Little Richard y “Tutti Frutti”: La canción que cambió el Rock&Roll para siempre.
En 1955 el cantante norteamericano Little Richard (Richard Penniman), grabó lo que se convertiría en su primer gran éxito musical.
Tutti Frutti no fue solo un éxito explosivo; fue un grito de identidad. Little Richard, un hombre negro, gay y excéntrico en la América puritana de los años 50, subió a un escenario y decidió no pedir permiso.
La canción se convirtió en símbolo de algo que entonces era impensable: ser libre para ser quien eres, amar a quien quieras y ocupar tu lugar en el mundo sin bajar la cabeza.
Unido al estilo explosivo y voz rasgada de Little Richard, Tutti Frutti irrumpió en la vida de muchos norteamericanos generando diferentes polémicas entre las familias conservadoras blancas de aquella época. El éxito de la música negra, representado en Little Richard y su single Tutti Frutti, significaba el riesgo que tenía la juventud blanca de caer en un mal ejemplo, poniendo patas arriba un modelo de vida moralista que luchaba constantemente contra lo que creían eran formas ofensivas, que atentaban contra la integridad y valores de la familia blanca y tradicional norteamericana.
Pero la fuerza de aquel ritmo y el descaro de Little Richard en los escenarios, no era lo único que ponía los pelos de punta a aquellos blancos santurrones.
Entre el 1953 y 1955, un joven Little Richard se encontraba sin un éxito musical remarcable, haciendo bolos de bar en bar de mala muerte, interpretando ritmos más limpios y aceptables que, en principio, las discográficas creían que era lo que demandaba la sociedad y más vendía. Pero el cuerpo y el estilo natural de Richard, le empujaban a buscar ese nuevo ritmo que nadie había inventado o se había atrevido a interpretar aún.
Fue en el mítico Dew Drop Inn de Nueva Orleans, un club histórico de la comunidad negra y LGTBQ+, donde Little Richard por fin lo encontró.
En aquellos tiempos el Dew Drop Inn era el epicentro de la música, el alcohol, el humor, el atrevimiento y la libertad de Nueva Orleans donde se mezclaban estilos musicales como el jazz y el blues, y donde músicos, drag queens, soldados, prostitutas… se juntaban para bailar y divertirse de forma desinhibida.
Allí fue donde Little Richard con su vestuario exagerado, maquillaje, ritmos sexuales y rituales teatrales dio a conocer su provocativa versión, en un número festivo cargado de humor. En ese contexto, Richard cantaba su estribillo original:
“Tutti Frutti, good booty!”“Tutti Frutti, ¡buen culito!”
Continuando de la siguiente manera:
“If don’t fit, don’t force it, you can grease it, make it easy”“Si no entra, no lo fuerces, engrásalo y verás qué fácil entra”
La gente negra de Nueva Orleans recibió tremendamente bien el nuevo ritmo de Little Richard, que hablaba sin tapujos del sexo en un ambiente LGTBQ+ con un toque humorístico, bailándolo y disfrutándolo sin restricciones morales ni religiosas.
Aunque la prueba de fuego llegaría en 1955, cuando el estudio musical Cosimo Matassa escuchó en una audición la propuesta de Little Richard.
Richard agarró el piano y se arrancó con su letra y propuesta alegre, directa, movida y rompedora. Dicen que Robert “Bumps” Blackwell, el productor de Speciality Records, una importante figura en el nacimiento del Rock&Roll, se levantó con un respingo nada más terminar asegurando: “Esto es una bomba… pero no podemos grabar esta letra ni de broma”.
Sabían perfectamente que grabar esa letra terminaría reportándoles multitud de problemas y censuras, por lo que junto con el estudio Cosimo Matassa, hicieron llamar a la compositora Dorothy LaBostrie, para que reescribiera la letra completamente.
Dorothy eliminó cualquier fragmento que aludiera a temas sexuales, se inventó prácticamente a la carrera una letra absurda y cambió el estribillo “Tutti Frutti, good booty!”, por “Tutti Frutti, oh Rudy”. A cambio, mantuvo el título de Tutti Frutti, que sin ninguna referencia sexual en la letra, perdía toda connotación al respecto y permitía a su vez a Little Richard, conservar la energía que impulsaba a su canción.
En un claro intento de no perder su sello propio, Little Richard soltó un grito al piano que se convertiría en su última aportación a todos esos arreglos de Dorothy LaBostrie con su característico: “A-wop-bop-a-loo-bop a-lop-bam-boom!”
De hecho, ese grito indescifrable y que no significaba nada, era algo que solía utilizar Richard en sus directos para muchas de sus canciones a modo de: calentar la voz, sincronizar a la banda y arrancar con fuerza sus canciones.
De hecho, ese grito indescifrable y que no significaba nada, era algo que solía utilizar Richard en sus directos para muchas de sus canciones a modo de: calentar la voz, sincronizar a la banda y arrancar con fuerza sus canciones.
Tras la publicación de Tutti Frutti no solo los jóvenes negros se arrancaban a bailarla, también lo hacían los blancos, algo que hizo llevarse las manos a la cabeza a los padres conservadores blancos y que hizo que en muchas radios, sonaran versiones blanqueadas del éxito, como las protagonizadas por Pat Boone o Elvis Presley, con la intención de imponerse en su lugar.
Pese a ese interés en blanquear, literalmente, la letra y el estilo de la canción, Elvis diría en alguna entrevista en clara demostración de su espíritu rebelde y desafiante cosas como:
“Little Richard es el más grande”“Tu música me ha inspirado. Tú eres el verdadero rey del rock”“Yo no inventé el rock. Little Richard y Chuck Berry fueron los verdaderos pioneros”
Claras alusiones a la influencia de la música negra, el Rock&Roll tocado por negros y del propio Little Richard en la música y estilo de Elvis Presley.
En referencia a la versión que hizo Pat Boone, mucho más plana, sin energía, ni alma ideada para que sonara en los hogares conservadores de los Estados Unidos de los 50s, se acostumbra a decir una frase para resumir la situación y el impacto de Little Richard y su Tutti Frutti:
“Pat Boone vendió más… pero Little Richard pasó a la eternidad”
Little Richard siempre fue un músico transgresor, con una energía y estilo único que revolucionó la música de los 50s y que sentó las bases, junto a otros músicos negros como Chuck Berry, de aquel Rock&Roll que inspiró a muchos otros grandes músicos que vendrían.
Tutti Frutti no fue solo un éxito explosivo; fue un grito de identidad. Little Richard, un hombre negro, gay y excéntrico en la América puritana de los años 50, subió a un escenario y decidió no pedir permiso.
La canción se convirtió en símbolo de algo que entonces era impensable: ser libre para ser quien eres, amar a quien quieras y ocupar tu lugar en el mundo sin bajar la cabeza.












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