Burke & Hare, los asesinos de West Port.

William Burke y William Hare, más conocidos popularmente como “Los Williams”, son posiblemente los asesinos en serie más recordados e infames de la historia criminal de Escocia, pero situémonos en la historia para conocerlos algo mejor. 


Principios del siglo XIX, la Universidad de Edimburgo (Escocia) es internacionalmente reconocida. Su prestigio está fuera de toda duda, pues forma, entre otras modalidades a algunos de los mejores médicos y anatomistas de la época del Reino Unido. Pero justo en el siglo donde el estudio de la anatomía florece, dicha institución se encuentra en crisis, ya que no dispone de cuerpos para la investigación. La abolición de la ley conocida como el “código sangriento”, que empezaría a hacerse efectiva desde principios del 1800, dejaría sin esa materia prima de estudio necesaria a la Universidad y sus estudiantes. Cuando lo normal era tener gran cantidad de cuerpos donados para el estudio, procedentes de todo tipo de criminales condenados a muerte, se pasó a disponer a partir de entonces de tan solo dos o tres cadáveres al año a disposición de estudio. 

Aquella situación in extremis de la facultad, motivo la aparición cada vez más creciente de la figura de los “Resurrectores” o Ladrones de Tumbas, una profesión al margen de la ley que proporcionaba un buen y fácil dinero a aquellos que se arriesgaban a ello, además de cadáveres “frescos” para el estudio en la Universidad. Dichos “Resurrectores” vigilaban los cementerios y cuando se enteraban de enterramientos recientes, al amparo de la noche se dedicaban a desenterrar los cuerpos de los recién enterrados y que aún no habían empezado a pudrirse. Cuanto más “frescos” y en mejor estado, mejor cotizados estaban, por lo que muchas familias las primeras noches montaban guardia en las tumbas de sus familiares, levantaban vallados alrededor de las mismas o, las familias más pudientes y con posibilidad de adquirir panteones, situaban otras medidas de seguridad en los posibles accesos como alambres de espino, que incluso hoy en día se pueden contemplar en algunas sepulturas de la época. Toda medida era poca para frenar a esos ladrones de cuerpos, hasta se logró que la policía patrullara los cementerios en sus habituales rondas nocturnas. Pese a todo ese negocio ilegal crecía al amparo de una Universidad que bajo mano y clandestinamente, fomentaba el pago de esos servicios.


Ahí es donde aparecen dos inmigrantes irlandeses llegados en busca de trabajo. William Burke natural de la provincia del Ulster, emigró a Escocia en 1817 dejando mujer y dos hijos en Irlanda en busca de trabajo. Tras trabajar en la construcción del Canal de la Unión conocería a Helen McDougal, una mujer con la que mantendría una relación. William Hare, también natural de la provincia del Ulster, haría lo propio y emigraría a Escocia, donde también trabajaría en el Canal de la Unión. En Edimburgo conocería a Margaret Laird, con la que tras esta enviudar se casaría con ella.

No se conoce si Burke y Hare llegaron a conocerse con antelación, pero donde hicieron buena amistad fue cuando ambos coincidieron en el hostal Tanner’s Close, en el barrio de West Port en Edimburgo, donde ambos comenzarían a residir y que regentaba Margaret Laird, que si conocía a Burke de otras veces que este había viajado por trabajo y se había alojado allí.

Ante la falta de trabajo a ambos les llegó los rumores de que podían sacar unas buenas monedas si entregaban a la Universidad cuerpos para su estudio. Su primera víctima, que no fue tal, fue un viejo pensionista de la Armada que falleció por causas naturales y que se alojaba en el mismo hostal. Burke y Hare decidieron que en lugar de enterrarlo, llenarían su ataúd de piedras y llevarían el cadáver a la Universidad. Un estudiante les daría el contacto de Robert Knox, un anatomista que necesitaba cuerpos para diseccionar en sus clases y que pagaba por ellos. Por aquel primer muerto recibirían la suma de 7 libras y 10 chelines.

