La verdadera historia de Santa Claus: mucho más que un anuncio navideño.

Cada Navidad lo vemos por todas partes: barba blanca, barriga noble, traje rojo y espíritu festivo. Pero ese personaje tan universal no nació en el Polo Norte ni fue diseñado para repartir regalos… sino para vender refrescos.

Detrás del Santa Claus moderno existe un hombre real, un obispo del siglo IV cuya vida parece sacada de una leyenda. 


La imagen moderna de Santa Claus —el gordito simpático y rojo navideño— nació en el siglo XX gracias a una conocida marca de refrescos. 


Su campaña publicitaria tuvo tanto éxito que terminó imponiéndose en el imaginario colectivo, eclipsando por completo al personaje original: Nicolás de Bari


Su historia arranca en el siglo IV, en Patara, en la actual Turquía. Hijo de una familia acomodada, Nicolás siempre destacó por su generosidad. Tras perder a sus padres con sólo 19 años durante una epidemia de peste, decidió donar su herencia a los más necesitados y marcharse con su tío para convertirse en sacerdote. 

Con el tiempo fue nombrado obispo y, tras su muerte el 6 de diciembre del año 345, se convirtió en patrón de Turquía, Grecia y Rusia. Su fama de hombre bueno —sumada a la cercanía de su festividad con las celebraciones navideñas— lo transformó en una figura que visitaba a los niños para dejarles regalos. 


Desde el siglo VI empezaron a levantarse templos en su honor, y en 1087 sus restos fueron trasladados a Bari, donde aún son venerados. La tradición de Sinterklaas, originada en Europa, viajó en el siglo XVII a Estados Unidos gracias a los colonos holandeses. Allí evolucionó, se mezcló con costumbres locales… y acabó metamorfoseándose en el Santa Claus que hoy conocemos.

Hoy, Santa Claus forma parte del imaginario global, pero bajo ese traje rojo aún late la memoria del hombre que lo inspiró: un joven turco que lo donó todo para ayudar a los demás. Puede que el marketing le haya dado una nueva cara, pero el corazón del mito sigue siendo el mismo.



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