El Trauco, el encantador de mujeres y su perversa familia.

Chile y concretamente la isla de Chiloé, tienen una curiosa leyenda que protagoniza un pequeño ser, similar a un gnomo u ogro, que acostumbra a acechar a mujeres jóvenes que caminan solas por el bosque.


El Trauco mide menos de un metro de alto, su aspecto es como el de un pequeño ogro, vestido con harapos y un sombrero de paja muy característico. No tiene pies y sus piernas terminan en sus tobillos en forma de muñones. Se hace acompañar de un largo y retorcido bastón, además de un martillo de piedra, que en ocasiones coloca a sus pies, justo para disimular la ausencia de ellos.


El Trauco, que vive cerca de las casas de los lugareños para mantener controladas a las jóvenes mujeres de esas casas, se oculta en lo alto de los árboles, para no ser visto y tener una mejor visión de los alrededores. Cuando detecta a una joven que camina sola por el bosque y que considera atractiva, baja y golpea fuerte tres veces con su martillo en un árbol. Cuando la joven se recupera del susto, el Trauco se sitúa a su lado y le sopla, como si una suave brisa la rozara. La joven al suelo desmayada, presa del encantamiento del Trauco


Cuando se despierta y marcha a su casa, durante los meses posteriores comienza a experimentar cambios físicos
y pasados 9 meses, la joven dará a luz a un bebé.

Si el Trauco echa el ojo a una joven, pero esta se encuentra acompañada, le hará saber que se encaprichó de ella dejando sus excrementos en la puerta de su casa. Los días posteriores, el Trauco visitará en sueños eróticos a la joven, presentándose con el aspecto de un joven guapo y apuesto. Poco a poco, enamorará a la joven hasta ganarse su confianza y conseguir acceder a su habitación.

Si los padres de una joven sospechan que un Trauco ronda a su hija, suelen dejar un montón de arena en la mesa por las noches. Este al entrar en casa y ver el montón de arena, se verá atraído por la necesidad de contar cada grano hasta el amanecer. Una vez el Sol hace su aparición, huirá para no ser visto, esperando una nueva oportunidad la noche siguiente.

Tanto antiguamente como hoy en día, aún hay muchas familias que culpabilizan al Trauco de embarazos no deseados. 


Lo curioso de esta leyenda, es que el Trauco fue tentado, a su vez, por La Condená, una antigua, hermosa y joven mujer de familia pudiente, entregada a todo tipo de placeres, debido a su posición y clase social. La Condená, de la que las buenas gentes de Chiloé olvidaron su nombre hace tiempo, atrajo con su vida pecaminosa al diablo, que la condenó a ser un espíritu o demonio maligno. 


Una vez se convirtió en un monstruo de aspecto aterrador, que tentaba y amenazaba a los hombres para que aceptaran entregarse a ella con los ojos cerrados, se fijó en el Trauco, por el que se sintió atraída y despertó en ella un deseo insaciable. 

Ella encandiló al Trauco y de la semilla de aquella unión, nació otro ser aterrador de la mitología chilena, como es la Fiura. Esta es hija del Trauco y de La Condená, además de ser la esposa de su propio padre. De esta forma, se dice que perpetúa ese espíritu de perversión heredado de su madre.


La Fiura, que hereda tanto el aspecto monstruoso y capacidad de encanto de su padre y su madre, acostumbra a bañarse en los lagos y orillas de los ríos, quedándose recostada y desnuda sobre el musgo durante horas. Si algún animal u hombre la observa y no es de su agrado, esta puede desplegar su pestilente aliento, incluso a metros de distancia, quebrando los huesos de sus víctimas. Si, de lo contrario, es de su agrado, esta lo tentará igual que hace su madre, pidiéndole que tenga relaciones con ella, a cambio de que no le mire a la cara. Si este la mira directamente a la cara, la Fiura lo quebraría con su mortal aliento. Después de tener relaciones, sus víctimas se vuelven totalmente locas.

El Trauco, La Condená y la Fiura forman una de las familias de leyenda, más aterradoras del folclore chileno y de toda América latina.

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