El Misterio Real del Hombre de Somerton: el enigma del Tamám Shud.

Era el amanecer del 1 de diciembre de 1948 cuando la playa de Somerton, en Australia, se convirtió en escenario de uno de los mayores enigmas del siglo XX. Allí yacía un hombre sin nombre, impecablemente vestido, sin etiquetas en la ropa, y con un secreto escondido en el bolsillo: dos palabras escritas en persa, Tamám Shud… ‘Terminado’ 


🔥Esta entrada de octubre de 2015 ha sido actualizada y republicada, con mejoras en el contenido.

El hallazgo en la playa de Somerton.

Lo más extraño de su indumentaria era que estaba demasiado abrigado para la época del año en Australia, así como que no llevara sombrero, puesto que en esos años los hombres lo vestían habitualmente. Tampoco llevaba ningún tipo de documentación encima, aunque se encontró un cigarrillo en su oreja derecha, un paquete de cigarrillos de marca distinta y más caros, un peine de aluminio, un paquete de chicles de frutas y un billete de autobús usado, que indicaba que había partido desde la ciudad de Henley Beach. Su coche se encontró sin cerrar, con la llave cerca del lugar, dentro una maleta con ropa doblada y que tampoco tenía etiquetas.




La noche antes, varios testigos habían declarado a la policía haber visto al hombre tirado en la arena moviendo el brazo derecho, otros no apreciaron que se hubiera movido ni un milímetro. Todo era un misterio alrededor de aquel hombre, que se complicó cuando se encontró un papel en un bolsillo secreto de su pantalón. En ese papel que parecía arrancado de un libro se podían leer las palabras: Tamám Shud



Un misterioso mensaje: Tamán Shub y un código imposible.

Durante la investigación, la policía halló en su coche el libro del que se había arrancado el papel. Era un libro de poemas persas tras el cual se pudo traducir Tamám Shud como: Terminado


En la contraportada de ese libro había escrito una misteriosa nota a mano que ponía: Código Q, acompañada de un listado de letras que se creía podían ser códigos secretos. Dichos códigos alfabéticos eran los siguientes: WRGOABABD, MLIAOI (esta línea de letras estaba tachada), WTBIMPANETP, MLIABOAIAQC, ITTMTSAMSTGAB


Sospechas, teorías y enigmas.

Todo esto hacía sospechar a la policía de que fuera uno de los muchos agentes secretos que trabajaban en tiempos de Guerra Fría. 

La descripción del hombre y la foto de su cuerpo se repartió por varias agencias internacionales de seguridad, así como por cuerpos de policía, para poder conocer la identidad del mismo, pero nadie ni en Australia ni en otro lugar del mundo pudieron averiguar quién era esa persona. 



Junto a sus pertenencias también se descubrió un número de teléfono de una mujer que al ser interrogada por la policía, aseguró no conocer al misterioso hombre, ni el motivo por el que portaba su número de teléfono. Los investigadores siempre sospecharon de aquella mujer, pero nunca consiguieron demostrar que tuviera relación alguna con el caso. 



La autopsia forense determinó que el conocido como Hombre de Somerton murió envenenado por dos venenos diferentes, aunque el problema era saber si había ingerido el veneno u otra persona se lo había inyectado.



La noticia fue muy seguida por los medios de comunicación de la época, que empezaron a especular con la identidad del Hombre de Somerton. Las autoridades también sospecharon de otras personas, pero a ninguna de ellas se las pudo relacionar con este misterio. Finalmente, se atribuyó su muerte a una ruptura emocional con una mujer, que le llevó al suicidio, algo que no explicaría los códigos ni la ausencia completa de nada que lo identificara.




En 1949, en una taquilla de la estación de tren de Adelaida, se descubrió un portafolios marrón que portaba en su interior, entre otros objetos, etiquetas cortadas de prendas de vestir de hombre y un hilo de coser naranja, similar al que se había utilizado en el pantalón del Hombre de Somerton, para coser el bolsillo secreto de su pantalón, que era de una marca muy poco común en Australia. También se descubrió en esa taquilla un nombre: T. Keane, que aparecía en esas etiquetas y que se vinculó directamente como la auténtica identidad del Hombre de Somerton, aunque posteriormente no llevaría a nada.

La investigación no logró confirmar si murió o no en aquella playa. Pese a ello, se mantuvo la creencia de que la muerte no se perpetró en aquel lugar, ya que muchas cosas no cuadraban, como que sus zapatos no estuvieran manchados de arena o de polvo de la misma playa.


El hombre de Somerton se convirtió entonces en un auténtico misterio, sin nadie que lo reclamara o que lo conociera, sin un pasado que nos explicara quién fue y el motivo por el que terminó envenenado y abandonado en una playa de Australia. 

Un inmenso interrogante en la historia del país oceánico que, también salpicó a Estados Unidos y el Reino Unido, como sospechosos de ser los posibles países de origen del Hombre de Somerton. Aunque una de las teorías más seguidas y defendidas por los teóricos de la conspiración, es la de que era un espía que por alguna extraña razón, alguien decidió eliminarlo. 

Lo que esconden esos códigos que supuestamente anotó el propio Hombre de Somerton, es aún hoy un gran misterio no resuelto. Tampoco se conoce el motivo por el que llevaba encima las palabras Tamám Shud, arrancadas de un libro y escondidas en su bolsillo, así como aquellos extraños códigos. 

Existe también alguna que otra teoría que se aleja de lo conocido, situando al Hombre de Somerton como un viajero en el tiempo que portaba un extraño secreto. Teoría que explicaría esa ausencia de identidad, tal y como si no hubiera existido jamás… no al menos en nuestro tiempo.

En julio de 2022, el profesor Derek Abbott de la Universidad de Adelaide y la genealogista forense Colleen Fitzpatrick anunciaron, tras analizar unas muestras de ADN que contenían unos cabellos adheridos a la máscara mortuoria del Hombre de Somerton, su identidad real: Carl “Charles” Weeb, nacido en Mellbourne en el 1905. De hecho y tras analizar su árbol genealógico y unas 4.000 coincidencias de ADN, aseguraron también haber descubierto quién era el nombre de ese tal T. Keane, encontrado en la taquilla de tren junto a las supuestas pertenencias del Hombre de Somerton. Según Abbott y Fitzpatrick era su cuñado. Pese a ello, la oficialidad de la identidad del Hombre de Somerton no se ha dado aún  por parte de las autoridades competentes y, parece haber ciertas dudas con algunas pruebas utilizadas y el nulo reconocimiento de la supuesta familia.



Un caso que sigue sin resolverse.

Quizá el Hombre de Somerton no buscaba ser recordado, y sin embargo, su silencio sigue hablándonos más de medio siglo después. En sus bolsillos no había un nombre, pero sí un mensaje: Tamám Shud. Terminado. O tal vez… no. 




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