“Cuatro niños en venta”, la dramática historia tras una imagen real.

Hay imágenes que nos pueden parecer imposibles, imágenes capaces de remover las entrañas de cualquier persona con un mínimo de sentimiento. Una de esas instantáneas es de la que hoy escribo, una imagen por muchos ya conocida. La imagen por si sola es todo un despropósito cargado de vergüenza, impotencia, incredulidad… además de una contundente, a toro pasado, crítica social que la historia se encarga de recordarnos de vez en cuando.


La que para muchos es considerada, entre los que me incluyo, una imagen para la vergüenza, tuvo lugar en el año 1948 en Chicago (Estados Unidos) y fue publicada por un periódico local de Indiana, el 5 de agosto de ese mismo año. A pie de foto se publicaba lo siguiente:
Un gran letrero de ‘Venta’ en un patio de Chicago cuenta la historia trágica del Sr. y la Sra. Chalifoux, quienes se enfrentan al desalojo de su apartamento. Sin ningún lugar al que acudir, el conductor de camión de carbón Ray Chalifoux, desempleado, y su esposa deciden vender a sus cuatro hijos. La señora Lucille Chalifoux vuelve la cabeza hacia la cámara mientras sus hijos miran asombrados. En el escalón superior están Lana, 6 y RaeAnn, 5. A continuación, se encuentran Milton, 4 y Sue Ellen, 2”.

Si nos ponemos a analizar esta imagen, muy probablemente seriamos políticamente incorrectos. De primeras impacta ese cartel frente al porche de esa casa que reza: “4 Children FOR SALE. Inquire Within”. Todo ese mensaje encoge el estómago. El “4 Niños EN VENTA…”, rematado por ese algo así traducido como “preguntar dentro”, demuestra el poco amor y cariño de esos padres. Pero cuando ves a esos cuatro críos de 6, 5, 4 y 2 años posando como mercancía, muy probablemente sin ser conscientes de nada, es realmente cuando te das cuenta de la deshumanización de esa imagen, acompañada de la vergüenza personificada en una madre incapaz de dar la cara a la cámara. Una madre que, en ese momento, llevaba en su vientre a su quinto hijo.

Hay quien invita a analizar esta imagen más fríamente, situándola en un contexto de agudizada crisis económica, que llevó al traste la estabilidad y subsistencia de cientos y miles de familias. Sin duda, esa visión hay que tenerla muy en cuenta a la hora de analizar esta imagen. De hecho el matrimonio Chalifoux se encontraba en esa misma situación, en la que el padre de familia, camionero de profesión, se encontraba en paro y la madre, que era una humilde ama de casa, no tenía ingreso alguno. Tampoco tenían una formación académica reseñable y se les había comunicado su inmediato desahucio, motivado por las numerosas deudas que acumulaban. Ante esa delicada posición, acrecentada posiblemente por un muy escaso nivel cultural de la familia y su entorno, los Chalifoux vieron a sus hijos como una carga imposible de mantener en un momento tan extremo. Por tanto, hay quien se afana en convencernos de no caer en la condena fácil.

Lo que hicieron los Chalifoux no es algo nuevo, ya que se ha repetido en diferentes épocas y culturas a lo largo de la historia. Podría llegar a entenderse en ese contexto económico tan adverso, desigual y precario si lo hubieran hecho pensando en un futuro mejor para sus hijos. Pero la historia real que esconde esta imagen nos enseña que, al menos para esos pequeños, el remedio fue peor que la enfermedad.

Familiares cercanos a los Chalifoux quisieron desmentir la foto, acusando al reportero gráfico que la tomó de haberla pactado con la madre a cambio de unos dólares, con la que pretendía ilustrar el momento de crisis económica tan duro que también vivía la sociedad norteamericana, tras la Segunda Guerra Mundial. De ser cierta esa falsedad que denunciaron, los hijos de los Chalifoux hubieran seguido con sus padres biológicos, pero lo realmente cierto es que no tardaron en ser vendidos, incluido el bebé que aún estaba por nacer. 

Rae (5 años) y Milton (4 años) fueron vendidos a una familia de campo el 27 de agosto de 1950. A ambos les cambiaron el nombre y fueron obligados a trabajar prácticamente como esclavos. A los 17 años Rae fue violada y tras ello, internada en una institución para niñas embarazadas. Ella consiguió escapar de allí y comenzar una nueva vida, aunque fuera descubriría que su hijo habría sido dado en adopción sin su consentimiento. Por contra Milton acabaría convirtiéndose en un joven problemático, debido a una vida llena de maltratos. Terminó recluido varios años en un hospital psiquiátrico.

A Lana (6 años) y Sue Ellen (2 años) también las vendieron, aunque a ellas se les perdió la pista. Curiosamente, gracias a las redes sociales se las logró encontrar, aunque ya fue demasiado tarde para Lana, que murió de cáncer en 1998. 

Por su parte, David, el recién nacido, fue el que aparentemente tuvo mejor suerte, ya que pese a ser vendido a una familia recta y estricta, según sus palabras no le faltó ni cariño ni amor.

Las opiniones al respecto de los principales afectados van desde la comprensión, al odio más profundo. Tras vender a sus hijos, los Chalifoux perdieron la casa y se separaron. La madre se volvería a casar y pese a no tener una situación mucho mejor, volvió a quedarse embarazada y dar a luz a 4 hijos, a los que esta vez si criaría sin necesidad de desprenderse de ellos.

Tras la publicación en su momento de la noticia, varias personas quisieron colaborar con la familia e incluso adoptar desinteresadamente a los niños, algo que los Chalifoux se negaron en rotundo si no había dinero de por medio. Como dato, a Sue Ellen la vendieron finalmente por 2 dólares de la época.

Sin duda el contexto hay que tenerlo siempre en cuenta y, en situaciones extremas, hay que intentar comprender ciertas decisiones. Dar en adopción a unos hijos debe ser un proceso duro, una decisión que debe meditarse bien y siempre en beneficio del futuro y bienestar de los más pequeños. La historia que se desveló con el tiempo tras esta foto y las consecuencias que desencadenaron esa decisión, tan solo nos dejó a cinco víctimas indefensas que fueron tratadas como vulgares objetos mercantiles, de los que poder desprenderse por unos tristes dólares que, ya ni tan siquiera a la larga, no arreglarían absolutamente nada de la delicada situación que vivían.

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