Origen y credibilidad de la Ley de Murphy.

Son muchos los que la nombran y creen en ella como una especie de ley natural absoluta e incontestable, presente prácticamente en todo, capaz incluso de regir nuestro destino pese a que nos opongamos a ella. Algo así como la teoría perfecta para demostrar que realmente existe lo que llamamos mala suerte. ¿Te animas a conocerla y decidir por ti mism@ si merece tanto interés?.


Si algo puede salir mal, lo hará”. Esta frase que seguro has oído en alguna ocasión de boca de alguna o algún pesimista empedernido, es la base de la conocida como Ley de Murphy. Y es que esta ley representa fielmente a todos y todas aquellas pesimistas a lo largo y ancho del globo, prestándose a creer en ella como una suerte de teoría científica comprobada que mueve el mundo. Lo cierto es que dicha ley no está registrada en ningún libro oficial, revista científica o cualquier otra publicación que goce de la credibilidad de la ciencia. 

Una de esas historias/leyendas que se cuentan sobre como se originó dicha ley, tiene que ver con un ingeniero estadounidense, Edward Murphy Jr. allá por la década de los 40. En 1949 Edward Murphy Jr trabajaba para las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, a cargo de un proyecto aéreo-espacial. Ante un fallo humano insospechado de cálculo, que dio al traste con unas costosas pruebas, Murphy clamó al cielo y delante de todo su equipo y la persona responsable de tal fracaso, expresó lo que sentía: “Si esa persona podía cometer un error, lo haría con toda seguridad”. Aquella afirmación empezó a correr de boca en boca entre los miembros de su equipo de trabajo, viralizándose de tal manera que muchos de sus colegas comenzarían a contemplarla como un hecho a tener en cuenta. Pronto a esa teoría la conocerían con el nombre de Ley de Murphy.

Pero donde realmente se comenzaría a expandir masivamente entre la sociedad, sería durante una rueda de prensa llevada a cabo por un capitán de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos llamado John Paul Stapp. En esa rueda de prensa el capitán Stapp comparecería para informar sobre las pruebas con fuerzas G que estaban llevando a cabo, felicitándose porque todos los sujetos que participaron en dichos experimentos no resultaron heridos, gracias a que habían estado poniendo en práctica la Ley de Murphy. Con ello destacaría que habían estado sopesando todas y cada una de las posibles causas de fracaso, con el fin de adelantarse a ellas y hacerlo todo más seguro y exitoso. De esa forma conscientemente o no, se difundiría la Ley de Murphy, que pronto empezaría a gozar de mucho interés.

La Ley de Murphy ha logrado persistir en el tiempo bien viva, ganando adeptos y seguidores pese a que ni tan siquiera el tal Edward Murphy Jr. dejara constancia alguna de tales leyes que la forman. De hecho han sido los propios curiosos e interesados a lo largo del tiempo, quienes han ido formulando leyes y teorías que, a su vez, han dado cuerpo a la Ley de Murphy.

Pese a las dudas razonables, la propia ciencia en ocasiones ha estudiado y analizado algún ejemplo claro de dicha Ley, con el fin de aportar un aval científico que la respalde, pues la suerte no influye ni participa en ella, igual que sucede en cualquier rincón del universo. 

Así pues, la próxima vez que te sirvas una tostada untada con mantequilla y se te caiga de la mesa, posándose precisamente en el suelo por el lado untado de mantequilla, maldiciendo a Murphy y su ley, piensa en lo siguiente: la única explicación por la que en la gran mayoría de las ocasiones sucederá tal cosa, es debido nada más y nada menos que a la física. La altura de la mesa influye en ello, al provocar que la tostada de tan solo media vuelta, motivando que caiga por el lado untado de mantequilla directamente al suelo. De ser más alta la mesa podría dar una vuelta de 360º, permitiendo a la tostada caer del lado no untado. Pero las comprobaciones realizadas demuestran que para conseguir tal cosa, la mesa debería medir aproximadamente unos tres metros de alto. 

Así que ya sabes, la Ley de Murphy es más una teoría popular que, pese a no ser científica, sirve perfectamente para adelantarse a todos esos posibles fallos o riesgos y evitarlos.

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