La Torre de la Boca y sus Duendes.

En el conocido barrio de la Boca en Buenos Aires (Argentina), existe un edificio con una arquitectura clásica europea que despierta desde hace años mucho interés. Un interés suscitado por una misteriosa y extraña leyenda que tiene de protagonista a una adinerada catalana en tierras argentinas.

En 1908 Maria Luisa Auvert Arnaud era una productora agropecuaria catalana que vivía y tenía negocios en Argentina. Auvert, que recientemente había sido convencida para invertir en unos terrenos situados en el incipiente barrio de la Boca, añoraba su Cataluña natal, por lo que decidió contratar los servicios de un arquitecto gallego llamado Guillermo Álvarez, al que encargó la construcción de un edificio que estuviera influenciado por el estilo modernista catalán y así poder traerse un pedacito de Cataluña.

Una vez terminado la señora Auvert quiso rematar su nuevo y señorial hogar con muebles y plantas traídas directamente de Cataluña, una práctica común entre las familias adineradas. Una vez todo quedó perfecto María Luisa Auvert pudo entrar a vivir junto al servicio que la acompañaba. El majestuoso edificio destacaba en pleno barrio y era admirado y elogiado por quienes pasaban por allí y lo contemplaban. El mismo terminaba en una torre en todo lo alto que lo presidía y que se convirtió en uno de los signos más distintivos del edificio.


Pero al poco tiempo de empezar a vivir los vecinos comenzaron a quejarse de ruidos durante el día y la noche. Hasta que un buen día la señora Auvert y todo el servicio se marcharon por sorpresa, para no volver jamás a pisar su interior. Practicamente el sueño de una vida quedaba atrás, un proyecto que rozaba lo sentimental abandonado misteriosamente, para terminar tiempo después como un edificio de apartamentos. Los rumores de que cosas extrañas sucedían en el interior empezaron a circular entre los vecinos del barrio, rumores que seguirían vivos a día de hoy.

Años después cuando el edificio estuvo completamente rehabilitado, una joven y prometedora pintora alquiló el apartamento ubicado dentro de la misma torre. Inspiración, tranquilidad, comodidad y buenas vistas fue lo que aparentemente encontró en aquel lugar, aunque la realidad es que algo más convivía con ella.

La chica empezó a exponer su arte y a darse a conocer en la ciudad, de tal manera que atrajo el interés de una periodista especializada en arte. Aquella periodista cerró una entrevista en el apartamento de la joven artista, donde sería entrevistada y podría conocer de cerca su trabajo. La periodista pudo además fotografiar algunas de sus obras ya terminadas, en concreto uno de sus favoritos, un cuadro que tenía colgado en la pared. Al llegar a su casa la periodista reveló las fotografías y pudo apreciar algo que en su momento no había reparado en ello. En el cuadro que había fotografiado aparecían unas figuras extrañas. A la mañana siguiente la periodista despertó con la noticia de la muerte de aquella joven artista que aparentemente se había suicidado lanzándose al vacío, desde la ventana de aquel apartamento situado en la torre del edificio.


La muerte de la chica extrañó profundamente a la periodista, que no entendía como alguien tan prometedora e ilusionada con su futuro pudiera haberse suicidado. Por ello decidió investigar su muerte. Indagó con los vecinos y supo que solían quejarse de ruidos extraños en el edificio, concretamente ruidos que llegaban de la torre. La periodista entonces quiso buscar en el pasado del edificio y encontró la historia de la señora Auvert, que ahora se encontraba viviendo lejos de allí en un rancho de su propiedad. Solicitó una entrevista con la señora Auvert y viajó hasta allí.

Ya con ella la periodista mencionó la muerte de la joven artista, así como la aparición de extrañas figuras en el cuadro favorito de la chica cuando reveló las fotos. Auvert, que ya era una mujer mayor, ni corta ni perezosa le contestó a la periodista: “posiblemente los duendes la empujaran”. La periodista quedó sorprendida con la respuesta y entonces Auvert le explicó cuál fue su experiencia en su antigua casa y lo que le hizo huir de ella.

Auvert le explicó que cuando trajo desde Cataluña los muebles y plantas que deberían decorar su nuevo hogar, junto con aquellas plantas llegaron unos seres inesperados que hicieron escondidos el largo viaje en barco hasta Argentina. En Cataluña existen leyendas sobre ellos, como por ejemplo las que cuentan que dentro de las setas y bajo las hojas de algunas plantas de bosques como los de la Montaña del Montseny, viven escondidos a los ojos humanos duendes mágicos.


Los duendes hicieron aparición nada más empezar a vivir allí y al principio se mostraban buenos, simpáticos e incluso colaborativos, hasta el punto de implicarse en las labores de casa ayudando al servicio. Auvert explicaba que todo empezó a torcerse poco tiempo después, cuando los duendes pasaron a ser más rebeldes y revoltosos de los normal, tanto que costaba tenerlos controlados. Un día supo que una de las chicas del servicio había sido agredida por uno de los duendes, que había intentado sobrepasarse con ella. Al ver la situación un hombre del servicio golpeó con tanta fuerza al duende que lo lanzó contra una pared. Desde entonces los duendes cambiaron por completo. Agredían al servicio, rompían cosas, montaban escándalo... la vida se tornó imposible en aquel lugar, por lo que Auvert decidió hacer las maletas y marcharse de un día a otro junto a su servicio, pues temía que su vida corriera peligro.

La periodista no podía creer lo que estaba escuchando, pero la naturalidad con la que Auvert la explicaba y la extraña muerte de la artista, con la aparición imposible de aquellos seres que reflejaban las fotos, le cuadraba con todo. Auvert dio un último dato para entender la muerte de la chica, pues le explicó que aquellos duendes eran mágicos y solían esconderse en el interior de los cuadros, no dejándose ver por nadie. La única condición para aceptarlos en tú vida era que nadie más podía verlos ni saber de ellos, de lo contrario podrían vengarse. De ahí la teoría de Auvert que defendía que aquellos duendes habían empujado al vacío a la joven artista, por haber permitido que alguien más supiera de ellos.

No cabe imaginar que la policía jamás iba a creer dicha historia, por lo que dicen que oficialmente la muerte de aquella chica quedaría reflejada injustamente como un suicidio. Hoy en día hay quién asegura que se siguen escuchando golpes, ruidos y personas correr dentro del apartamento situado en la torre de aquel edificio. También hay quién dice haber visto pasear frente a las ventanas de la torre a la joven chica, como si su espíritu vagara en aquel lugar eternamente junto a aquellos duendes. Sea cierta o no esta curiosa historia, en el icónico barrio de La Boca en Buenos Aires este es uno de los lugares más encantados que podrás encontrar en la ciudad.

Comentarios

  1. Lo extraño es que la periodista, no haya exhibido las fotos con duendes que ella misma reveló!

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