Los “Williams” vieron negocio fácil en aquello y aprovecharon la enfermedad de otro inquilino del hostal, para esta vez si cobrarse su primera víctima. A este hombre lo emborracharon y tras dejarlo bien ebrio lo asfixiaron. A partir de entonces decidieron que ellos no iban a robar cuerpos, que se les daba mejor y era más sencillo matar ellos mismos y entregarlos al momento. Daba lo mismo quién fuera, hombre o mujer, joven o mayor, normalmente eran mujeres, sus víctimas eran engañadas y cuando, por ejemplo, las invitaban a su habitación para seguir bebiendo o pasar un buen rato, las asfixiaban y vendían sus cuerpos a Knox. En una ocasión sus víctimas fueron una anciana y su nieto pequeño, por los que cobraron 8 libras por cada cuerpo. Incluso otra de sus víctimas fue una familiar de Helen McDougal, que terminaría siendo una de las sospechosas cómplices de los “Williams”.


Su ambición era insaciable, perfeccionando cada vez su modus operandi, no existía remordimiento alguno pues para ellos el dinero que obtenían y la vida que llevaban gracias a ello, era suficiente motivo y aliciente para matar. Pero fueron dos víctimas las que terminaron incriminándolos definitivamente, además de las sospechas sobre otra que propiciaron su detención y las de sus parejas.

Una noche Burke convenció a una mujer para que fuera con él al hostal, haciéndole creer que tenía familia en común. Cuando llegaron no pudo asesinarla porqué en el hostal no estaba vacío, había una pareja de inquilinos que le impedía actuar con su habitual impunidad. Cuando se retiraron Burke se abalanzó sobre ella acabando con su vida, pero los dos inquilinos habían escuchado algún ruido extraño. Al ser preguntado por estos, Burke no permitió que registraran su habitación, por lo que aprovecharon un momento en el que se ausentó para registrarla, entonces fue cuando descubrieron el cuerpo de la mujer. Corrieron a denunciar a la policía, no sin antes toparse con Helen McDougal, que intentaría sobornarles con 10 libras para que olvidaran el asunto. Al no conseguirlo alertó a Burke y Hare, que fueron al hostal y llevaron rápidamente el cuerpo a Knox. Cuando la policía llegó no había cuerpo alguno, pero las declaraciones contradictorias de Burke y McDougal les llevó a ser detenidos. Poco más tarde un mensaje anónimo puso a la policía sobre la pista de Knox, al que descubrieron con el cuerpo de la mujer desaparecida.

Durante el juicio las otras dos víctimas que acabarían por delatarles por completo, serían una prostituta a la que convencieron junto a otra para que fueran con ellos al hostal. Tras una discusión una de ellas se marchó, no volviendo a ver nunca más a su compañera. Esta la identificaría en el juicio. La otra sería un joven discapacitado de 18 años, una de sus últimas víctimas, conocido en el lugar y al que los “Williams” asesinarían no sin dificultades, pues se resistiría con fuerza. Tras desaparecer su madre no dejó de buscarle, mientras que un estudiante de Knox lo identificaría en una de sus clases cuando su cuerpo fue presentado en la mesa de disecciones, testificando también en el juicio.

Las pruebas contra Hare y Laird no terminarían de resolver su total implicación en todos los asesinatos, por lo que se decidió sacar una confesión contra Burke, que Hare aceptó a cambio de su libertad. Hare y Laird quedarían libres, igual que McDougal a la que tampoco se logró incriminar, en cambio Burke fue condenado y ahorcado el 28 de enero de 1829 por la muerte de al menos 15 personas a lo largo de todo un año. 


Paradójicamente su cuerpo fue diseccionado y su esqueleto, máscara mortuoria y objetos hechos con su piel exhibidos a día de hoy, junto a una máscara en vida de Hare, en el museo de la misma Universidad a la que vendían los cuerpos de sus víctimas.



Robert Knox negó conocer la procedencia de los cuerpos y se libró de una sentencia. Aun así su papel en todo este caso fue un escándalo que afectó directamente a la Universidad y que le obligó a mudarse, ante el escarnio público al que fue sometido tras el juicio él y su familia.

Este caso es uno de los más conocidos en el Reino Unido y causó un grandísimo revuelo en su momento. Su adaptaciones en obras literarias, cine y televisión no son pocas. Incluso la técnica de asfixia que utilizaban los “Williams”, es conocida e identificada en criminología con el nombre de “burking”, en clara referencia a William Burke.

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