Relatos Pandereta: Eterno, el ocaso del héroe (Capítulo 4)

CAPÍTULO 4: Se avecina tormenta.


Sobre la ciudad cae una leve lluvia que empapa sus calles. El cielo de un oscuro gris avecina lo peor. En la gran plaza central, rodeada de una explanada arbolada, se encuentra el palacio del Ayuntamiento donde el alcalde y las personas de su ejecutivo están refugiadas. En la entrada un fuerte dispositivo policial custodia su entrada. Entre los policías se puede ver a la Comisaria de policía que, igual que a todos sus hombres y mujeres allí presentes, le invade poco a poco el pesimismo y el miedo. A distancia, frente a ellos una legión de criminales de la peor calaña huidos de la cárcel de máxima seguridad, zarandeando los brazos y profiriendo cánticos propios de guerra. Liderando a la turba hay un chico de camiseta blanca, pantalones deportivos negros, pelo alborotado y una especie de capa hecha jirones de un color rojizo ondeando al viento. Es ese inédito Villano al que todos y todas temen y que durante días, ha mantenido en vilo a las gentes de esta ciudad. Mirando al frente, con una sonrisa sádica y despiadada se dispone a hablar a las personalidades que en aquel palacio se refugian.

- ¡La hora ha llegado! Debéis decidir. ¿Vivir bajo mi protección, sirviéndome como vuestro Dios o morir bajo mi yugo? ¡Exijo una respuesta ya! O lo único que quedará de esta podrida ciudad serán ¡sus cenizas!

A esas palabras les acompañan los gritos de aquellos salvajes que vitoreaban a quién les había liberado. De mientras, unos pocos traen ante él al líder de la oposición política, aquel que durante semanas alentó, hace ya unos años, a sus conciudadanos escupir sobre la imagen de su Héroe. Maniatado y ahora arrodillado, pide clemencia mientras lloriquea como un niño abandonado a su suerte.

- ¡Para terminar de convenceros, aquí una muestra de lo que os espera si no me entregáis YA, la ciudad!

Y entonces aquel Villano agarró la cabeza del hombre con sus dos manos y con un movimiento fuerte y seco, se la arrancó de cuajo tras girarla casi 180 grados. El eco del desgarrar de su piel y el romper de sus huesos se escucharon perfectamente en ese momento de silencio, estremeciendo a todos los allí presentes mientras la turba se encendía aún más. El suelo estaba encharcado de sangre, el cuerpo descabezado yacía inerte en el suelo y su cabeza, lanzada con desprecio a los policías allí presentes que observaban aterrorizados todo aquello esperando el momento de su final.

En ese instante se escuchó un ligero silbido en el cielo que solo tapaban los incesantes gritos de aquellos criminales y, como literalmente caído del cielo, nuestro Héroe hizo presencia de forma épica. Su uniforme ceñido de héroe, de un color negro con tonos azules, brillaba como los mejores momentos, gracias al brillo de la constante agua que en aquel momento ya empezaba a caer y a los focos de la policía y cámaras de televisión que lo iluminaban.

- Vaya, vaya. ¿Quién lo iba a decir? ¡Eterno ha vuelto! La vieja gloria despechada y maltratada, vuelve para lamer los culos de esa gente, que le patearon el suyo.

La presencia de Eterno generó una calma tensa sobretodo entre la muchedumbre enfurecida y amenazante de criminales allí presentes, solo quebrada levemente por algún murmullo, tras aquellas palabras.

- Chaval, te has metido en un buen lío. A las afueras de la ciudad están preparados para entrar, con tanques incluidos, la Guardia Nacional y el ejército entero. Evitemos una masacre, ríndete y paga por tus crímenes.

Aquel joven Villano empezó a reírse a carcajadas, antes de contestar.

- ¡¿Entregarme yo?! Ya no hay vuelta atrás. ¿A caso piensas que me tratarían mejor que a ti? Ellos son el cáncer de esta sociedad y yo seré quién lo arranque con mis manos.
- ¿Que te han hecho para que merezcan tanto odio?
- Demasiado durante demasiado tiempo. Pero por fin entiendo cual es mi propósito y pienso cumplirlo, si fuera necesario, sobre tú cadáver. ¡Aparta o únete a mi!

En ese momento Eterno supo que llegaba la hora de enfrentarse por primera vez a alguien como él, sin saber en el fondo si sería capaz por primera vez en décadas de estar a la altura. Sin girar el cuerpo, tan solo levemente la cabeza, hizo un gesto con la mano para que se retiraran las fuerzas policiales tras de él, que rápidamente se apresuraron a entrar en el Ayuntamiento dirigidas por la Comisaria. La lucha entre el cielo y el infierno, entre la luz y la oscuridad estaba a punto de comenzar.

CONTINUARÁ...

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