H.H. Holmes, despiadado torturador y asesino serial.

H.H. Holmes es el primer asesino en serie documentado de la historia de los Estados Unidos. Pero el misterio y horror de este despiadado asesino, van más allá de su propia muerte. 


Su verdadero nombre era el de Herman Webster Mudgett, nació en Gilmanton, un pueblo ubicado en el condado de Belknap, perteneciente al estado de New Hampshire, en 1860. Su familia era muy humilde, marcada por las dificultades y el alcoholismo de su padre. Los que le conocieron en su infancia, le describieron como un niño solitario, conflictivo y cruel, sobre todo con animales y niños pequeños.

Tras graduarse en medicina en el año 1884, comenzó a dedicarse a estafar a todo aquel que caía en sus mentiras, además de al robo de cadáveres de la universidad, para defraudar a los seguros con nombres falsos y para experimentar con ellos.

En 1887 conseguiría la titularidad de una farmacia propiedad de una viuda rica en Chicago, con la que tuvo un idilio. Tras firmar las escrituras de su nueva propiedad y quedarse con todo, esta viuda desapareció misteriosamente. Justo al lado de dicha farmacia, en 1890, Holmes compraría un solar con la intención de construir un lujoso hotel, aprovechando el tirón de la Exposición Universal, que se iba a celebrar tres años después en la ciudad.

La construcción estuvo marcada por los secretos alrededor de unos planos originales, diseñados por el mismo y que ocultaba en su práctica totalidad a los encargados de su construcción. Y es que los secretos que ocultaban esos planos, eran el sueño de una mente perversa. 


Una vez terminado su gran proyecto, empezó a operar en una auténtica casa de los horrores conocida como El Castillo Holmes. Inaugurado el 1 de mayo de 1893, aquel excéntrico hotel estaba formado por 3 plantas, 60 habitaciones y 1 gran sótano. Su fachada emulaba a una fortaleza medieval que escondía trampas, escaleras que no llevaban a ningún sitio, habitaciones secretas y otras sin ventanas, además de puertas y pasillos secretos ocultos entre las paredes. Todas las habitaciones tenían mirillas escondidas en lugares estratégicos, que permitían a Holmes espiar a todos y cada uno de sus huéspedes. También tenía montado un ingenioso sistema de montacargas y toboganes, que conducían directamente al sótano, donde Holmes enviaba los cuerpos a su sala de los horrores.


En aquel lugar, Holmes se dedicaba a torturar, diseccionar cadáveres o realizar vivisecciones. Cuando decidía que debía deshacerse de los cuerpos, los metía en contenedores repletos de cal viva, los quemaba hasta reducirlos a cenizas o los diluía en tanques de ácido sulfúrico.

Terminada la Exposición Universal, el hotel empezó a experimentar perdidas debido a la falta de clientela. Por ello, decidió estafar al seguro prendiendo fuego al hotel, pero la estafa no resultó y fue descubierto. Holmes huyó a Texas, donde prosiguió con sus artimañas, aunque, esta vez, fue detenido, quedando en libertad condicional poco después.

Tras salir de prisión, preparó una gran estafa con la ayuda de un cómplice, que simularía su muerte para cobrar una buena suma del seguro. Pero Holmes tenía otros planes. Asesinó a su cómplice y luego a la mujer de este, que debía cobrar el dinero del seguro y repartirlo entre los tres. Finalmente, Holmes se marchó con todo el dinero y dejando dos cadáveres por el camino.

Su suerte iba a cambiar tras la denuncia de un antiguo compañero de celda, que lo acusaría de estafarle un dinero que le prometió, después de convencerle para llevar a cabo otra estafa de las suyas. La policía iniciaría una investigación que, poco a poco, destaparía su auténtica identidad, así como una colección de estafas y asesinatos perpetrados durante años. 

Cuando la policía accedió a su ruinoso y cerrado hotel, lo que encontraron les horrorizo. Salas de tortura y restos humanos, dejaron a la luz su aterradora vida oculta. Se contabilizaron cerca de 200 víctimas.


El 30 de noviembre de 1895, el juez que juzgó su caso le condenó a morir en la horca un 7 de mayo de 1896, Su juicio, que duró un largo año y en el que se defendió el mismo, estuvo lleno de intentos de retrasos y demás tretas legales.


Hoy en día, se cree que en el momento de su ejecución, que se alargó agónicamente por 15 minutos, Holmes maldijo a todos aquellos que habían tenido algo que ver con su condena. Motivos para creerlo no sobran, puesto que tras su muerte, un testigo clave murió dos semanas después envenenado, otras personas que participaron en el juicio murieron a los pocos días de forma misteriosa, un guardia de prisiones se suicidó y una de las oficinas de investigación que recibió el encargo de investigarlo, tras una de sus últimas estafas, ardió hasta los cimientos.

Todo ello hace de H.H. Holmes, uno de los asesinos seriales más prolíficos de la historia del país norteamericano y uno de los más misteriosos. No en vano, una investigación llevada a cabo y hecha documental televisivo en los últimos años, habría relacionado y descubierto que H.H.Holmes, viajó a Londres por aquella época, justo cuando se iniciarían los terribles asesinatos a prostitutas, que coparon la información de los tabloides británicos, con un nombre en el centro de todo: Jack El Destripador.

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