Oni-Baba, la devoradora de carne.
Oni-Baba es uno de esos Yōkai que merodean los bosques de Japón, a los que muchos japoneses intentan evitar porque si se cruzan con ella, es muy posible que sean devorados.
LA LEYENDA.
Dos monjes budistas caminaban bajo la lluvia por el bosque, cuando una anciana los encontró y con buenos modales les pidió que la siguieran para darles cobijo. Al llegar a su destino la anciana les llevó hasta una cueva donde ella vivía, allí les acomodó frente a una hoguera y les preparó un caliente plato de caldo con carne, mientras ponía a secar sus túnicas.
Llegado el momento, la anciana les anunció que iba a salir de la cueva y que, mientras tanto, ellos lo único que debían respetar era el no husmear al final de la misma, justo detrás de una cortina. Los monjes siguieron cenando hasta que a uno de ellos le entró la curiosidad. ¿Qué podrían perder si la mujer había ido?
Los dos se acercaron al final de aquella cueva y cuando deslizaron la cortina, lo que vieron les produjo un terrible miedo. Aquella habitación estaba repleta de huesos, cuerpos troceados y otros desangrándose, un auténtico matadero. Cuando los monjes entendieron el peligro que corrían, fueron rápidamente a recoger sus túnicas, pero cuando se dispusieron a salir de aquella cueva, la anciana estaba allí para recordarles lo único que les había pedido que no hicieran.
La leyenda cuenta que los monjes sobrevivieron gracias a sus plegarias, las cuales alejaron el mal de Oni-Baba y les permitió huir de aquel lugar. Pero esta tan solo es la leyenda, realmente Oni-Baba tuvo un origen trágico que la tornó en un Yōkai que vive en los bosques japoneses y se alimenta de la carne de los incautos que se pierden por ellos.
SU ORIGEN.
Su historia se remonta a las épocas del Japón feudal. Allí una familia noble tenía una hija perfecta en todo, salvo que desde bien pequeña era incapaz de articular palabra alguna.
Sus padres incapaces de conseguir que su hija hablara, hicieron llegar ante ellos a decenas de médicos que no lograron nada. Tal era su desesperación que acudieron al sabio más importante de todo Japón, que les indicó que debían dar de comer a la pequeña un hígado de bebé no nato.
Pese a que aquello les generaba un profundo rechazo, no iban a dejar pasar esa oportunidad para conseguir que su buena hija pudiera hablar. Su madre marchó para encontrar a la mujer que estuviera dispuesta a tal sacrificio, no sin antes entregar a su hija su preciado amuleto, uno que llevaba generaciones en su familia y que la protegería.
La madre recorrió durante años el territorio buscando a alguna mujer embarazada que aceptara venderle su hijo a un no nacido. Muchas la tildaron de loca, se escandalizaron, horrorizaron y ninguna de ellas aceptó. El tiempo pasó y envejecida, la madre decidió que, tal vez era mejor aguardar escondida en una cueva a que se acercara por allí una embarazada, asaltarla y arrebatarle a su bebé del vientre.
La madre esperó y esperó hasta que se presentó esa oportunidad. Fue una chica joven y embarazada que al pasar cerca de aquella cueva, fue abordada por la envejecida madre. La arrastró a la oscuridad de aquella cueva, la asesinó y le arrancó el feto que llevaba en su interior. Tan solo una vez consumada aquella atrocidad, pudo comprobar que aquella joven llevaba colgado al cuello algo que le era familiar, su amuleto de la suerte. Aquella joven era su hija, había asesinado sin saberlo y obsesionada con su misión a su propia hija.
Por sus actos y el dolor provocado, la madre se convirtió en una Yōkai que merodea los bosques buscando a quien poder asaltar.


Escalofriante leyenda, la desconocía por completo. Gracias por compartirla. Saludos.
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