Los orígenes del Shinobi.

Lo que conocemos de los ShinobiNinja es sobre todo gracias a las películas o novelas modernas que nos presentan a estos personajes como poco menos que héroes sobrenaturales, con capacidades extraordinarias e incluso mágicos. Aunque su historia y orígenes o, más bien, lo poco que aún conocemos o comenzamos a conocer sobre ellos, indicaría que la realidad se alejarían mucho de todos esos mitos. Los Ninjas fueron durante una época figuras importantes para el poder en algunas regiones del Japón feudal. Temidos y a la vez admirados a partes iguales, su código de conducta era completamente distinto al de otra de las figuras míticas de la cultura japonesa como fueron los Samurái. Los Ninjas siempre me fascinaron, igual que los Samurái, y visto que conocemos muy poco sobre ellos, incluso hay quién llega a confundirlos o duda de su existencia, hace tiempo que me decidí a buscar información sobre ellos para poder entenderlos algo mejor y poder compartir un poquito de su historia y orígenes.

Sus primeros orígenes se remontan al siglo VI, aunque no es hasta el siglo XV cuando realmente se empieza a considerarlos parte de una estructura militar. Los primeros Ninja o Shinobi empezaron a surgir antes del periodo Sengoku (1467 - 1568), en contra de lo que se creía hasta ahora, concretamente en los pueblos de Iga y Kõga, dos pueblos montañeros separados entre sí unos 20 o 30 kilómetros, que tenían cerca a la capital de entonces Kioto. Su ubicación geográfica y su cercanía con la capital les convertía en lugares estratégicos, donde la información fluía rápida y les proporcionaba cierta seguridad e independencia en sus inicios. 

Los primeros Shinobi fueron expertos en el arte del Ninjutsu, un arte marcial de la que los Ninjas basarían su aprendizaje y filosofía desde entonces en adelante y que prácticamente, se empezaría a practicar y aprender en Japón justo en Iga y Kõga, de donde provienen los pergaminos de aprendizaje más antiguos y mejor conservados.

Se cree que los primeros Shinobi de Kōga se formaron en contra de los estados Shōen (terrenos cultivados en poder de las clases altas) para combatirlos. Por su parte, los primeros Shinobi de Iga fueron el resultado de bandidos que actuaban al margen de la ley, asaltando y robando a los terratenientes de la zona. Así pues los primeros Shinobi no profesionales, fueron personas de origen humilde, trabajadores del campo que por el día labraban las tierras y que al llegar la tarde, se reunían para aprender, entrenar y perfeccionar su Ninjutsu. Aunque no era lo único en lo que se centraban, ya que los Ninjas eran personas con gran capacidad de aprendizaje que les llevaba a no solo aprender y perfeccionar tácticas de guerra con pólvora, sino también de medicina, además de textos budistas gracias a la formación de monjes itinerantes que pasaban por la zona y que les ofrecían sus conocimientos. 

A los Ninjas de Iga y Kōga en muchas ocasiones se le presenta como rivales que entraban habitualmente en guerra, pero lo cierto es que eran clanes amigos que colaboraban juntos en muchos campos, compartían información y que, incluso, llegaron a organizar bodas entre familias. 

El terreno montañoso de Iga y Kōga les permitía mantener un buen tono físico, necesario para desplegar sus aptitudes Ninja, aunque en lo que más trabajaban su cuerpo era en lo mental, la utilización de todo su cuerpo y el control de la respiración. Su preparación desde niños también les llevaba a ser expertos en supervivencia en campo abierto y a la utilización de disfraces que les hicieran pasar desapercibidos. 

Pese a lo que popularmente creemos, los Shinobi no se entrenaban para la guerra o matar, más bien lo hacían para la defensa y para pasar desapercibidos. El arma principal de un Shinobi era el ninjatō, una katana típica japonesa pero más corta y recta, que portaban para mejor movilidad en la espalda con el mango pegado a la oreja izquierda y el filo mirando hacía afuera. Este arma era perfecta tanto ofensiva como defensivamente. Además del Ninjatõ los Shinobi podían llegar a portar otras armas como los Shuriken o “estrellas ninja”, Shukos o Tekagis que eran nudillos o garras de metal, cerbatanas, explosivos varios como granadas de magnesio, que eran garrotes o bastones, Bõ-Shuriken que eran púas afiladas, Kyoketsu Shoge que eran cadenas giratorias con un peso, Endan que eran bombas de humo o Metsubushi que eran cegadoras, Kusarigamas que eran una hoz unida a una cadena con peso, Yumi arcos pequeños y sencillos de una pieza e incluso plegables, Kanigawa que eran cuerdas para escalar con tres o cuatro picos de metal, venenos varios y sus antídotos, entre otras tantas opciones.


