El misterio del niño de la caja.

El 25 de febrero de 1957 se descubrió en el bosque de Fox Chase en Filadelfia (Pensilvania), el cuerpo sin vida de un niño caucásico de unos 3 o 7 años de edad. Cuando el cuerpo fue descubierto se encontraba metido en una caja de cartón, cubierto con una manta a cuadros y con el pelo cortado a trasquilones, posiblemente tras la muerte del niño, y con visibles golpes y moratones por cabeza y cuerpo. El descubrimiento del conocido popularmente como “El Niño de la Caja” es a día de hoy todo un misterio sin resolver, un caso que motivó una investigación policial que, a pesar de los evidentes esfuerzos durante décadas, nunca pudo identificar quién fue ese niño, ni a los responsables de su muerte.

El cuerpo que estaba repleto de golpes y heridas, fue envuelto en una manta desnudo y metido en una caja de cartón que se utilizaba para vender unas conocidas cunas para bebes, con un mensaje impreso de serie en la misma que decía "Cuidado. Manejar con cuidado". La policía tomó fotos del lugar, del cuerpo y también tomó muestras de las huellas del niño para su identificación. Para entonces el caso transcendió casi de inmediato a la prensa, que acudió al lugar rauda para informar del mismo y distribuir masivamente todas las imágenes que pudieran. En rueda de prensa la policía anunciaba los primeros detalles, además de la plena confianza en descubrir rápido la identidad del pequeño gracias a la identificación de sus huellas, pero el resultado de la identidad del cuerpo nunca se logró descubrir. Aquel niño parecía no estar identificado en ningún lugar, siendo todo un misterio para las autoridades que eran incapaces con ello de descubrir quienes eran sus padres, pues tampoco el crimen fue denunciado por ningún familiar o conocido.


El estudio forense realizado no arrojó demasiadas pistas sobre la muerte del niño desconocido. Lo que pudieron descubrir fueron laceraciones presentes por el cuerpo del pequeño, que indicaban posibles maltratos. Los forenses no encontraron signos aparentes de abusos sexuales en el cuerpo. También se descubrieron diversas cicatrices debajo de la barbilla, ingle y tobillos que mostraban operaciones quirúrgicas. El examen ocular del niño arrojó que probablemente el pequeño hubiera sufrido alguna dolencia u enfermedad ocular. También se pudo apreciar que tanto pies como manos tenían la piel arrugada, algo que les hacía pensar a la policía que el pequeño estuvo sumergido bajo el agua antes o después de su muerte. Pero lo que descolocaba a los investigadores fue la manera cuidadosa con la que se colocó al pequeño en la caja y el estado de sus uñas, que parecían estar recién  cortadas. De alguna manera quién o quienes hubieran abandonado el cuerpo, lo habrían hecho con extraña delicadeza, pese al atroz crimen perpetrado. Su estómago indicaba que había comido poco antes de su muerte, así como restos de vómito en su esófago.

Ante la imposibilidad de encontrar pistas más determinantes en el estudio forense del cuerpo, la policía se centró en analizar la caja de cartón en la que apareció metido el niño. En la caja no se encontró ningún tipo de huella o restos que pudieran conducir a nadie. La caja pertenecía a una conocida tienda de muebles que vendía un tipo de cunas de madera. Descubrieron que en aquella tienda, que estaba a 25 kilómetros del lugar, se vendieron tan solo doce cunas, pero la dueña del local que las había vendido no guardaba registro de los compradores, pues pagaron en metálico, como tampoco recordaba sus caras. Solo ocho compradores fueron identificados porque acudieron ellos mismos a la policía para ello. Aseguraron que tras la compra unos tiraron las cajas a la basura y otros las utilizaban para guardar trastos, de esa manera ninguno de ellos podía ser considerado sospechoso del crimen. De los otros cuatro restantes nunca se supo nada. La policía se encontraba perdida y bloqueada en una investigación que no conducía a nada y ante una sociedad preocupada, que quería que se resolviera todo y dar descanso al niño desconocido.


El lugar donde apareció el cuerpo fue peinado por infinidad de voluntarios y de policías, incluidos un gran número de miembros de la academia de policía que fueron destinados para ayudar en las labores de rastreo del lugar. Pero solo se encontró una gorra y un cinturón con hebilla que no conducían a nada. Fue entonces cuando la policía decidió distribuir una serie de fotos que pudieran ayudar a encontrar testigos entre la población.


