Relatos Pandereta: La Sombra de la mentira. (Cap.02)

CAPÍTULO 2: EL ENCUENTRO.

¿Qué sucedió en el primer capítulo?: “Tras recibir la inesperada visita del señor Greenwood, secretario y persona de confianza de Arthur McGonagall, uno de los hombres más influyentes del país, ofreciéndole un misterioso trabajo irrechazable, Jack Brown acepta reunirse con McGonagall y descubrir cuál es el motivo de tanto secretismo”. Continúa con la historia:


Son las 7:53 de la mañana y me encuentro desde hace un rato aparcado junto al acceso, con garita de seguridad de la entrada. Arranco y me acerco comunicando que tengo cita con el señor McGonagall a las 8:00. Accedo y llego a una glorieta frente a la puerta de entrada de esa majestuosa mansión, frente a la que detengo el coche y veo que ya me esperaba Greenwood.
- Me alegro de verle señor Brown. Bien puntual, como le gusta al señor McGonagall.

Greenwood me da paso y me informa que la reunión la llevaremos a cabo en el ala trasera de la casa, donde el señor McGonagall me espera con el desayuno. Cuando llegamos contemplo las vistas de la ciudad y sentado en una silla de jardín, junto a una mesa redonda no muy grande, bajo un parasol, de cara a la piscina y ojeando la prensa,está el señor McGonagall.
- Señor, le presento a Jack Brown.
- ¡Ah! Muchas gracias Greenwood. Encantado señor Brown, tome asiento por favor. ¿Le apetece desayunar conmigo?
- Se lo agradezco, pero preferiría ir al grano señor McGonagall.
- Mmm... me gusta. Bien pues, si todos estamos preparados y el señor Greenwood tiene el dosier y los documentos, podemos empezar.


En ese momento Greenwood saca unos papeles, contratos de confidencialidad que me informa debo firmar antes de empezar. En ellos leo diferentes cláusulas que de incumplirlas, básicamente me acarrearían infinidad de problemas legales. Firmo no sin antes informarme que de finalmente no aceptar el trabajo, sería libre de marcharme pero obligado a cumplir con lo estipulado respecto a la confidencialidad. Una vez solventado ese trámite, McGonagall se pone serio para decirme:
- Bien señor Brown, necesito su ayuda porque mi hija ha desaparecido.

No hubiera pensado que la razón de tanto secretismo y espera fuera algo tan urgente y prioritario como la desaparición de una hija. De alguna manera quedé algo descolocado, pero ya estaba allí y quería saber más.
- Lo siento mucho señor McGonagall, no debe ser sencillo sobrellevar estas horas pero, ¿ha llamado ya a la policía? Con todos los respetos, este no parece ser un caso que deba encomendar de primeras a un investigador privado.
- Tiene razón Brown, pero ESTE no es un caso cualquiera. Tengo un imperio que mantener, rodeado de rivales que esperan la más mínima muestra de flaqueza para atacarme y arrebatarme TODO por lo que tanto he trabajado. Por ello, no puedo dejar que la policía se implique, no por ahora, ya que ello desataría filtraciones y rumores que no nos harían NINGÚN bien.


Aquella no parecía ser la respuesta que esperaba. Aún sentía que algo raro había detrás de todo aquello, no sentía que fuera lógico toda aquella aparente formalidad y naturalidad, con algo que haría perder los papeles a cualquier padre. De todos modos saqué mi libreta y bolígrafo y me dispuse a preguntar.
- De acuerdo. ¿Cuándo desapareció su hija?
- Hace unos 15 días que dejamos de saber de ella, ¿no es cierto señor Greenwood?


