Yasunori Katõ, el gran villano de Japón.

Surgido de una serie de novelas de éxito de mediados de los 80, la figura de Yasunori Katõ se popularizó y viralizó llegando hasta nuestros días. A su vez, su presencia es tan fuerte en la cultura popular japonesa, que ha inspirado muchos personajes de televisión, manga y videojuegos a lo largo de los años, mitificando aún más su figura y toda la historia que le rodea. Pero, ¿cuál fue el origen de este personaje ficticio y que le convierte en uno de sus villanos más terribles?


En lo personal, descubrí al personaje gracias al anime Doomed Megalopolis (1991), un maravilloso anime que adaptaba la exitosa novela en el país nipón del escritor Hiroshi Aramata, con título Teito Monogatari


Según cuenta Hiroshi Aramata en su famosa novela, Yasunori Katõ es descendiente de las antiguas tribus indígenas japonesas, concretamente de las tierras de Ryūjin, lugar de nacimiento de un personaje legendario de la cultura japonesa como lo fue Abe no Semei. 


Abe no Semei es una figura venerada y respetada en la historia japonesa. Como era tradición, los onmyõji como Abe no Semei, servían con su magia y poderes de adivinación a los emperadores japoneses. Tras morir, el emperador al cual servía, mandó construir un santuario en su honor allí donde tuvo su casa, en Kioto, antigua capital de Japón. Este santuario aún existe hoy en día.


Las tribus que se opusieron a rendir pleitesía al entonces emperador japonés, fueron arrasadas hasta prácticamente ser exterminadas. Yasunori Katõ heredó ese profundo odio contra un Emperador que, como castigo, destruyó las tierras y cultura de esas tribus rebeldes, personificando la maldición viviente que aquellas gentes lanzaron contra el Emperador y el propio Imperio Japonés.


Durante su vida, Katõ sería adiestrado en las artes místicas japonesas como el onmyōdō o el shugendō, así como en diversas formas de magia negra, dominándolas todas ellas, hasta alcanzar la inmortalidad. Aunque en la novela ni se confirma ni se desmiente, Yasunori Katõ asegura ser discípulo directo de Abe no Semei, del que dice aprendió todo lo relacionado con el Onmyōdō, una mezcla de ciencia natural y esoterismo que llegó a Japón gracias a la influencia de la cultura China, a partir del siglo VII.

Durante cientos de años, Katõ siguió perfeccionando sus técnicas y conocimientos, así como buscando la forma de vengarse del Imperio. Para ello, a inicios del siglo XIX, se infiltró en el Ejército Imperial Japonés, ganando fama y reconocimiento hasta convertirse en Teniente. El uniforme tradicional militar que portaba, con sus guantes blancos con un pentagrama o Seiman dibujado en el dorso, símbolo inequívoco en la cultura japonesa de Abe no Semei, se convertirían en santo y seña del personaje e influirían en la creación de otros villanos.




Fue entonces cuando Yasunori Katõ, encontró la manera de llevar a cabo su venganza y desatar la maldición que sus ancestros habían lanzado contra Japón. Para ello, debía despertar al espíritu de Taira no Masakado, considerado protector de Tokio.


Taira no Masakado fue un Samurai de familia noble, que sirvió durante años a la Corte Imperial de Kioto. En un momento de la historia, Masakado se rebeló contra el Imperio en el año 939. Su lucha duró varios meses en los que se autoproclamó emperador. Aunque despertaba muchos apoyos entre las gentes de las zonas rurales, finalmente fue derrotado y decapitado por su propio primo. Su cabeza fue expuesta en Kioto, como medida ejemplarizante y para recordar a quienes lo apoyaron, las consecuencias de traicionar al Emperador. 


Pese a todo, la figura de Taira no Masakado fue deificada y convertido en protector de la próxima capital de Japón, Tokio. Cuenta la leyenda que tras su muerte, no Masakado maldijo a Tokio, convirtiéndose en un Dios vengativo dispuesto a destruirla. Pero, tan solo la veneración de los tokiotas aplacó su ira, transformándolo en un espíritu protector de la ciudad, dándose el curioso caso de que Tairo no Masakado es a la vez salvador y amenaza de Tokio. Supuestamente, parte de sus restos reposan hoy en día en una tumba junto a un altar sintoísta, en mismo centro financiero de la ciudad. Un lugar cuidado y mantenido con cariño por las gentes que lo visitan, para evitar la ira de Masakado.


Yasunori Katõ se pasó diez largos años intentando llegar hasta el santuario, donde se dice que duerme el espíritu de Masakado, con el objetivo de despertarlo y conseguir reavivar su ira, provocando la destrucción de Tokio. Pero el espíritu de Tairo no Masakado no atendió a los ruegos de Katõ siguiendo dormido y, por tanto, salvando y protegiendo a la ciudad.


Katõ no cejaría en su deseo por acabar con Japón, por lo que seguiría buscando otras formas de conseguirlo. Por ejemplo, según la novela de Hiroshi Aramata, Katõ sería el verdadero responsable del fatal terremoto de Kantõ de 7,8 en la escala richter ocurrido el 1 de septiembre de 1923, que dejó cientos de muertes en una catástrofe muy recordada por los japoneses. Para ello, Katõ se valió de sus conocimientos de la magia para sacudir la tierra y destruir gran parte de Tokio. 


Pero ese no sería el único momento histórico en el que Yasunori Katõ, habría estado envuelto en algo trágico o negativo para Tokio u otras naciones extranjeras. En la trama Teito Monogatari, Hiroshi Aramata nos explica como Katõ estuvo envuelto en la muerte del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt. También, en 1960 aprovecharía las protestas estudiantiles sucedidas por todo el país, en contra del Tratado de Mutua Cooperación y Seguridad entre Estados Unidos y Japón, para intentar desestabilizar políticamente a la nación e influenciar y manipular a la opinión pública. En 1998 volvería a intentar causar otro gran terremoto, esta vez invocando al protector del mar, Ryūjin, un dragón marino del folclore japonés. Pero finalmente sería detenido por los Guardianes Espirituales de Tokio que, junto al espíritu protector de Masakado, derrotarían definitivamente a Katõ.


Como puedes observar, la imaginación que demostró tener Hiroshi Aramata en su obra Teito Monogatari, mezclando hechos históricos de Japón y su propio folclore, creó un personaje que marcó tendencia en la ficción y el entretenimiento japonés, desde los 80 hasta hoy, con un villano carismático y aterrador como pocos.

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