Cleopatra: la última faraona y el sueño perdido de Egipto.
La figura de Cleopatra es una de las más importantes del cine de los años 60. La interpretación de Elizabeth Taylor es de las más recordadas gracias a la gran producción que Hollywood llevó al cine en 1963. También ayudó a crear una imagen distorsionada de su figura, algo que la propia historia nos legó, en parte, a través de quienes fueron sus grandes detractores y enemigos. Descubre quién fue Cleopatra, que representó para Egipto y para un mundo, en el que el Imperio Romano dominaba a sangre y fuego.
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LA DISNASTÍA PTOLEMAICA: UN EGIPTO EN DECADENCIA.
Cleopatra pertenecía a la dinastía de los Ptolomeos, dinastía que gobernó Egipto durante tres siglos. Dos siglos y medio antes de nacer ella, Alejandro Magno había conseguido amasar un poder territorial enorme en el que se incluía Egipto. Su muerte generó una confrontación entre sus altos mandos militares, que se disputaron el liderazgo de su Imperio. Finalmente repartido entre sus antiguos generales, Egipto quedó bajo el mando de Ptolomeo I, general macedonio que fundó dicha dinastía.
CLEOPATRA, LA EXCEPCIÓN DE SU FAMILIA.
Durante esos siglos de gobernanza, todos los miembros de la dinastía Ptolomea regían Egipto alejados de la realidad de su pueblo. Entre disputas y conflictos bélicos el país africano quedó sumido en una decadencia impropia de lo que fue.
Como ejemplo claro de esa desconexión con su propio pueblo, los miembros de esa dinastía no hablaban ni aprendían el idioma, dirigiéndose tan solo en griego entre sus más allegados y sus sirvientes. En cambio, desde muy temprana edad Cleopatra fue la nota discordante en su familia, al interesarse por la cultura de su pueblo, historia e idioma. Su capacidad diplomática también afloraba siempre que representantes de otras culturas visitaban la capital.
EXILIO, GUERRA CIVIL Y EL ENCUENTRO CON JULIO CÉSAR.
En el 58 a.c. una revuelta llevó al faraón Ptolomeo XII al exilio directamente a Roma. Para aquel entonces, Egipto ya era un estado satélite de la capital del Imperio, donde le acompañó su hija, una joven Cleopatra. Finalmente, el faraón volvió reforzado con militares romanos, deponiendo y acabando con la vida de su otra hija, Berenice IV, que había reclamado el trono para ella misma.
Su padre Ptolomeo XII casó a Cleopatra con su propio hermano Ptolomeo XIII en el 51 a.c., con quien terminaría enemistada y protagonizando una guerra civil que arrastraría al país. Tras esa guerra, Cleopatra sería destronada y apartada del poder. Su suerte cambiaría un tiempo después gracias a Roma y los conflictos internos que se vivían entonces.
LA ALIANZA CON JULIO CÉSAR Y LA GUERRA ALEJANDRINA.
El emperador Julio César llegaría a Egipto persiguiendo a su enemigo huido Pompeyo, refugiado allí y que le disputaba el poder en la “Segunda Guerra Civil Romana”. Cleopatra vio en Julio César una oportunidad de oro, consiguiendo que todo un emperador romano apoyara su causa. Por su parte, Julio César quedó rápidamente prendado de una joven Cleopatra, que no escatimó ni en encantos, ni en una puesta en escena grandilocuente que diera una imagen de ella de gran poder en su presentación.
Con Julio César de su lado, su conflicto y disputa por el poder con su hermano se resolvió en la conocida “Guerra Alejandrina”, donde se perdió para siempre bajo las llamas la mítica biblioteca de Alejandría. Fue entonces cuando ella quedó como única y gran soberana de Egipto, esta vez, casada con su otro hermano Ptolomeo XIV, tras la muerte de Ptolomeo XIII y de Pompeyo.
EL ESPLENDOR DE CLEOPATRA COMO FARAONA.
Con aquella reciente alianza, el emperador romano se garantizaba el control de aquella parte del Imperio, junto a alguien de su plena confianza, que le había ayudado a capturar al traidor Pompeyo, a cambio de cierta independencia por parte de Roma. Cleopatra había conseguido de una tacada dos objetivos, derrotar a su hermano y conseguir el favor de Roma, la capital del mundo, con el que pretendía devolver la gloria y el esplendor perdido al Imperio Egipcio.
