Hedy Lamarr: actriz y precursora del WIFI.

Hedwig Eva Maria Kiesler, más conocida por los cinéfilos más clásicos como Hedy Lamarr, nació un 9 de noviembre de 1914 en Austria. Fue una actriz muy conocida y exitosa de la década de los 40, la edad de oro de Hollywood en el que trabajó para directores de la talla de King Vidor en Camarada X y Cenizas del amor, Jacques Tourner en Noche del alma, Robert Stevenson en Pasión que redime o Cecil B. Demille en Sansón y Dalila. Además de interpretar junto a estrellas de renombre de aquel momento. Considerada también un ícono sexual, Hedy Lamarr era mucho más que una gran actriz, fue un ejemplo de feminismo ya en aquel tiempo, aparte de una persona tremendamente inteligente y perspicaz.

A muy temprana edad la joven Hedwig Eva Maria llamaría la atención de sus profesores de escuela, que detectarían en ella un gran potencial intelectual por encima del resto. Así se lo comunicarían a sus padres que se preocuparían de que no le faltara de nada para seguir formándose en sus estudios. Pero llegado el momento, cuando se encontraba cursando los estudios de ingeniería, se vio atraída por la interpretación, hecho que le llevó a convencer a su padre para que le concediera su sueño de pagarle los estudios de arte dramático, dejando apartados los de ingeniería.

Hedwig conseguiría su primer papel en el cine, de la mano del director Georg Jacoby. Más tarde llegarían pequeños papeles en producciones checas y germanas. Aunque la popularidad le llegaría por primera vez en 1932, cuando protagonizaría a la edad de 16 años la película Éxtasis, del director checo Gustav Machaty. En ella la joven adolescente Hedwig protagonizaría el considerado primer desnudo integral del cine, como también interpretaría la primera escena fingiendo un orgasmo. Como decía, aquello le reportó gran popularidad, pero también una gran polémica, pues varios países, incluido el Vaticano, criticarían la película censurándola y prohibiendo su visionado.



Fue en aquella época cuando un importante empresario del sector armamentístico alemán, Fritz Mandl, quedaría prendado de Hedwig, hasta el punto de pedir formalmente su mano a sus padres. La petición Mandl fue recibida con buenos ojos por sus padres, que la consideraban una oportunidad de oro para lavar el nombre de su hija, casándola con un hombre tan respetado e influyente como Fritz Mandl. Hedwig se vería obligada a aceptar y abandonar sus estudios de arte dramático. Pero eso no fue más que el inicio de una mala experiencia.

El matrimonio se fue a vivir a un castillo propiedad de Mandl, donde la joven Hedwig terminaría presa contra su voluntad, debido a los enfermizos celos de su marido, que era mayor que ella. Mandl quiso y buscó hacerse con todas las copias de Éxtasis y no la permitía desnudarse o bañarse, si no era en su sola presencia. Hedwig, que retomaría allí sus estudios de ingeniería, no soportaba sentirse como un trofeo que su marido exhibía en lujosas fiestas con personajes como Mussolini o Hitler, con los que Mandl mantenía una estrecha relación comercial. 

Aquello no era la vida que esperaba una mujer con inquietudes y de gran nivel intelectual como ella, por lo que un buen día aprovechando que su marido se encontraba en un viaje de negocios, suministró unos somníferos a una sirvienta, se vistió como ella y llevándose varias joyas que le sirvieran para intercambiar por dinero, escapó dirección París, para luego llegar a Londres y desde allí embarcar dirección Estados Unidos. Fue en aquel viaje en barco donde conocería al productor norteamericano de cine Louis B. Mayer, que llegados a suelo estadounidense le propuso contratarla para trabajar en sus producciones a cambio de cambiar su nombre, asociado aún a la polémica Éxtasis. Así pues Edwig pasaría a llamarse Hedy Lamarr y trabajar para la gran Metro-Goldwyn Mayer.


 

Hedy iniciaría así una exitosa carrera en Hollywood, donde terminaría casándose en cinco ocasiones más. Pero la vertiente menos conocida de Hedy Lamarr llegaría  precisamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, donde la actriz ofrecería al Gobierno de los Estados Unidos sus conocimientos en ingeniería. Hedy poseía mucha información gracias a su matrimonio con Mandl, que buscaba poner al servicio de los aliados.

Pese a que en un primer momento no parecían tomarla en serio, logró un puesto en el departamento de tecnología militar, donde descubriría que los Estados Unidos utilizaba unas señales de radio que guiaban los torpedos de la armada y que también utilizaban sus propios espías en bando enemigo, muy fáciles de interceptar. Es por ello que ideó junto a su buen amigo, el compositor de música George Antheil, un sistema inspirado en un principio musical, que consta de 88 frecuencias, capaz de hacer saltar señales de transmisión entre el espectro magnético y, así complicar la detección de esas señales y hacerlas más seguras.

Su propuesta bien argumentada y elaborada, no fue tomada en consideración, aunque años más tarde durante la crisis de los misiles de 1962, Estados Unidos echaría mano de esta tecnología, que hoy en día sirve como base para los sistemas de posicionamiento por satélite como los GPS, además de ser el precursor de algo también tan utilizado como es el WIFI.

Tras aquello Hedy Lamarr siguió trabajando en Hollywood, sin dejar nunca de interesarse por la ingeniería, trabajando en sus ratos libres en esa pasión. Muchos años después en 1997, con más de 80 años de edad se le concedería el premio homenaje a sus atribuciones en la tecnología y la ciencia en los conocidos como los Pioneer Award, a los que contestaría ante todos los asistentes con un escueto y lapidario: “It’s about time”, un “ya era hora” que vendría a describir el sentir de una mujer, que llevaba demasiado tiempo esperando que se le reconocieran sus aportaciones a una sociedad mejor.

El 19 de enero del 2000 Hedy Lamarr moriría a la edad de 85 años, dejando un legado incomparable, con un montón de patentes a su nombre que cedió o regaló durante su vida, porque sus motivaciones no eran otras que hacer algo bueno. Es por ello que el 9 de noviembre es el Día del inventor en honor a ella. Más allá de su talento interpretativo y sus numerosas aportaciones en el campo de la ciencia y la tecnología, Hedy Lamarr fue además una feminista convencida que no temía dar su opinión o defender sus derechos ante cualquiera, prueba de ello son algunas de sus frases más célebres, algunas llenas de ironía, que mostraban a una mujer muy adelantada a su tiempo y uno de esos personajes tan interesantes, que cuando descubres más sobre ellos quedas completamente fascinado.

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