Los rezagados japoneses, 30 años después, de la Segunda Guerra Mundial.

El 6 de setiembre de 1945 finalizó oficialmente la Segunda Guerra Mundial, 6 años y 1 día de guerra. Unos meses antes, el 15 de agosto de 1945, se procedió a la firma de la Declaración de Postdam a bordo del USS Missouri estadounidense, donde el Imperio Japonés, a través de su ministro de exteriores Mamoru Shigemitsu, firmó la total rendición del Imperio que también rubricaron para la historia Estados Unidos, Reino Unido, República de China y la Unión Soviética. Con esta firma se dio por finalizadas las hostilidades entre los Estados Unidos y el Imperio de Japón, que durante el transcurso de la SGM tuvieron los dos países a lo largo y ancho del Océano Pacífico. Pero para muchos esa rendición no fue reconocida durante meses e incluso años, posiblemente por la falta de información o la desconfianza y el temor a que su rendición supusiera un temible deshonor.


Repartidos a través de diferentes islas pequeñas del Pacífico, el Imperio Japonés desplegó a numerosos regimientos con la finalidad de proteger y hacerse fuertes contra el avance estadounidense. Tras su rendición, muchos de esos hombres quedaron aislados, en ocasiones, en pequeñas pero selváticas islas, totalmente incomunicados. Decenas o centenares de soldados japoneses siguieron luchando y oponiendo resistencia más allá del final de la guerra. Algunos tan solo se escondieron a la espera de nuevas órdenes, otros mantuvieron enfrentamientos puntuales con fuerzas del orden o boicoteaban infraestructuras, mientras sobrevivían día a día.

Durante meses y años tanto Japón como Estados Unidos, sabedores de que existía la posibilidad de que leales soldados japoneses se mantuvieran en armas debido a la falta de noticias, se dedicaron a intentar transmitir la nueva situación con miles de octavillas o folletos dejados caer desde aviones, como también mensajes emitidos a todo volumen. Algunos comprendieron la situación y se entregaron, pero muchos otros consideraron todo aquello propaganda del enemigo que deseaba hacerles salir para acabar con ellos. Esa situación duró la friolera de 29 años, cuando el oficial de inteligencia Hirõ Onoda, el 9 de marzo de 1974, y el soldado Teruo Nakamura, en diciembre del mismo año, se entregaron por fin dando por finalizada la búsqueda y recuperación de los últimos rezagados de la Gran Guerra en el Pacífico.

LA HISTORIA DEL REZAGADO HIRŌ ONODA.


El teniente Hirõ Onoda (Kainan, 19 de marzo de 1922 - Tokio, 16 de enero de 2014), se entregó en la isla Filipina de Lubang el 9 de marzo de 1974, en la que había sido destinado y donde se mantuvo escondido desde el 26 de diciembre de 1944. Onoda junto a sus tres hombres que sobrevivían o no se habían rendido tras el asedio aliado, el soldado Yūichi Akatsu, el cabo Shōichi Shimada y el soldado de primera clase Kinshichi Kozuka, se mantuvieron activos durante décadas al margen de la realidad que les rodeaba.

Tras la muerte o caída de los oficiales de mayor rango Onoda fue el único oficial que quedaba, por lo que fue ascendido a Teniente. A finales de 1945 recibieron caídos desde el aire folletos firmados por el entonces general japonés Tomoyuki Yamashita, en los que se informaba del final de la guerra, pero Onoda y sus hombres no les dieron veracidad. Aquella fue la segunda noticia del mundo que les llegó y que desoyeron por el mismo motivo

Durante años siguieron manteniendo ataques propios de las Guerras de Guerrillas en instalaciones de la isla. Se registraron tiroteos con pescadores, agricultores o con policías, volviendo a desaparecer entre la espesa vegetación. En diciembre de 1949, el soldado Yūichi Akatsu se alejó del grupo sigilosamente hasta desaparecer, siendo en 1950 cuando se entregaría al ejército Filipino. Aquello fue considerado una debilidad y una brecha de seguridad importante en el grupo, por lo que Onoda, Shimada y Kozuka decidieron ser más cautelosos y discretos en sus incursiones en líneas enemigas.

En 1952 aún recibieron más noticias que les instaban a rendirse, en ese caso fueron cartas y fotos de sus familiares que fueron lanzadas desde el aire y que, una vez más, fueron consideradas una vil artimaña del enemigo.

