Greyfriars, el cementerio maldito por Bloody MacKenzie.

En Edimburgo existe un cementerio con mucha historia, en el que sobresale un nombre que parece ser el causante de todo el misterio sobrenatural que allí se concentra, el de George MacKenzie o Bloody MacKenzie, como le conocen popularmente.

El cementerio de Greyfriars, toma su nombre de la época en la que fue gestionado por monjes franciscanos, hace más de 500 años. Con la firma del Pacto Covenant de 1638, con el que los presbiterianos pretendían proteger sus creencias y costumbres religiosas de las reformas del Rey Carlos I, se inició una revolución que no fue sofocada hasta 1679. Por aquel entonces, se construyó un anexo al cementerio en forma prisión, para condenar y castigar a esos rebeldes. 

George MacKenzie era un abogado respetable de la época, nacido en 1636 en el seno de una familia noble de la ciudad escocesa de Dundee. Además, MacKenzie fue un miembro destacado del parlamento, distinguido con el título de Lord Advocate, nombrado Sir y también formó parte del consejo real. Una trayectoria impecable e importante para la historia británica, que con su papel en todos los horrores vividos en aquella prisión anexa al cementerio de Greyfriars, popularmente le reportó una malísima reputación, que por la zona aún perdura.

MacKenzie fue la persona responsable de elegir las horribles torturas, para cada uno de aquellos condenados. Aquellos castigos y condenas fueron tan sanguinarios y crueles, que se ganó el sobrenombre de “sanguinario” (bloody), además de alguna que otra rabiosa maldición.

MacKenzie murió en Westminster en 1691, siendo enterrado en su cripta del cementerio de Greyfriars, conocida como el Mausoleo Negro. Lugar en el que se cree que se desataron todos los sucesos paranormales, que mucha gente asegura haber vivido.

Pese a que todos aquellos horrores y la muerte de MacKenzie sucedieron siglos antes, no fue hasta 1998 cuando un pequeño acto de vandalismo, desató una ola de poltergeist alrededor del cementerio. Un vagabundo se coló en el cementerio una noche de tormenta. En su intento por refugiarse, forzó la cerradura del Mausoleo Negro. Este descendió al piso inferior, donde reposan los restos de MacKensie y, en un intento por encontrar algo de valor, forzó y abrió su tumba. Automáticamente, el suelo cedió, cayendo sobre una antigua fosa común repleta de restos humanos. Este vagabundo, presa del pánico, escaló como pudo y a toda prisa huyó del cementerio, bajo la mirada de un vecino que pasaba por allí y que dio el aviso a la policía.

Al día siguiente, llegaron los primeros dos casos que alertaron que algo extraño sucedía. Una mujer que se acercó al cementerio y que se asomó a la entrada del Mausoleo Negro, aseguró que una fuerte ráfaga de aire llegada del interior de la cripta la empujó violentamente, cayendo de espaldas al suelo. Otra mujer, que sería encontrada desorientada vagando por el cementerio, presentaría unas extrañas marcas en el cuello, como si algo la hubiera estado agarrando violentamente. 

A día de hoy, cerca de unas 500 personas han asegurado haber sido víctimas de situaciones extrañas e imposibles en el cementerio y las inmediaciones del mismo, como empujones, golpes, arañazos y mordiscos. Los fenómenos poltergeist se extendieron a las casas aledañas, en las que sus propietarios e inquilinos, comenzaron a sufrir sucesos inquietantes. 


El interés que suscitaban todos estos fenómenos, llevó a un periódico local a contactar con el ministro espiritualista Colin Grant, para que les acompañara hasta el cementerio y la antigua prisión y practicara un exorcismo. El terror que sintió y la cantidad de almas en pena y demonios, que aseguraba moraban entre aquellas paredes, le hizo abandonar aquella experiencia. Grant moriría unos meses después.

Greyfriars es posiblemente el cementerio más encantado de toda Escocia, aunque también es un enclave turístico muy interesante que, además, alberga historias mucho más amables que las relacionadas con Bloody MacKensie.

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