La Masacre de Tulsa, el oscuro episodio racial de Estados Unidos.

En un mundo en el que las ideologías extremas tienen altavoces privilegiados para difundir sus doctrinas, la historia nos muestra tristes y, en parte, olvidados episodios de la misma, que de vez en cuando vuelven para recordarnos lo que sucedió en el pasado y que puede volver a ocurrir en el presente y futuro. Uno de esos episodios infames tiene que ver con la ciudad de Tulsa, actualmente la segunda ciudad más grande del estado de Oklahoma (Estados Unidos). Una ciudad considerada de las más bellas del país, culturalmente y arquitectónicamente privilegiada que, además, se la conoce con el sobrenombre de “La capital mundial del petróleo”. Pero está claro que no es oro todo lo que reluce en Tulsa, ya que durante décadas ha ocultado, con la necesaria complicidad de muchos en ese país, unos actos repulsivos, salvajes y vergonzantes que pueden hacer perder la fe a cualquiera en la raza humana. A aquellos atroces momentos vividos se los conoce como La Masacre de Tulsa.

Todo se desató rápido como si la ciudad entera estuviera empapada en gasolina y una sola chispa, la del odio, la envidia, el miedo... la hiciera arder en segundos. En tan solo un día que transcurrió desde el 31 de mayo a la mañana del 1 de junio de 1921, en Tulsa ocurrió lo que muchos historiadores consideran “el peor incidente de violencia racial de la historia de Estados Unidos”. Literalmente los supremacistas blancos y sus simpatizantes, desataron un infierno de violencia extrema contra los negros que vivían en el distrito de Greenwood, conocido como el “Wall Street Negro” que acogía a cientos de familias negras, con negocios propios en un momento de gran segregación racial. Un lugar próspero para los hombres y mujeres negros del país, el mejor lugar para vivir para los negros decían, además de autosuficiente. Todo aquello atraía a su vez muchas envidias por parte de los sectores de la ciudad donde los blancos eran mayoría.




Poco antes un rumor se extendió como la pólvora entre los vecinos y vecinas del lugar. Dick Rowland, un lustre botas negro había sido detenido y estaba siendo custodiado en la comisaría, acusado de haber atacado a una joven blanca de 17 años, Sarah Page, en el ascensor de un edificio de oficinas, en el que no se aceptaba a gente de color. 


Los rumores iban tomando versiones diferentes a medida que pasaban de boca en boca y fue, entre los vecinos del barrio negro, donde se empezó a temer por Rowland. Por lo que una multitud rodeó la entrada del edificio en protesta. Todo aquello sucedió la mañana del 30 de mayo de 1921.

Entre la comunidad blanca los rumores se fueron exagerando, hasta el punto de que el incidente fue desvariando por momentos. La mañana del 31 de mayo el Tribune Tulsa publicó un reportaje como poco polémico, que enervó aún más los ánimos de unos y otros, sobretodo del bando blanco. 


Aquella misma noche los disturbios comenzaron con tiroteos, que hicieron que los negros huyeran a sus casas. Durante las primeras horas del 1 de junio de 1921, los racistas blancos llegaron a Greenwood armados y con la intención de echar a los negros de allí. 

Hombres, mujeres, niños daba igual quien fuera porque cualquiera podía ser víctima de un disparo, una paliza o el fuego. Algunos vecinos blancos sobrevolaron la zona con sus avionetas privadas, bombardeando durante la noche el lugar con explosivos caseros. Quienes hicieron frente a esos ataques, pronto comprobaron que estaban solos y en minoría en mitad de una guerra que les cogió de improviso. 


Unas 1200 casas fueron destruidas o quemadas, algunas con familias enteras dentro, negocios desvalijados, 800 personas tuvieron que ser atendidas y, según las autoridades, unas 39 personas fallecieron en aquellos incidentes que tan solo se detuvieron cuando el gobernador de Oklahoma, declaró la ley marcial y la Guardia Nacional se hizo con el control de la situación la mañana siguiente. Décadas después historiadores descubrieron que la cifra real de muertos durante la Masacre de Tulsa ascendía a más de 300, posiblemente aún más. Una cifra que fue de forma deliberada ocultada en aquel momento.




Tras aquello muchos de los supervivientes decidieron huir de su hogar por miedo a nuevos incidentes, y los que se quedaron callaron igual que todos sus verdugos, para olvidar rápido y por miedo. Ninguno de los afectados recuperó nada de lo perdido, no recuperaron sus negocios, familiares, hijos o amigos muertos o desaparecidos, los seguros nunca indemnizaron a las familias por las perdidas de sus casas y demás bienes, ya que las autoridades se apresuraron a calificarlo todo como disturbios y no como lo que era, una masacre, motivo por el que las compañías de seguros no estaban obligadas a pagar nada.


Pero, ¿qué fue lo que sucedió realmente con Dick Rowland y que desató toda esa ola de odio? En los 100 años que llevamos ya desde aquel 1921, lo que sucedió entre Rowland y Page sigue sin estar del todo claro, pues depende quien cuente la historia, difiere entre en una u otra versión. Lo que está claro es que Rowland tenía permiso para acceder al edificio y utilizar el ascensor, que le llevaba a la planta donde había el baño que utilizaba asiduamente. Varios testigos aseguraron que era habitual verlo entrar para ir al baño. Hay quien explica que tanto Rowland como Page mantenían una relación en secreto y que alguien debió descubrirlos. Otros que Rowland fue quien, de alguna manera, increpó a la joven o intentó agredirla. Aunque muy posiblemente todo se debió a un malentendido, un roce, un tropiezo que hizo a Rowland golpearse con Page y que pudo provocar ese supuesto grito que se aseguró escuchar por algunos testigos. Sea como fuera, el elevado racismo que existía en esa época hace dudar bastante sobre la culpabilidad de Rowland, un hombre bueno según quienes lo conocieron y lo trataban.

La Masacre de Tulsa es sin ningún tipo de duda uno de los momentos más vergonzosos y tristes de la historia de Estados Unidos. Un acto de violencia y sangre racista que destruyó cientos de vidas y futuros, de forma injusta 

Tal vez lo más complicado de entender sea el porqué se quiso ocultar todo aquello, no solo las autoridades de Tulsa, el mismo país decidió pasar página sin restituir nada ni a nadie y sin hacer pagar con todo el peso de la ley, a los instigadores de aquella infernal noche de violencia contra una minoría, en clara desventaja, peligrosamente más cercano a un intento de genocidio a nivel local. Quienes siguieron viviendo allí vieron como sus vidas cambiaban por completo, pasando a ser unos olvidados más que no importaban a nadie. Su causa no sería atendida ni escuchada, los libros de historia no recogerían aquellos despiadados sucesos hasta décadas después, mirando las instituciones a otro lado en favor de una mayoría racista.  

La Masacre de Tulsa se convertiría en un rumor que en estos tiempos tan revueltos de hoy en día, se ha recuperado para conmemorar a las víctimas y pedir más visibilidad para ellas, además de ejemplarizar con ello la crisis racial que aún persiste en una sociedad incapaz de cicatrizar heridas. Supe hace poco de este hecho histórico que me impactó y del que no paro de dar vueltas cuando pienso en ello, tal vez intentando comprender, sin éxito alguno, los motivos que llevaron a unas personas con mucho que perder y nada que ganar, a desatar tal nivel de odio intolerante sobre seres humanos de forma tan impunemente vergonzoso.

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