Durante aquella etapa, Cleopatra se destapó como una magnífica estratega que supo ganarse la simpatía de un pueblo que durante generaciones no veía con buenos ojos a los miembros de su familia. Además, logró la influencia de las altas esferas políticas de Roma, donde se decidían los destinos del mundo y sorprendía a propios y extraños, con sus conocimientos y capacidades en un campo, la política, reservada tan solo a los grandes hombres de Roma. Pero fue justo ese movimiento, lo que le granjeó multitud de enemigos en el seno del gran Imperio Romano.
Cleopatra comenzó a ser considerada una mala influencia para Julio César, a la que consentía más de lo que los elitistas e intolerantes políticos romanos creían necesario. Lo cierto es que se multiplicaron los viajes del emperador a Egipto, donde pasaba largas temporadas viviendo y yaciendo con Cleopatra. A su vez, ella cuando viajaba a Roma se hospedaba en la misma casa del emperador, al que parecía importarle bien poco que se supiera que ambos mantenían una relación extramatrimonial, de la que nació un hijo, Cesarión.
EL ASESINATO DE CÉSAR Y LA NUEVA APUESTA DE CLEOPATRA.
Pero pronto, la cruda realidad de un Emperador Romano se cebó con la vida de Julio César, que fue asesinado en el 44 a.c. por parte de su entorno más cercano. Tras esto Cleopatra se refugió en Egipto, lejos de los peligros de la política romana y a la espera de trazar su siguiente movimiento.
CLEOPATRA Y MARCO ANTONIO: AMOR, PODER Y TRAGEDIA.
Con el Imperio Romano descabezado, dos hombres fueron los que se enfrentaron por ese enorme poder, Marco Antonio y Octavio Augusto. Fue en ese momento cuando Cleopatra movió ficha y se acercó a Marco Antonio, al que igual que con Julio César, conquistó y logró ganárselo como principal aliado.
LA DERROTA FRENTE A OCTAVIO Y EL SUICIDIO DE CLEOPATRA.
Con el Imperio Egipcio de su parte, Marco Antonio ayudó a Cleopatra a ampliar sus dominios conquistando Armenia. Pero el tremendo enfrentamiento que mantenía Marco Antonio con Octavio Augusto, llevó a este hasta Egipto, donde en la batalla naval de “Actium”, enmarcada en el conflicto conocido como la “Guerra Ptolemaica”, logró vencer a Marco Antonio que tuvo que huir a Alejandría al lado de Cleopatra. Tras la toma de Alejandría por parte de Octavio Augusto, Marco Antonio se quitó la vida y Cleopatra fue apresada con la intención de llevarla hasta Roma como trofeo de guerra y para su posterior escarnio y vergüenza.
Esta vez a Cleopatra no le resultaría igual la misma fórmula con la que cortejó y convenció a Julio César y Marco Antonio. Cleopatra quiso ahorrarse su caída, que acabaría con ella igualmente muerta, y se suicidó a través de un antiguo ritual egipcio, en el que sería mordida por una serpiente venenosa. Con tal de acabar con la influencia de Cleopatra y su dinastía, Octavio Augusto mando asesinar al hijo de ella y Julio César, Cesarón, y anexionar definitivamente a Egipto.
EL LEGADO Y LA IMAGEN DISTORSIONADA DE CLEOPATRA.
Tras su muerte y la de su hijo Cesarón, sus otros tres hijos, fruto de la relación mantenida con Marco Antonio, fueron enviados con la hermana de Octavio para que los criara.
La imagen de Cleopatra, hoy en día venerada y admirada por el pueblo egipcio, fue vilipendiada a partir de su muerte con saña. En una maniobra que hoy veríamos como racista e intolerante, se la describió como una mujer con facciones y piel oscura, pese a descender directamente de linajes griegos, con el simple motivo de hacerla parecer un ser inferior.
Como mujer la trataron de prostituta y embaucadora, capaz de encandilar a cualquier hombre por su propio beneficio. Apelativos que perduraron por siglos y que denigraban la memoria de una mujer, que llegó a convertirse en una gran faraona de Egipto, diplomática, lingüista, escritora de tratados médicos y comandante naval. Una mujer poderosa y ostentosa que supo ganarse a los hombres más poderosos del momento, pero que también se enamoró y vivió como una mujer libre, aunque su sueño de un Egipto de nuevo glorioso no logró cumplirse bajo su mando. Todo eso en un mundo hostil de hombres, para hombres y pensado por hombres.
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