La policía incapaz de encontrar soluciones al crimen decidió seguir dos posibles potenciales pistas que le pudieran aportar algo de luz:

La primera correspondía a la teoría sobre una casa de acogida situada a tan solo 2,5 kilómetros del lugar. Dicha teoría fue aportada a la policía en 1960, por parte de un empleado de la oficina forense que decidió investigar por su cuenta el caso hasta su muerte en 1993. Ese empleado era Remington Bristow  que decidió acudir a una psíquica que le condujo hasta dicha casa de acogida. Allí Bristow comenzó sus pesquisas entrevistando e investigando el lugar. Logró encontrar una cuna muy similar a las que vendía aquella tienda de muebles a la que condujo la investigación de la caja. También pudo ver mantas muy similares a la manta con la que fue envuelto cuidadosamente el niño. Sus sospechas recaían sobre el director de aquella casa de acogida y su hijastra. Según argumentó Bristow a la policía el niño pudo haber sido el hijo de la hijastra, que tras sufrir el niño un accidente moriría. Ante la vergüenza de descubrir que su hijastra era la madre de un niño concebido fuera del matrimonio y joven, decidió deshacerse del niño en el bosque. La policía investigó in situ esa teoría pero no logró encontrar pruebas que incriminaran a nadie. En 1998 el teniente de la policía de Filadelfia encargado el caso, Tom Augustine, con la colaboración de una asociación de policías retirados, reabrieron esta línea de investigación entrevistando al padre de acogida y la hijastra, pero tuvieron que cerrarla de nuevo sin más pruebas.


La segunda teoría que investigó la policía fue la aportada en febrero de 2002 por parte de una extraña mujer que fue conocida como "Martha" o "M". Ella explicó a la policía que su madre, una mujer maltratadora, compró a Jonathan, que según decía era el nombre del niño desconocido, a sus padres biológicos en 1954. Durante dos años el niño fue víctima de abusos continuados y maltratos. Una noche mientras el niño cenaba frijoles al horno, los vomitó sobre el suelo y la madre de "M" respondió castigando al niño brutalmente. Le golpeó indiscriminadamente la cabeza contra el suelo hasta que quedó seminconsciente. La madre de "M" ordenó a esta que agarrara al niño y le diera un baño para limpiarlo, donde acabó falleciendo. Para ocultar el cuerpo y deshacerse de él la madre de "M" se marchó con ella en su furgoneta hasta un lugar apartado, para abandonar al niño en el bosque. Mientras descargaban la caja con el niño muerto dentro, un hombre que circulaba con su vehículo se paró con la intención de ayudar a las dos mujeres. La madre de "M" la hizo ponerse en medio de la matricula de su furgoneta para evitar que aquel hombre pudiera recordarla, mientras esta intentaba disuadir al hombre que acabó por marcharse. La policía encontró verosimilitudes en dicha historia, pues en el estudio forense al cuerpo del niño, los restos de comida que se encontraron fueron de frijoles al horno. También la declaración sobre el hombre que las vio descargar el cuerpo, coincidía con una declaración anónima de un hombre que aseguró haber visto como alguien descargaba una caja grande cerca del lugar. Pero esta potencial línea de investigación acabó por descartarse debido a los problemas mentales de "M" y a las declaraciones de personas y vecinos de la casa de "M", que durante aquellos años en las que ella aseguraba haber vivido con el niño, nadie lo había visto dentro de casa.


El niño desconocido sigue siendo un misterio. Nadie reclama el cuerpo ni hay pruebas que incriminen a nadie. Incluso a día de hoy, con la tecnología que tenemos a nuestra disposición, hay quién a logrado conseguir representar una imagen de como el niño debería ser en vida, para intentar ayudar en la investigación sin éxito.


 Su cuerpo fue enterrado en una fosa común hasta que en 1998 se exhumó para extraer muestras de ADN, para posteriormente ser enterrado en una tumba donada por un cementerio de Filadelfia, con una lápida donada a su vez por el hijo del hombre que enterró al niño en 1957.


Su entierro fue seguido por mucha gente que sigue visitando su tumba y dejando flores y juguetes al pie de la misma.


En 2016 dos escritores aseguraron haber descubierto la identidad de un hombre en Memphis que podría ser pariente del niño desconocido. Tras convencer a la policía en 2017, se realizaron pruebas de ADN para compararla entre el sujeto de Memphis y las muestras conservadas del niño, dando como resultado positivo su parentesco. Un pequeño avance en una investigación que ya dura más de 60 años, pero que aún mantiene en el anonimato la identidad del niño y los responsables de su muerte.

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