La sombra de la mentira.


CAPÍTULO 1. LA PROPOSICIÓN.


Mi nombre es Jack Brown y soy investigador privado. Hace algún tiempo fui considerado uno de los mejores. Mi juventud y talento me hicieron ganar mucho dinero y reconocimiento entre mis clientes, que se contaban por decenas entre la alta sociedad. Pero toda aquella acomodada vida acabó por culpa de malas decisiones.

En aquel momento casi lo pierdo todo, solo me quedó mi mujer embarazada de mi hija, que se mantuvo siempre a mi lado apoyándome en los malos momentos, y mi coche, un Ford Mustang del 69 que heredé de mi padre. Con ello y tras pagar por mis errores decidimos, casi seis años después de aquello, volver a empezar. Ahora regento una pequeña agencia, no tengo oficina, de hecho opero desde casa. Helen, mi mujer, me ayuda atendiendo el teléfono y los mensajes que nos llegan de clientes, además de ayudarme en la logística y demás.

Hoy me encuentro desde las 23:00 de la noche anterior en una operación de vigilancia frente a un conocido hotel de la ciudad. Este calor de julio es bastante intenso y el hecho de llevar metido en mi coche todo ese tiempo, empieza a ser insoportable. Por fin los veo, primero sale ella, una mujer joven, de unos 27/28 años, rubia, con buen cuerpo, con unas grandes gafas de sol de marca y un vestido bastante sugerente de color negro. Poco después mi objetivo hace aparición, un hombre de mediana edad, pelo canoso, con traje gris y camisa blanca. No parece el tipo de hombre que le vayan a ese tipo de mujeres. Ella lleva una fina y brillante cadena con una chapa colgando, parece bastante cara por como brilla al sol, posiblemente oro blanco bañada con algún tipo de piedra o cristal. Ayer noche no la llevaba puesta y esa no parece ser una joya que lleves guardada en el bolso para vestirla al día siguiente de una cita. Aprovechando la supuesta intimidad de la sombra de una de las columnas de la entrada, los dos se besan disimuladamente mientras él, parece no poder evitar la tentación de acariciarle el trasero. Después como si no hubieran pasado juntos la noche, se marchan por separado, uno por un lado y la otra por el otro. Las fotos que saco son oro puro y me permitirán dar carpetazo a este caso que ya duraba demasiado. Un rico marido, con tres hijo y adultero de libro, le es infiel a su mujer, quién me contrata y que además, la familia de esta, es la razón de su fortuna, con su joven secretaria. Ella, su mujer, mi clienta, estaba en lo cierto y las pruebas le permitirán vengarse sin dejarle apenas nada y a mí, un buen dinero para poder hacer las reformas del salón que Helen quiere hacer.

Mientras reviso las fotos suena mi teléfono, es Helen desde casa:
- Hola Cariño, ¿cómo va por casa con la pequeña?
- Jack, ha venido un hombre a verte, está en nuestro salón esperando, dice que es de suma importancia que hable contigo cuando llegues. No me quiso explicar más.


¿Un hombre? ¿Qué quiere hablar solo conmigo? Algo no me olía bien en todo aquello, de mi pasado aún guardo alguna que otra persona que le encantaría hundirme en la más apestosa mierda.

- ¿Estáis bien? ¿Te ha dicho su nombre?
- Si, si no te preocupes. Dice que se llama Warren Greenwood, pero ha preferido esperarte a ti para "más presentaciones" dice...
- Ok, no os mováis de allí y ten el teléfono cerca por si a caso, salgo ya.

Lancé el teléfono y mi cámara sobre el asiento del copiloto y arranqué a toda prisa. Apenas tardé 20/30 minutos en llegar hasta casa. Aparqué frente a la entrada del porche y salí corriendo. Había otro coche, a parte del de Helen aparcado frente a casa, era negro de alta gama. Al abrir la puerta Helen estaba sentada en el sofá y frente a ella, sentado en una de las butacas, aquel hombre que tomaba lo que parecía un té. La situación parecía mucho menos tensa de lo que esperaba, pues Helen parecía sonreír y los dos mantenían una charla entretenida.
- ¡Oh! Supongo que usted es el señor Brown. Encantado, mi nombre Warren Greenwood, soy el secretario y asistente personal del señor Arthur McGonagall.
- Mmm... si, encantado, pero... perdón si no le he entendido bien, ¿ha dicho Arthur McGonagall?


