El Sanja Matsuri y la Yakuza japonesa.

Cada tercer fin de semana del mes de mayo se celebra en el barrio de Asakusa, en la ciudad de Tokio (Japón) el festival de Sanja Matsuri, una celebración religiosa en la que cientos de personas salen a la calle a celebrar y portar a hombros tres "mikoshi", algo así como tres pequeños y pesados altares portátiles hasta el templo de Sensõ-ji.


Cuenta la leyenda que en el año 628, dos hermanos pescadores encontraron entre sus redes una estatua de la Diosa Kannon. Un importante y adinerado hombre llamado Hajino Nakatomo explicó a Hinokuma Hamanari y Hinokuma Takenari, los dos hermanos pescadores, quién era esa Diosa representada en aquella estatua y los condujo hasta la fe budista. Tanto los dos hermanos como el acaudalado hombre consagraron y veneraron la figura de la Diosa Kannon en el pequeño templo de Bodhisattva Kannon, hoy en día el templo budista más antiguo de Japón. Por todo esto se celebra el Sanja Matsuri, en honor a esos tres hombres que encontraron la estatua de la Diosa Kannon y que se consideran los fundadores del templo. Hasta aquí podríamos encontrarnos con una celebración religiosa más, pero lo más curioso de todo es quién la controla, dirige y protagoniza toda una gran celebración que incluso atrae a multitud de turistas, la YAKUZA.

 


La Yakuza es la encargada de que durante tres días el Sanja Matsuri funcione. La procesión de los tres mikoshi parte desde delante mismo de la comisaria del barrio de Asakusa, sin que la misma policía mueva ni un solo dedo contra tal cantidad de criminales que se reunen allí, exponiéndose como nunca hacen durante el resto del año. De hecho todo miembro la Yakuza intenta pasar lo más desapercibido posible el resto de los días, pero cuando llega el Sanja Matsuri no solo salen todos los miembros de los clanes mafiosos de Tokio, si no que también lo hacen exponiendo a la vista de cualquiera sus famosos tatuajes. Tatuajes que en muchos recorren practicamente cada centímetro de sus cuerpos. Se pueden identificar rápidamente a los iniciados en la Yakuza por su poca cantidad de tatuajes e incluso se puede conocer el significado de los más elaborados, algunos de ellos identifican a altos rangos de la Yakuza. Da lo mismo si son hombres o mujeres, todos y todas se quedan practicamente desnudos, solo tapados por el tradicional "fundoshi", una prenda que tapa las partes íntimas típica de los luchadores de sumo, dejándose fotografiar y observar por la multitud a su alrededor.



Durante el tiempo que dura la procesión en las calles de Asakusa corren ríos de alcohol, además de, según quienes han vivido esta festividad, se respira un ambiente muy cargado y ensordecedor, generado por la inmensa multitud que se agolpa allí y por los gritos y silbatos que suenan constantemente para animar a los portadores de los mikoshi.




Su completa impunidad parece resultar abrumadora y pone en seria tela de juicio, quién es realmente quién imparte y aplica la ley por las calles de Tokio. Y es que la Yakuza es en pleno siglo XXI, una organización mafiosa tan importante e influyente en toda una potencia como Japón, que cosas como el Sanja Matsuri quedan en un segundo plano por culpa de tal demostración de fuerza ante las autoridades legales niponas.

Comentarios