El miedo, medida de supervivencia natural.

¿Quién no tiene miedo o quién no ha sufrido miedo en su vida? Desde bien pequeños sentimos miedo y eso no es algo malo, más allá de las fobias, miedos irracionales o demás temores que podamos adquirir durante nuestra vida, tanto de elementos o situaciones externas a nosotros mismos, sentir miedo es una emoción natural que funciona como arma de supervivencia evolutiva.


En el caso de los miedos adquiridos, esos miedos conocidos como exógenos, depende de lo capaces que seamos o no de controlarlos, pueden y en algunos casos deben ser tratados por expertos que nos ayuden a ello e incluso superarlos. Pero en el primero, los conocidos como endógenos o innatos, la cosa cambia porque son miedos que nos mantienen en alerta ante situaciones que potencialmente nos pueden suponer un peligro de forma natural. Ejemplo de ello sería el miedo a la muerte, a fenómenos naturales como tormentas, terremotos, etc o a la oscuridad. Son ese tipo de miedos que llevamos grabados a fuego en nuestros genes desde los albores evolutivos de la humanidad.

Estos miedos nos ayudan a sobrevivir y aunque pase el tiempo y vivamos en mundos, teóricamente más seguros en los que nos sintamos más resguardados, nadie nos puede liberar de ellos. Tal vez ese miedo más evidente innato es, por ejemplo, al de la oscuridad, que es una clara herencia evolutiva de nuestros días viviendo en plena naturaleza. A diferencia de otros animales que sabían moverse en la oscuridad de la noche, nuestros ojos no estuvieron ni lo están hoy preparados para ella. Por eso cuando aún hoy nos encontramos en la oscuridad de algún lugar que no conocemos, algo se activa en nuestro interior. Una reacción fisiológica en cadena activada aunque estemos solos u acompañados de nuestros seres queridos y sin peligro aparente a nuestro alrededor. 

Nuestro cuerpo dispara sensaciones que nos son más que conocidas como angustia, temor, inseguridad, desconfianza, impotencia… nuestro pulso se acelera ya que nuestro corazón bombea mucha más sangre, las pupilas se nos dilatan para lograr ver algo en esa oscuridad y un sudor frío nos recorre el cuerpo. Todo ello para prepararnos para una posible huida repentina o para enfrentarnos a ese ipotético peligro que amenace nuestra existencia.

Nuestros antepasados más ancestrales que dormían en cuevas o descansaban al aire libre rodeados de naturaleza, estaban expuestos a constantes amenazas de depredadores, ya sea por el día o la noche. De hecho las noches debían ser un momento más que complicado y en el que, hasta que no se dominó el fuego, realmente el porcentaje de sobrevivir hasta el día siguiente debía ser bastante bajo. Por ello y aparte de vivir en pequeños grupos sociales que nos permitieron protegernos también en grupo, el miedo se convertía en una especie de sistema de alarma biológica y natural, encargada de mantenernos en alerta para sobrevivir a las múltiples amenazas que nos rodeaban y, así pues, sobrevivir y prosperar en nuestra evolución.

Hoy en día esos miedos continúan funcionando y pueden salvarnos de muchas situaciones complicadas, no solo desde niños, donde los miedos, si cabe, son muy importantes para evitar ponernos innecesariamente en peligro en una etapa muy vulnerable. Nuestra sociedad tiende a pedirnos que escondamos nuestras emociones, esas que según algunos piensan que nos hacen débiles y vulnerables a ojos de los demás, tales como la tristeza o el miedo. Emociones totalmente naturales y necesarias que nos acompañan desde que el hombre es hombre y de las que nunca debemos renegar, ya que esos miedos innatos pueden seguir salvándonos de peligros, que aún hoy amenazan nuestra existencia.

Comentarios

  1. El tema del miedo y la supervivencia es algo que siempre me ha llamado la atención. Independientemente de la adrenalina que uno siente cuando es miedo buscado
    Me ha encantado tu post.
    Un abrazote!

    https://similocuramedeja.blogspot.com/

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