Arthur McGonagall es una de las personas más ricas e influyentes de la ciudad y unas de las que más del país. Es el dueño de uno de los imperios más grandes de las telecomunicaciones e incluso, se rumorea, que estuvo a punto de presentarse a la presidencia hace unos años.
- Correcto, el mismo. Y he venido hasta aquí personalmente para ofrecerle un importante trabajo.
- ¿De qué trata ese trabajo? y ¿por qué una de las personas más poderosas del país quiere contratarme?
- Entiendo sus dudas, pero si está interesado deberá presentarse mañana a las 8:00 en el domicilio del señor McGonagall. Allí resolveré sus dudas y le explicaré los por menores de dicho encargo.
- Normalmente con los clientes que me reúno no se andan con tantos secretos.
- Le entiendo señor Brown, pero entienda usted también que para el señor McGonagall la discreción es un asunto muy importante y, por ello, no quiere que exista filtración alguna. El trabajo que le ofreceremos es de suma importancia y el señor McGonagall está dispuesto a remunerarle generosamente, más de lo que imagina.

Tras aquello, el tal Greenwood se levantó, agradeció a mi mujer su trato y el té preparado y se despidió asegurando que si no acudía a la cita, lo entendería, pero que tanto él como su jefe tenían muchas expectativas puestas en mí.

Cuando se cerró la puerta Helen y yo nos miramos:
- ¿Qué piensas hacer?, parece una buena oportunidad.
- Supongo que no tengo nada que perder. Si no me convence me marcho y ya, ya lo has escuchado, podemos ganar mucha pasta.


Aquella noche me fui a la cama con nervios en el estómago. Normalmente estoy seguro de cada paso que doy, pero tanto secretismo me tenía algo incómodo. Pese a todo, necesitaba averiguar que tenían que ofrecerme.


CAPÍTULO 2: EL ENCUENTRO.

Tras recibir la inesperada visita del señor Greenwood, secretario y persona de confianza de Arthur McGonagall, uno de los hombres más influyentes del país, ofreciéndole un misterioso trabajo irrechazable, Jack Brown acepta reunirse con McGonagall y descubrir cuál es el motivo de tanto secretismo”.

Son las 7:53 de la mañana y me encuentro desde hace un rato aparcado junto al acceso, con garita de seguridad de la entrada. Arranco y me acerco comunicando que tengo cita con el señor McGonagall a las 8:00. Accedo y llego a una glorieta frente a la puerta de entrada de esa majestuosa mansión, frente a la que detengo el coche y veo que ya me esperaba Greenwood.
Me alegro de verle señor Brown. Bien puntual, como le gusta al señor McGonagall.

Greenwood me da paso y me informa que la reunión la llevaremos a cabo en el ala trasera de la casa, donde el señor McGonagall me espera con el desayuno. Cuando llegamos contemplo las vistas de la ciudad y sentado en una silla de jardín, junto a una mesa redonda no muy grande, bajo un parasol, de cara a la piscina y ojeando la prensa,está el señor McGonagall. 
Señor, le presento a Jack Brown.
- ¡Ah! Muchas gracias Greenwood. Encantado señor Brown, tome asiento por favor. ¿Le apetece desayunar conmigo?
- Se lo agradezco, pero preferiría ir al grano señor McGonagall.
- Mmm... me gusta. Bien pues, si todos estamos preparados y el señor Greenwood tiene el dosier y los documentos, podemos empezar.


En ese momento Greenwood saca unos papeles, contratos de confidencialidad que me informa debo firmar antes de empezar. En ellos leo diferentes cláusulas que de incumplirlas, básicamente me acarrearían infinidad de problemas legales. Firmo no sin antes informarme que de finalmente no aceptar el trabajo, sería libre de marcharme pero obligado a cumplir con lo estipulado respecto a la confidencialidad. Una vez solventado ese trámite, McGonagall se pone serio para decirme:
Bien señor Brown, necesito su ayuda porque mi hija ha desaparecido.

No hubiera pensado que la razón de tanto secretismo y espera fuera algo tan urgente y prioritario como la desaparición de una hija. De alguna manera quedé algo descolocado, pero ya estaba allí y quería saber más.
Lo siento mucho señor McGonagall, no debe ser sencillo sobrellevar estas horas pero, ¿ha llamado ya a la policía? Con todos los respetos, este no parece ser un caso que deba encomendar de primeras a un investigador privado.
- Tiene razón Brown, pero ESTE no es un caso cualquiera. Tengo un imperio que mantener, rodeado de rivales que esperan la más mínima muestra de flaqueza para atacarme y arrebatarme TODO por lo que tanto he trabajado. Por ello, no puedo dejar que la policía se implique, no por ahora, ya que ello desataría filtraciones y rumores que no nos harían NINGÚN bien.


