La peligrosa Monkey Island en Liberia.

Durante cuatro décadas el laboratorio Vilab establecido en el Centro de Sangre de Nueva York (NYBC), realizó en su filial africana en Liberia numerosos experimentos con primates con el fin de conseguir vacunas y medicamentos que pudieran ser utilizados en humanos. Para ello infectaron con diferentes enfermedades a una gran cantidad de chimpances que durante esos años, sufrieron las consecuencias de esas infecciones, del cautiverio forzado y los continuos malos tratos que recibían.

Tras años de experimentación sobretodo con hepatitis, diversas asociaciones humanitarias y de protección de los animales se hicieron eco de todo lo que sucedía en la división de Vilab en Liberia, denunciando dichas practicas ante la opinión pública y las autoridades. En 2006 fue cancelado dicho proyecto gracias a una sentencia judicial, que obligó a Vilab a cerrar su filial en en país africano y liberar a todos los chimpances allí confinados. Dada la peligrosidad que representaba devolverlos a la libertad, no solo por estar infectados con potentes y letales virus que podrían generar una alarma sanitaria en el país, si no que también por lo agresivos que podrían mostrarse dichos chimpances por los años de maltratos, se tomó la decisión más "humanamente" moral, que no fue otra que trasladarlos a una pequeña isla desierta frente a las costas de Liberia. Allí el laboratorio responsable de años de experimentación sería el responsable de costear su cuidado. Esta situación se mantuvo durante unos años hasta que Vilab aprovechó la ocasión y decidió cortar toda inversión en Liberia, por el elevado coste que suponía mantener a los cerca de más de 60 chimpances que sobrevivían allí, abandonándolos a su suerte.

De nuevo las asociaciones se movilizaron y volvieron a denunciar la situación que hasta 2015 vivían unos chimpances totalmente abandonados. Aquellos animales que sobrevivían de manera precaria a base de donaciones y colaboraciones de personas que junto a asociaciones de defensa de los animales les intentaban alimentar, volvieron a ver de nuevo la luz gracias a un acuerdo alcanzado en el que Vilab ingresaría a la organización Humane Society unos 6 millones de dolares, con los que costear durante 10 años la manutención de todos aquellos chimpances. 

Hasta aquí podríamos decir que su final es un final justo y feliz, pero la historia de estos chimpances y la vida que les tocó vivir dista mucho de justa. A la mala vida que sufrían en las instalaciones de Vilab en Liberia, se sumaron que todos los supervivientes están a día de hoy contagiados de diferentes enfermedades que pueden ser letales para las personas. Como no tienen contacto con otros miembros de su especie ajenos a su drama, se reproducen entre ellos, empeorando su situación al transmitirse las enfermedades de padres a hijos, además de problemas derivados del cruce entre miembros de mismas familias.


Algunos de ellos incluso presentan deformaciones visibles producto de esos experimentos. Debido a todo ello los chimpances son incapaces de alimentarse correctamente por ellos mismos, por lo que necesitan la ayuda del ser humano. Pero de nuevo esto no es para nada fácil, pues se muestran muy hostiles con todo aquel que pise las playas de aquella isla.


Solo unos pocos son los únicos a los que parece que estos primates respetan y confían, hasta el punto de aceptarlos entre ellos y recibirlos con cariño.



Hoy en día no está permitido acceder a la conocida como Isla de los Monos, por el alto peligro que representa para la vida humana el contacto con los chimpances que viven allí. De esa pequeña isla a tierra firme solo les separa un pequeño río, suficiente debido a que a esos chimpances les da miedo el agua. Lamentablemente para algunos son un espectáculo por el que pagar para poder ver, aunque afortunadamente para otros representa todo lo contrario, luchando día a día para que lo que les resta de vida a estos chimpances sea lo más digna posible.

Comentarios