Los experimentos de la URSS que resucitaban muertos.

Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial algunas naciones decidieron estar en la vanguardia médico, científico y militar por encima de todo y de todos con el único fin de ser los grandes vencedores y dominadores del mundo y de sus enemigos. Algunos experimentos medico-científicos llevados a cabo por la Alemania Nazi o por la Japón de las dos guerras estremecieron al mundo por lo atroces y sanguinarios que fueron con sus sujetos de experimentación que eran prisioneros de guerra o personas consideradas inferiores por su condición sexual, religiosa, color de piel, etc (judíos, comunistas, chinos, negros...) que sufrían amputaciones, vivisecciones, pruebas biológicas como contagios de enfermedades de todo tipo, modificaciones genéticas en adultos, niños o bebes para conseguir la perfección de la raza acercándola a los estándares de esas naciones, pruebas químicas para comprobar el alcance mortal de las armas más novedosas de la época... La antigua URSS pese a formar parte del bando de los aliados (USA, Reino Unido o Francia) en la Segunda Guerra Mundial no se quedó atrás en lo que se refiere a ese tipo de experimentaciones criminales con seres humanos. Si hay unos experimentos que aún hoy generan un auténtico misterio entre la comunidad científica son con los que se pretendía devolver a la vida a los muertos.


Durante los años 30 y 40 la URSS empezó a experimentar con la posibilidad de mantener órganos con vida fuera del cuerpo. Esos experimentos se llevaron a cabo por parte del cirujano ruso Sergei Brukhonenko. Brukhonenco ideó una máquina capaz de hacer circular la sangre y oxigenarla mientras estaba conectada al sujeto de pruebas. La conocida como autoyector fue conectada a un corazón de perro que tras hacer circular la sangre por el mismo consiguió hacerlo funcionar fuera del cuerpo del animal. Brukhonenco no se quedó ahí y continuó experimentando, en este caso conectó la máquina a la cabeza cortada de un perro a la que previamente aplicó una medicina en las vasos sanguíneos, seguidamente conectó también a la máquina unos pulmones de otro perro que iban a servir para que la cabeza pudieran respirar oxígeno, encendió el autoyector y tras unos minutos bombeando ocurrió lo imposible... la cabeza empezó a dar signos de actividad pestañeando, moviendo los músculos faciales y reaccionando a estímulos olfativos y auditivos durante casi tres horas, después la cabeza dejó de dar ningún signo de vida. Estos experimentos fueron registrados en un documental que se expuso en varios países occidentales (actualmente es fácil de encontrarlo a través de internet). Ver aquellas pruebas con cabezas de perros y órganos que volvían aparentemente a la vida impresionó a los científicos que se interesaron por los trabajos de la URSS, pero el cada vez más férreo telón de acero aislaba al país comunista del resto del mundo y fue imposible continuar sabiendo más sobre cualquier avance o experimentación rusa.


Bajo el secretismo del telón de acero Vladimir Demikhov, que era un biólogo interesado en saber como el cerebro es capaz de controlar los órganos del resto del cuerpo, inició una serie de experimentos de nuevo con perros que tras conocerlos incluso algún superior de Demikhov le prohibió continuar con esas aberraciones. Demikhov implantó al lado de la cabeza de un perro la cabeza de otro más pequeño que tras conectar entre si consiguió reanimar al animal que ahora era bicéfalo. Existen imágenes (también en internet) en las que se puede apreciar perfectamente a los perros con dos cabezas paseando, jugueteando entre ellos e incluso alimentándose.


Aunque posiblemente uno de los experimentos más terribles y misteriosos que se llevaron a cabo los protagonizó de nuevo Brukhonenco. Después de que el gobierno ruso desclasificara documentos secretos, se supo que Brukhonenco decidió experimentar esta vez con un cadáver humano. Lo conectó a su autoyector y esperó a ver si ese cadáver reaccionaba de alguna manera. Tras esperar unos minutos el cadáver de ese hombre empezó a reaccionar emitiendo sonidos de garganta y parpadeando constantemente. Aquello dicen que provocó tal impresión entre el equipo de Brukhonenco y él mismo que no se lo pensó dos veces y apagó la máquina deteniendo toda actividad en ese cuerpo que al parecer por unos segundos pudo volver a la vida.

Después de aquello se desconoce si se continuaron con esos experimentos en cuerpos humanos. Lo que si se sabe es que por abominables y horribles que parezcan esos experimentos sentaron las bases de la ciencia y la medicina moderna en materia de transplantes o soporte vital. Tampoco se sabe si se consiguió devolver a la vida a una persona tras la muerte, todo parece indicar que si no se consiguió al 100% se estuvo cerca de conseguirlo. Las connotaciones morales pudieron paralizar esas investigaciones, por ahora recuperar de la muerte a una persona es científicamente imposible, ¿lo seguirá siendo en el futuro echando la vista a lo conseguido en el pasado?

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