¿Por qué somos indefensos al nacer?

En el nacimiento hay algo que nos diferencia del resto de especies, esa total indefensión e imposibilidad de valernos por nosotros mismos tras nacer. ¿Los motivos? Existen varias teorías, pero me centraré en una de ellas para explicar y plantear el motivo de nuestra genuina inteligencia humana.


Cuando nacemos somos incapaces de valernos por nosotros mismos, por ejemplo hemos de esperar cerca del año para empezar a dar nuestros primeros pasos, algo más para poder articular palabras de forma algo comprensibles e incluso no logramos enfocar con nuestros ojos, de forma nítida, hasta unos meses después. Es tal nuestra indefensión ante el mundo para el que de primeras no estamos preparados, que ni tan siquiera nuestro cráneo está cerrado por completo, dejando desprotegido a nuestro joven cerebro los primeros meses se vida.

Si te lo paras a pensar, en la naturaleza no hay un ser vivo que cuando llega al mundo no empiece a valerse por si solo o dependa tantísimo de sus padres. Ya sea empezando a caminar, nadar, comer... en minutos la naturaleza activa los instintos básicos para que esa cría pueda lograr sobrevivir y tener una oportunidad. En cambio en los humanos eso no sucede.

Durante nuestra evolución uno de los aspectos  primordiales para convertirnos en lo que somos como especie única y diferencial es el tamaño de nuestro cerebro. Nuestro cerebro es el más grande de todas las especies de la tierra, algo que nos aporta una inteligencia y posibilidades inalcanzables para las demás. Pero para conseguir ese rasgo esencial, la naturaleza tuvo que redefinir nuestra gestación y nacimiento. 

Una de las primeras consecuencias de nuestra evolución, aparte de un cerebro más grande, fue dejar de desplazarse sobre cuatro patas y caminar sobre nuestras dos piernas. Para ello, entre otras, se necesita unas caderas más estrechas. Un bebé humano al nacer tras los 9 meses de gestación lo hace con un cerebro un 30% del tamaño del que tendrá de adulto. Si se compara con los primates, que dan a luz a los 8 meses y medio, sus crías nacen con un cerebro un 40% del tamaño del que tendrán de adultos. Si las mujeres esperan a que el bebé se forme hasta valores similares a los de los primates, el embarazo duraría del orden de 18 a 21 meses y el principal problema lo encontraríamos al no poder pasar por el canal del parto. 

Por este motivo nuestra evolución nos lleva a acortar los tiempos de la gestación y provocar el embarazo antes de estar formados o preparados completamente, con el fin de poder adaptarse a esas caderas más estrechas y un canal del parto, que encontramos en la pelvis, también más estrecho que el resto de los mamíferos a proporción. Nuestro cráneo al nacer no está completamente ensamblado, pues nuestro cerebro sigue siendo grande para alumbrar, por lo que debe ir adaptándose al pasar por dicho canal, como si de piezas articuladas se trataran. Debido a todo ello nacemos totalmente indefensos y plenamente dependientes de nuestros padres, para proseguir nuestra formación y crecimiento fuera del útero.

Pero aquí no acaba la cosa, pues ese cerebro enorme, nos permite como padres conseguir algo que el resto de animales serían incapaces, como es identificar las necesidades de nuestro recién nacido gracias a nuestras habilidades cognitivas, que aplicamos en el momento de ser padres aunque seamos primerizos.

Ya ves que aunque hubo un tiempo en el que nacer era muy peligroso, la evolución se la jugó a una carta arriesgada con nosotros, con tal de conseguir que la especie humana evolucionara y sobreviviera con éxito.

Comentarios