobre el caso, así como la falta de pruebas concluyentes, generaron un halo de misterio que persiguió a Lizzie Borden el resto de sus días y más allá. Incluso habiendo, hoy en día, personas que creen en su inocencia, también hay muchas otras seguras de que cometió uno de los asesinatos premeditados más sanguinarios de la historia del joven país norteamericano.

Comentarios