Marte: Zona Ciega. Capítulo 1 - La llegada.

Al llegar a la colonia marciana, el comandante Sinclair descubre que todo está… demasiado en silencio. No hay rastro del equipo humano. Solo los BOB’s —androides de asistencia— patrullan la base, obedeciendo a MADRE, una inteligencia artificial que parece… ausente. Algo ha salido mal. Muy mal. Y nadie sabe en quién —o en qué— confiar. 

En Marte: Zona Ciega, la línea entre confianza y traición se difumina, y la supervivencia depende de descubrir quién —o qué— está realmente al mando.





En un futuro próximo...


Capítulo 1.
LA LLEGADA.



Ya hace veinticinco años que la Agencia Espacial, en colaboración con diversas agencias de otros países, iniciaron un ambicioso proyecto a nivel internacional. La MARS LIFE es una misión importantísima para el futuro de la humanidad, tras la exitosa llegada una década antes de los primeros colonos a Marte, formados por una docena de personas de diferentes países con la mejor cualificación y preparación en diferentes campos de la ciencia, con tan solo cuatro militares de los más preparados para temas logísticos y de seguridad. Una vez asentados en el planeta rojo y con la base de Investigación Científica Internacional (ICI) sobre el suelo marciano, se puso en marcha inmediatamente un nuevo viaje, aunque esa vez solo viajarían máquinas. Los robots más avanzados con la mayor y mejor Inteligencia Artificial conocida hasta el momento, denominados BOB´s Mars, capaces de trabajar para y con el ser humano codo con codo, en uno de los lugares más hostiles conocidos, logrando la supervivencia de los humanos que llegaron y estarían por llegar. Los BOB´s Mars, llamados así para generar familiaridad, confianza y cercanía, serían la pieza angular de la preparación y terraformación del planeta para la completa adaptación de los próximos colonos. Sin duda una de las más importantes y costosas misiones jamás llevadas a cabo, en las que residían las esperanzas de un futuro mejor lejos de nuestro enfermo planeta Tierra.

Nuestro viaje, que duró nueve meses, gran parte de ellos durmiendo en cápsulas de criogenización, fue más sencillo de lo esperado. Las décadas de diferentes misiones enviadas a Marte, más la llegada de los primeros colonos y de los BOB´s ayudaron a que no tuviéramos demasiadas complicaciones. La comunicación con la base del ICI para coordinar el aterrizaje se llevó a cabo con MADRE, el superordenador central de la base y corazón de la misma, que nos guio a la perfección. Al tocar suelo marciano nuestras caras reflejaban una mezcla de emoción, preocupación y satisfacción, de hecho habíamos pasado mucho tiempo en el espacio con la duda, más que razonable, de que nuestro viaje no llegara a buen puerto por diferentes circunstancias.

Mi nombre es Andrew Sinclair, comandante del Ejército y capitán de la Liberty II, la nave con la segunda llegada de colonos a Marte. Conmigo llegaban tres militares y especialistas de rango, el teniente Randy Trachoswki, la suboficial jefe Judith Duncan y la sargento Carla Vásquez, junto a diez colonos de diferentes nacionalidades preparados y entrenados para el relevo y trabajo diario en la ICI.

Al aterrizar fuimos recibidos por uno de los BOB’s y tres más, dos que se encargaron de descargar el equipaje más pesado que llevábamos con nosotros y uno que acompañó a los colonos hasta el interior de la ICI. Tras descargar nuestra parte, no tardamos en darnos cuenta de que ese recibimiento era como poco inusual. Según lo establecido, estaba previsto que de forma oficial y protocolaria quien nos recibiera a nuestra llegada fuera el mando civil al cargo o el científico jefe en su lugar acompañados, cómo no, por alguno de los BOB’s de apoyo. Pero a nuestro recibimiento no fue ni director de la colonia, administrador o coordinador alguno, algo que se ocupó de excusar vagamente el BOB1, que parecía ejercer de portavoz, argumentando que estos “se encontraban bastante atareados debido a ciertos contratiempos en la colonia, que no revestían de mayor gravedad”. Ante mi interés y el de mi teniente al respecto de esos “ciertos contratiempos”, se nos emplazó a más adelante, una vez nos hubiéramos instalado y recuperado fuerzas nosotros, como la decena de colonos que viajaron a nuestro lado. 

Al acceder por fin al ICI quedamos muy impresionados por el nivel de aquellas instalaciones. Si desde el exterior, pese al polvo marciano que enrojecía toda la cubierta blanca de la misma ya despertaba asombro por su majestuosidad en aquel lugar inhóspito, su interior era digno de nuestra capacidad e inteligencia como especie, teniendo en cuenta que aquella era tecnología de hace 25 o 30 años. Tras acomodarnos, los BOB’s nos acompañaron hasta el comedor principal, un lugar grande y luminoso de tonos blancos y grisáceos, en el que tan solo estábamos los cuatro. Nos extrañó profundamente no haber coincidido con ninguno de los otros oficiales militares de la ICI, puesto que nuestro deber era reunirnos con ellos y compartir información de la misión, junto a los responsables civiles y científicos de la misma, así como con ninguno de los doce colonos allí registrados, ni la decena que llegaron con nosotros. De nuevo, ante mi insistente petición de explicaciones, el BOB1 nos informó que “recientemente había habido un brote viral en la colonia y que todo personal había quedado recluido en cuarentena, en una de las zonas habilitadas para ese tipo de contingencias”. Ante mi petición de reunirme con el médico jefe, dicho BOB volvió a excusarse, esta vez argumentando que él mismo “respondía ante el médico jefe de la ICI, así como ante el responsable civil, científico y militar” debido a la cuarentena que los tenía completamente aislados, siempre “por el bien de la misión”. 

Si bien el protocolo permitía a los BOB’s asumir ciertas tareas en un caso similar, no estipulaba que estos asumieran en ningún caso rol alguno de mando, menos aún el nuestro como personal militar de la misión, sí en labores simples de mantenimiento de la base y cuidado de enfermos. En tal caso, MADRE como ordenador central de la ICI, debería activar los protocolos necesarios de sellado de la misma y comunicación con Tierra para que, desde allí mandaran las órdenes que MADRE pudiera ejecutar de forma controlada.

Cabe decir que a esas alturas, tanto yo como mis oficiales comenzábamos a estar bastante alarmados ante la falta de información y de un hecho que, nos desconcertaba aún más, puesto que se nos negaba, esta vez sin mucha explicación, interactuar directamente con MADRE, tal y como yo mismo, como comandante estaba autorizado a hacer, emplazándome al día siguiente.

Continuará en… Capítulo 2. LAS SOSPECHAS.

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