Shōichi Shimada, que fue herido en 1953 por el disparo de un pescador filipino y cuidado hasta recuperarse por Onoda, murió el 7 de mayo de 1954 por el disparo de un grupo de hombres que salió en la búsqueda de los soldados japoneses. Kinshichi Kozuka sería abatido por la policía local el 19 de octubre de 1972, tras sorprenderlos mientras quemaban el arroz recolectado de unos campesinos.

Hirō Onoda se mantuvo vivo y solo desde entonces. Pese a que las autoridades japonesas le daban por muerto desde 1959, el suceso de 1972 que terminó con la muerte de Kozuka, llegó a oidos del Gobierno Japonés que les hizo sospechar que el Teniente Onoda puediera seguir vivo, por lo que se organizaron delegaciones con la misión de encontrarlo. Los esfuerzos no tuvieron resultado, aunque el único que pudo localizarlo e incluso hablar con él y fotografiarlo, fue el 20 de febrero de 1974 un estudiante japonés, Norio Suzuki, que había dejado expresamente la universidad para salir en su búsqueda. Onoda forjó una buena amistad con Suzuki, pero seguía en su decisión de no rendirse, siendo solo eso posible si su entonces Comandante, Yoshimi Taniguchi, se lo ordenaba. Suzuki volvió a Japón con el logro de haber encontrado al Teniente Onoda, pero con la tristeza de no haberlo convencido para volver con él. De todas formas sus pruebas de vida fueron suficientes para poner en marcha la localización del antiguo Comandante de Onoda, que entonces trabajaba como librero, y llevarlo hasta Lubang, donde se reuniría con Onoda. Tras informarle personalmente del final de la guerra y los términos de la rendición de Japón y su situación actual, Taniguchi logró que Onoda volviera a casa. En su acto de rendición el Teniente Onoda entregó su uniforme, su espada, además de un viejo fusil tipo 99 Arisaka totalmente funcional, 500 cartuchos de munición y varias granadas de mano.

LA HISTORIA DEL REZAGADO TAIWANO-JAPONÉS TERUO NAKAMURA.


Teruo Nakamura o Attun Palalin o, como la prensa de Taiwán le llamaba, Lee Guang-Hui (Taiwán, 8 de octubre de 1919 - Taiwán, 15 de junio de 1979), fue el considerado por muchos el último de los rezagados japoneses que fueron descubiertos con vida. En su caso fue descubierto de forma accidental en la isla de Morotai, Indonesia, a mediados de 1974, tan solo unos meses después que a Onoda. Nakamura, que se cree que era de etnia amis en la Taiwán bajo el control colonial del Imperio Japonés, recibió su nombre japonés justo por ello. En 1943 fue obligado a alistarse como voluntario en el ejército Imperial y en 1944, fue destinado a la isla de Morotai en Indonesia donde combatió en la conocida como Batalla de Morotai.

Tras ser capturada la isla por los aliados, Nakamura vivió junto a otros rezagados hasta principios de los años 50, cuando decidió abandonarlos a ellos y la lucha y adentrarse en la jungla hasta encontrar un lugar donde levantar su propio hogar. Nakamura, que cuando fue descubierto vivía en una rudimentaria cabaña con un cerco de unos 20 o 30 metros alrededor, dijo que si decidió alejarse de sus compañeros y vivir en soledad fue porque los suyos le querían matar, algo que varios rezagados de su regimiento negaron tras ser capturados en 1950. 

Con Nakamura tristemente hubo polémica hasta el fin de sus días, por diversos motivos entre la sociedad japonesa. Que cuando fuera recuperado no hablara japonés, que decidiera ser repatriado a Taiwán, que al final se le otorgara una paga del estado japonés similar a la de Onoda, que era Teniente y no soldado raso como él, que a otros rezagados taiwaneses no se les tratara igual, entre otras tantas que persiguieron la figura de Nakamura hasta su muerte por cáncer de pulmón en 1979.

Onoda y Nakamura fueron los que más tiempo vivieron en una falsa realidad inducidos por el honor, la lealtad, el fanatismo o el miedo. Ellos y otros tantos fueron peones en movimiento, en un juego que terminó hace mucho.

Comentarios

  1. Wow. A lo que lleva el patriotismo/lavado de cerebro a algunos. La guerra a veces deja mas huellas en la mente que el cuerpo.

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