Aquella no parecía ser la respuesta que esperaba. Aún sentía que algo raro había detrás de todo aquello, no sentía que fuera lógico toda aquella aparente formalidad y naturalidad, con algo que haría perder los papeles a cualquier padre. De todos modos saqué mi libreta y bolígrafo y me dispuse a preguntar.
De acuerdo. ¿Cuándo desapareció su hija?
- Hace unos 15 días que dejamos de saber de ella, ¿no es cierto señor Greenwood?


¿¡15 DÍAS!? Pensé para mí. Si las primeras 24/48 horas son primordiales, ¿¡que COÑO ha estado haciendo este MALDITO ESTIRADO todo este tiempo!? o... ¿es que su hija tiende a desaparecer habitualmente?
15 días son muchos señor McGonagall. ¿Ha sucedido esto alguna otra vez?
- Efectivamente señor Brown, Carla no es la primera vez que se marcha, pero es la primera que pasa tanto tiempo y no volvemos a saber de ella. Es una niña dulce y cariñosa, pero ya conoce como son los adolescentes, parecen enfadados con el mundo que les rodea. Imagino que el haber perdido a su madre tan joven y que yo no pueda prestarle la atención que merece, son factores que de alguna manera la han vuelto contra mí. Aunque siempre acaba volviendo a mí lado.
- Ya veo. ¿Sospechan de algún lugar al que haya podido ir?
- El señor Greenwood en persona, con ayuda de personal de confianza, ha revisado los lugares más frecuentados por Carla y sus amistades, pero no parece estar en la ciudad.
- ¿Alguien que le haya dejado un mensaje? ¿Puede que ella haya dejado alguna nota o dicho algo que pudiera hacerles pensar que esta vez iba a ser diferente? ¿Discutieron?
- Siempre discutimos señor Brown, pero es mi niñita y siempre la perdono. Y no, no dejó nota alguna.
 

Todo es sumamente extraño. Sigo descolocado así que continúo con el habitual interrogatorio tanto a McGonagall como a Greenwood. Sobre lo que me explican de la hija, parece ser una chica rica encerrada en una especie de jaula de oro, de la que siempre escapa pero vuelve al poco tiempo... la pregunta es ¿qué le ha hecho ahora desaparecer de verdad? A no ser que ya esté muerta, ¿qué hay allí fuera para que aún no la haya hecho volver? Si realmente no está retenida contra su voluntad.

Sobre la chica su nombre es Carla McGonagall. Aunque tiene su apellido no es hija de Arthur McGonagall y si de su segunda mujer. Cuando se casaron él la adoptó y tras la muerte de su madre, por cáncer, fue lo único que le quedó de ella. Arthur McGonagall no tiene más hijos. Por un lado habla de su hija de manera dulce, pero a la vez se muestra duro cuando habla de su "difícil" comportamiento, según él. Eso y que parezca anteponer su imagen y carrera a la desaparición de su hija, es algo que me mosquea bastante.
Siento insistir pero, ¿sospechan de alguien que pueda tener intención de extorsionarle o hacerle daño a través de su hija?
- Gente que le encantaría verme acabado mucha, que sean capaces de arrebatarme a mi Carla ninguno de los que yo conozca... aunque sospechamos de alguien.


En ese instante Greenwood deja sobre la mesa una carpeta. Dentro hay un contrato de trabajo e imágenes de una cámara de seguridad del recinto y en ellas un chico.
¿Intuyo que trabaja para ustedes?
- Trabajaba. Cuando la señorita Carla desapareció dejamos de saber de él. Al principio no caímos en la cuenta, pero fuimos atando cabos cuando revisamos las imágenes de la cámara de seguridad y vimos lo que aparecía.


Por lo visto Carla inició un romance con ese chico del personal. Ronald Clifford era su nombre, un nombre que según Greenwood es falso. El chico tan solo hacía unos tres meses que había entrado a trabajar como personal de mantenimiento. Si no fuera por el tema del nombre falso, sería un claro caso de “Romeo y Julieta”, pero puede que esta sea una pista por la que empezar a tirar del hilo.
¿Contratan ustedes mismos al personal?
- No, se encarga una empresa externa de ello.
- Bien, pues necesitaré hablar con ellos urgentemente.
- En el dosier tiene todos los datos que necesita señor Brown.


Agarro el dosier y le echo una ojeada. Tener las imágenes de la cara de ese chico puede ayudarme, pero algo me dice que no será sencillo.
Entonces señor Brown, ¿acepta el trabajo?
- Sí.
- Perfecto. El señor Greenwood le pondrá al corriente de la cantidad de los pagos. Una parte ahora, otra cuando obtenga pistas fiables de su paradero y la última cuando me la devuelva. Espero que encuentre pronto a mi niña.
- Una última cosa señor McGonagall, ¿puedo ver la habitación de Carla?


