Hachishakusama, la secuestradora de niños.

Aterradora como pocas, si Hachishakusama le echa el ojo a un niño, puede que no tenga salvación. Y es que tanto el aspecto de este aterrador personaje, como sus motivaciones colocan a Hachishakusama como uno de los monstruos sobrenaturales más temidos de todo Japón.


La leyenda nos cuenta que en la antigüedad el espectro de Hachishakusama fue encerrada dentro de 4 pequeñas estatuillas conocidas como Jizo, representaciones de Bodhisattva Jizo Bosatsu, el Dios de la religión Budista y guardián de los viajeros, los niños y de la maternidad. Allí se mantuvo cautiva hasta que una de esas estatuillas se rompió y el demonio escapó. Desde entonces Hachishakusama vaga por Japón, concretamente por las zonas rurales, acechando a niños y niñas para raptar a los que más le guste. 

Hachishakusama vendría a significar La Dama de 8 pies de altura (unos más de 2 metros). Aunque es difícil escapar, hay quien lo consiguió y aún vive para contarlo. Quienes han tenido la mala suerte de conocer a Hachishakusama, aseguran que sabes que se acerca cuando escuchas un: “Po, po, po, po, po…”. Ella viste completamente de blanco y porta un gran sombrero. Sus brazos y piernas son muy largos y su pelo es negro como la noche. Nadie sabe que hace con los niños que rapta, aunque hay quien especula con que se alimenta de ellos en algún lugar fuera de nuestro plano. 

En la misma leyenda se incluyó una vivencia de un niño, que en su momento tenía 8 años, que logró escapar de la amenaza de Hachishakusama. En ella ese testigo nos cuenta que siendo un crío iba de vacaciones al pueblo de sus abuelos. Un buen día mientras jugaba en el patio trasero, empezó a escuchar ese extraño: “Po, po, po, po, po…”. Cuando alzó la mirada pudo ver que por encima de los setos asomaba un sombrero de mujer. Extrañado decidió hacerse hueco entre los setos, hasta que vio a esa extraña figura de mujer vagando por detrás de esos setos.

El niño corrió a explicárselo a sus abuelos, que al principio no le hicieron mucho caso, hasta que les describió la altura de esa mujer. Fue entonces cuando el nerviosismo y las prisas se apoderaron de la casa. El abuelo descolgó el teléfono llamando a alguien, mientras el chaval se quedó abrazado a su abuela, lloroso y sin entender nada. Fue entonces cuando la abuela le explicó el motivo de todo aquello: “Hachishakusama te ha visto y le has gustado. Ahora querrá llevarte con ella”. El abuelo colgó el teléfono, agarró las llaves del coche y tras pedirle a la abuela que no se separara del niño ni un instante, abrió la puerta de casa y se marchó.

No tardó mucho en llegar con una mujer, una bruja que residía en el pueblo. Esta encerró al niño en una habitación con llave, no sin antes hacerle prometer que no abriría la puerta a nadie y por nada hasta las 7:00 de la mañana. La bruja dejó cuatro cuencos de sal en las cuatro esquinas de la habitación y una pequeña estatua de Buda, a la que el niño debería rezar en caso de sentir miedo.

El niño pasó la peor noche de su vida. Ese sonido se repetía constantemente desde detrás de la ventana, incluso estuvo a punto de ser engañado para que abriera la puerta. Todo esto hasta que dieron las 7:00 de la mañana, momento en el que su abuelo y varios hombres del pueblo metieron al chaval en una furgoneta y se lo llevaron lejos del pueblo. Hachishakusama persiguió al niño, pero cuando traspasaron los límites del pueblo, quedó totalmente a salvo con la condición de no volver jamás al pueblo de sus abuelos o se arriesgaría a que el demonio de Hachishakusama, volviera para llevárselo y cumplir con su tarea pendiente.

En el Japón rural nunca pueden dar la espalda a las explicaciones de los niños, por imposibles que parezcan, ya que puede que Hachishakusama los haya escogido para llevárselos con ella.

Comentarios

  1. Vaya, qué buena leyenda, además muy apropiada para estas fechas. Esa dama sí que da miedo. Saludos, muy buena información.

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