El poder en manos privadas. Morgan, Rockefeller, Carnegie y la historia.

Noticias como las de que en España el equivalente a la riqueza de 14 millones de españoles se concentra en 20 personas sorprende mucho y provoca una sensación de gran desigualdad. Últimamente se habla de que si se aplican una serie de políticas contrarias a intereses de grandes fortunas, es muy posible que estas decidan dejar de invertir y marcharse del país. Esto por muchos es considerado un chantaje de las grandes riquezas que invierten en España y que, por lo tanto, se demuestra así que el país no lo gobiernan los elegidos por el pueblo en las urnas y si las fortunas que manejan como títeres a políticos desde las sombras. Como casi todo la historia guarda ejemplos sobre muchas cosas que suceden hoy en día, uno de esos ejemplos nos enseña como hace más de 100 años unas pocas grandes fortunas consiguieron manipular en las sombras la política de un país para conseguir sus propios fines.

En 1895 Estados Unidos vivía un momento de gran crecimiento industrial, pero no todo era un camino de rosas ya que por el camino quedaba la gente normal que año tras año veían como se empobrecían cada vez más. Las diferencias entre ricos y pobres eran evidentes, las huelgas impulsadas por los primeros sindicatos del país empezaban a paralizar fábricas enteras y las consecuencias de ellas en ocasiones terminaban con trabajadores muertos o heridos.

Toda esa indignación y protesta tuvo su altavoz político en el candidato Demócrata para las elecciones de 1896 William Jennings Bryan, que prometía acabar con los monopolios, diversificar la riqueza y llevar ante la justicia a esos magnates que con prácticas ilegales dominaban empresarialmente el país ganado grandes cantidades de dolares y prácticamente esclavizaban a sus trabajadores con jornadas interminables y nulas medidas de seguridad, que mataban centenares de trabajadores cada año. La popularidad de W.J. Bryan fue cada vez más grande hasta convertirse en una seria amenaza para J.P. Morgan, John D.Rockefeller y Andrew Carnegie. La riqueza de estos tres magnates juntos equivaldría a las de las 40 personas más ricas de hoy en día, auténticos hombres poderosos con grandes influencias en el país. Los tres eran rivales hasta ese momento, cuando se dieron cuenta de que debían unir fuerzas y organizar lo que para muchos sería el inicio de ese poder en la sombra de la época moderna.

Para combatir la popularidad y fuerza política de W.J. Bryan decidieron comprar a su candidato ideal el republicano William McKinley. A partir de entonces la maquinaria de los tres gigantes se puso en marcha. Se empezó a correr la voz en Wall Street de que si W.J. Bryan accedía a la Casa Blanca las grandes empresas verían perder sus imperios, el dolar se resentiría de forma muy negativa y el país perdería la confianza del resto del mundo. Morgan, Rockefeller y Carnegie marcaban la hoja de ruta del candidato W. McKinley y del mismo partido Republicano. Llegaron a invertir 200 mil dolares de la época en financiar al partido Republicano que llegó a gastar al final de la campaña electoral cinco veces más que el partido Demócrata. Compraban ilegalmente a los medios de comunicación del momento para que publicaran lo que les interesaba en cada momento. Organizaban directa o indirectamente campañas dirigidas al público con el fin de convencer a la gente de las maldades del candidato Demócrata y las bondades del Republicano. Infundían el miedo entre pequeños y medianos negocios y entre los mismos trabajadores, ya que de ganar W.J. Bryan la gran mayoría de negocios cerrarían y el paro se elevaría a números alarmantes.

En 1896 Estados Unidos estaba dividido y llegó el momento en que los votantes acudieron a las urnas, no sin pocas presiones a nivel de urna. Diferentes controladores Republicanos, en muchas ocasiones capataces y demás jefes de los trabajadores que se disponían a votar, les controlaban para saber que votaban y muchos en el último momento cambiaban su voto por el miedo a represalias laborales. Finalmente el resultado daba como vencedor al candidato Republicano W. McKinley y Morgan, Rockefeller y Carnegie consiguieron salirse con la suya. El poder continuaría dejándoles funcionar como hasta entonces y afianzarían su dominio político en la sombra.

Un ejemplo de que el poder privado cuando se ve atacado puede llegar a corromper a los poderes públicos, para conseguir sus propios fines y tener un dominio que le permita operar con cierta comodidad.

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