En 1579 el hijo de un famoso Daimyō, (señor feudal bajo las órdenes de un Shōgun, que era el general de todos los ejércitos), Oda Nobukatsu, declaró la guerra a Iga provocando un conflicto conocido en la historia de Japón como Guerra Tenshō Iga. Fue entonces cuando los Shinobi de Iga, ayudados y apoyados por los de Kōga, enfrentaron al Daimyō enemigo utilizando todo tipo de artes de guerra de guerrillas, emboscadas nocturnas indetectables y la utilización de técnicas explosivas con pólvora, perfeccionadas durante su aprendizaje. 

En 1582 otro Daimyō famoso, Tokugawa Leyasu, figura importante en el futuro de Japón, fue conocedor del Incidente de Honnō-ji, en el que el Samurai y General Akechi Mitsuhide asaltó el templo Honnō de Kioto, obligando al Daimyō Oda Nobunaga, principal aliado de Tokugawa, a practicarse seppuku o harakiri, un ritual de suicidio japonés, anulando las intenciones de Nobunaga de unificar el país bajo su mando. Sabedor de lo sucedido y temeroso de correr el mismo destino, decidió contratar los servicios de los Shinobi que, demostrando gran destreza y capacidad para pasar desapercibidos, escoltaron a Tokugawa a salvo hasta su ciudad natal. 

Tokugawa quedó tan sorprendido con estos Ninjas que decidió empezar a contratarlos para diferentes trabajos como el de guardianes de su castillo, así como guardaespaldas o espías. Fue entonces cuando los Shinobi comenzaron a darse a conocer entre otros Daimyō, que empezaron a solicitar sus servicios con asiduidad. 

Los Shinobi basaban sus misiones en el sigilo, evitando al máximo el enfrentamiento para pasar desapercibidos, por lo que de darse un enfrentamiento su entrenamiento era más defensivo o evasivo, así pues se les valoraba altamente ya que de esa manera esas misiones, en ocasiones potencialmente conflictivas, podían permanecer en el anonimato sin implicar al Daimyō que les contratara. 

Su experiencia y habilidad en tácticas de escolta y seguridad, pero también en guerra de guerrillas, espionaje, sabotaje o como asesinos profesionales les abrió muchas puertas llegando incluso a marchar en guerras con los señores que les contrataban, mano a mano con Samuráis, personajes que pese a no compartir los mismos códigos de conducta de los Shinobi, los respetaban.

De esta forma los Ninjas se profesionalizaron, pasando a ser importantes mercenarios y convirtiendo a Iga y Kōga en la cuna de los Shinobi. Tras establecerse el Shogunato de Tokugawa, los Shinobi verían poco a poco reducidas sus actividades hasta ser principalmente un recuerdo en la historia, ya que sus misiones eran tan secretas y su sigilo tan extremo, que poca información existe de sus actividades, aunque se sospecha de muchas.

Curiosamente a los Ninjas no se les considera extintos, pues hoy en día perdura el considerado “el último de los Shinobi”. Su nombre es Masaaki Hatsumi, nació el 2 de diciembre de 1931 y es artista marcial y escritor japonés. Tras su formación en diversas artes marciales desde pequeño y graduarse en la facultad de medicina, en la especialidad de osteopatía, a los 26 años empezó a formarse con un legendario maestro japonés llamado Toshitsugu Takamatsu, que le instruyó en las técnicas Ninjas. Tras someterle a la última de las pruebas, el Sakki Jutsu, una técnica de percepción del peligro, Hatsumi la superó y se convirtió en Shinobi y Sôke (heredero), además de legarle los 9 pergaminos formativos de las 9 escuelas Ryu o escuelas de artes marciales, que debían superar todos los Shinobi e incluso Samuráis. Hatsumi abrió una escuela en la que poder impartir ese legado formativo de su maestro, que hoy sigue activa con el apoyo del Gobierno nipón.


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