¿¡15 DÍAS!? Pensé para mí. Si las primeras 24/48 horas son primordiales, ¿¡que COÑO ha estado haciendo este MALDITO ESTIRADO todo este tiempo!? o... ¿es que su hija tiende a desaparecer habitualmente?
- 15 días son muchos señor McGonagall. ¿Ha sucedido esto alguna otra vez?
- Efectivamente señor Brown, Carla no es la primera vez que se marcha, pero es la primera que pasa tanto tiempo y no volvemos a saber de ella. Es una niña dulce y cariñosa, pero ya conoce como son los adolescentes, parecen enfadados con el mundo que les rodea. Imagino que el haber perdido a su madre tan joven y que yo no pueda prestarle la atención que merece, son factores que de alguna manera la han vuelto contra mí. Aunque siempre acaba volviendo a mí lado.
- Ya veo. ¿Sospechan de algún lugar al que haya podido ir?
- El señor Greenwood en persona, con ayuda de personal de confianza, ha revisado los lugares más frecuentados por Carla y sus amistades, pero no parece estar en la ciudad.
- ¿Alguien que le haya dejado un mensaje? ¿Puede que ella haya dejado alguna nota o dicho algo que pudiera hacerles pensar que esta vez iba a ser diferente? ¿Discutieron?
- Siempre discutimos señor Brown, pero es mi niñita y siempre la perdono. Y no, no dejó nota alguna.


Todo es sumamente extraño. Sigo descolocado así que continúo con el habitual interrogatorio tanto a McGonagall como a Greenwood. Sobre lo que me explican de la hija, parece ser una chica rica encerrada en una especie de jaula de oro, de la que siempre escapa pero vuelve al poco tiempo... la pregunta es ¿qué le ha hecho ahora desaparecer de verdad? A no ser que ya esté muerta, ¿qué hay allí fuera para que aún no la haya hecho volver? Si realmente no está retenida contra su voluntad.

Sobre la chica su nombre es Carla McGonagall. Aunque tiene su apellido no es hija de Arthur McGonagall y si de su segunda mujer. Cuando se casaron él la adoptó y tras la muerte de su madre, por cáncer, fue lo único que le quedó de ella. Arthur McGonagall no tiene más hijos. Por un lado habla de su hija de manera dulce, pero a la vez se muestra duro cuando habla de su "difícil" comportamiento, según él. Eso y que parezca anteponer su imagen y carrera a la desaparición de su hija, es algo que me mosquea bastante.
- Siento insistir pero, ¿sospechan de alguien que pueda tener intención de extorsionarle o hacerle daño a través de su hija?
- Gente que le encantaría verme acabado mucha, que sean capaces de arrebatarme a mi Carla ninguno de los que yo conozca... aunque sospechamos de alguien.


En ese instante Greenwood deja sobre la mesa una carpeta. Dentro hay un contrato de trabajo e imágenes de una cámara de seguridad del recinto y en ellas un chico.
- ¿Intuyo que trabaja para ustedes?
- Trabajaba. Cuando la señorita Carla desapareció dejamos de saber de él. Al principio no caímos en la cuenta, pero fuimos atando cabos cuando revisamos las imágenes de la cámara de seguridad y vimos lo que aparecía.


Por lo visto Carla inició un romance con ese chico del personal. Ronald Clifford era su nombre, un nombre que según Greenwood es falso. El chico tan solo hacía unos tres meses que había entrado a trabajar como personal de mantenimiento. Si no fuera por el tema del nombre falso, sería un claro caso de “Romeo y Julieta”, pero puede que esta sea una pista por la que empezar a tirar del hilo.
- ¿Contratan ustedes mismos al personal?
- No, se encarga una empresa externa de ello.
- Bien, pues necesitaré hablar con ellos urgentemente.
- En el dosier tiene todos los datos que necesita señor Brown.


Agarro el dosier y le echo una ojeada. Tener las imágenes de la cara de ese chico puede ayudarme, pero algo me dice que no será sencillo.
- Entonces señor Brown, ¿acepta el trabajo?
- Sí.
- Perfecto. El señor Greenwood le pondrá al corriente de la cantidad de los pagos. Una parte ahora, otra cuando obtenga pistas fiables de su paradero y la última cuando me la devuelva. Espero que encuentre pronto a mi niña.
- Una última cosa señor McGonagall, ¿puedo ver la habitación de Carla?


Continuará...

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