El Gran Hotel Bolivar, del lujo al terror.

El Gran Hotel Bolivar fue antaño un lugar que rebosaba glamour. Entre sus paredes se hospedaron nombres ilustres del cine latinoamericano y hollywoodiense, de la literatura internacional, también grandes figuras de la música, así como destacadas personalidades políticas. Era lugar de reunión de celebridades y actos benéficos, que reunían a lo más nutrido de la alta sociedad peruana. Hoy en día su decadencia es más que evidente, solo un recuerdo de lo que fue y significó. Pero puede, que alguno de esos recuerdos aún continúen vagando por sus pasillos, atrapados en un bucle infinito capaz de erizar los pelos a los más valientes del lugar.


Inaugurado en 1924 en el mismo centro histórico de Lima, en sus inicios se llamaba Hotel Ayacucho, en honor a la Batalla de Ayacucho de 1824, que representó el inicio de la independencia de la República del Perú, respecto al Imperio Español. De hecho, su construcción se pensó para albergar a los numerosos asistentes a la celebración del aniversario de dicha batalla. Pero pasados unos años, alguien debió percatarse de que Ayacucho significaba “lugar de los muertos” y, entonces, decidieron cambiarle el nombre por el de Gran Hotel Bolivar


Pero, como sucede con muchas otras cosas el, en otro tiempo, Gran Hotel Bolivar, fue perdiendo su esplendor con el paso de los años, debido a la delincuencia que empezó a operar por la zona del centro de la ciudad y a los actos terroristas que se llevaron a cabo en el país, desde principios de los 80 hasta los 2000, que generaron tal inestabilidad, que fueron mermando la clientela y reputación del hotel. 

Volviendo a sus inicios, el Gran Hotel Bolivar fue uno de los hoteles de Latinoamérica más lujosos e importantes. Construido con los mejores materiales que llegaron del viejo continente. De hecho, fue el lugar de Perú que tuvo los primeros ascensores del país. Y ya desde sus primeras décadas de esplendor, habían trabajadores que aseguraban que allí sucedían cosas que no eran de este mundo.

Las plantas quinta y sexta, eran las que generaban más rechazo entre sus trabajadores. Los rumores decían que en esas plantas se notaban cambios bruscos de temperatura, se creía que provocados por las almas de aquellos huéspedes que fallecieron en sus habitaciones y que, por algún motivo, no abandonaban en lugar. En esas plantas era habitual que trabajadores del hotel, como de servicios externos contratados, sufrieran accidentes a los que no se les lograba encontrar una explicación lógica.


Uno de los fantasmas más “célebres” del Gran Hotel Bolivar, es el de “la Gringa”. Dicen que “la Gringa” fue una mujer norteamericana que se hospedó en el hotel, justo en la habitación 666, desde la que se suicidó lanzándose por la ventana al vacío. No son pocos los empleados, en activo o ya retirados, que aseguran haberla visto paseando como si nada por los pasillos del hotel o por alguno de sus salones. Una antigua empleada, aseguró que un día escuchó un ruido que provenía del Gran Salón Presidencial y, al asomarse, pudo contemplar a una mujer vestida de blanco bailando, como si estuviera mecida por el viento. Al comentarlo con sus compañeros al día siguiente, estos le reconocieron que ni mucho menos había sido la primera vez que alguien la veía.

Está claro que su nombre original, Ayacucho, que significa Lugar de los muertos, puede que sea la explicación perfecta del motivo de su actividad paranormal. 

Aunque hoy en día, el polvo lo cubre en gran parte y sus precios, ya no son tan prohibitivos como lo fueron antaño, a parte de que las plantas quinta y sextas permanecen extrañamente cerradas, según dicen por el elevado coste que conlleva tenerlas abiertas sin suficientes clientes, ¿serías capaz de pasar una noche hospedado en el mítico y para muchos encantado Gran Hotel Bolivar?

* Gracias Álvaro, por descubrirme una tarde, móvil en mano, este apasionante misterio de tu tierra.

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