Continuará... Son las 7:53 de la mañana y me encuentro desde hace un rato aparcado junto al acceso, con garita de seguridad de la entrada. Arranco y me acerco comunicando que tengo cita con el señor McGonagall a las 8:00. Accedo y llego a una glorieta frente a la puerta de entrada de esa majestuosa mansión, frente a la que detengo el coche y veo que ya me esperaba Greenwood.
Me alegro de verle señor Brown. Bien puntual, como le gusta al señor McGonagall.

Greenwood me da paso y me informa que la reunión la llevaremos a cabo en el ala trasera de la casa, donde el señor McGonagall me espera con el desayuno. Cuando llegamos contemplo las vistas de la ciudad y sentado en una silla de jardín, junto a una mesa redonda no muy grande, bajo un parasol, de cara a la piscina y ojeando la prensa,está el señor McGonagall. 
Señor, le presento a Jack Brown.
- ¡Ah! Muchas gracias Greenwood. Encantado señor Brown, tome asiento por favor. ¿Le apetece desayunar conmigo?
- Se lo agradezco, pero preferiría ir al grano señor McGonagall.
- Mmm... me gusta. Bien pues, si todos estamos preparados y el señor Greenwood tiene el dosier y los documentos, podemos empezar.


En ese momento Greenwood saca unos papeles, contratos de confidencialidad que me informa debo firmar antes de empezar. En ellos leo diferentes cláusulas que de incumplirlas, básicamente me acarrearían infinidad de problemas legales. Firmo no sin antes informarme que de finalmente no aceptar el trabajo, sería libre de marcharme pero obligado a cumplir con lo estipulado respecto a la confidencialidad. Una vez solventado ese trámite, McGonagall se pone serio para decirme:
Bien señor Brown, necesito su ayuda porque mi hija ha desaparecido.

No hubiera pensado que la razón de tanto secretismo y espera fuera algo tan urgente y prioritario como la desaparición de una hija. De alguna manera quedé algo descolocado, pero ya estaba allí y quería saber más.
Lo siento mucho señor McGonagall, no debe ser sencillo sobrellevar estas horas pero, ¿ha llamado ya a la policía? Con todos los respetos, este no parece ser un caso que deba encomendar de primeras a un investigador privado.
- Tiene razón Brown, pero ESTE no es un caso cualquiera. Tengo un imperio que mantener, rodeado de rivales que esperan la más mínima muestra de flaqueza para atacarme y arrebatarme TODO por lo que tanto he trabajado. Por ello, no puedo dejar que la policía se implique, no por ahora, ya que ello desataría filtraciones y rumores que no nos harían NINGÚN bien.


Aquella no parecía ser la respuesta que esperaba. Aún sentía que algo raro había detrás de todo aquello, no sentía que fuera lógico toda aquella aparente formalidad y naturalidad, con algo que haría perder los papeles a cualquier padre. De todos modos saqué mi libreta y bolígrafo y me dispuse a preguntar.
De acuerdo. ¿Cuándo desapareció su hija?
- Hace unos 15 días que dejamos de saber de ella, ¿no es cierto señor Greenwood?


¿¡15 DÍAS!? Pensé para mí. Si las primeras 24/48 horas son primordiales, ¿¡que COÑO ha estado haciendo este MALDITO ESTIRADO todo este tiempo!? o... ¿es que su hija tiende a desaparecer habitualmente?
15 días son muchos señor McGonagall. ¿Ha sucedido esto alguna otra vez?
- Efectivamente señor Brown, Carla no es la primera vez que se marcha, pero es la primera que pasa tanto tiempo y no volvemos a saber de ella. Es una niña dulce y cariñosa, pero ya conoce como son los adolescentes, parecen enfadados con el mundo que les rodea. Imagino que el haber perdido a su madre tan joven y que yo no pueda prestarle la atención que merece, son factores que de alguna manera la han vuelto contra mí. Aunque siempre acaba volviendo a mí lado.
- Ya veo. ¿Sospechan de algún lugar al que haya podido ir?
- El señor Greenwood en persona, con ayuda de personal de confianza, ha revisado los lugares más frecuentados por Carla y sus amistades, pero no parece estar en la ciudad.
- ¿Alguien que le haya dejado un mensaje? ¿Puede que ella haya dejado alguna nota o dicho algo que pudiera hacerles pensar que esta vez iba a ser diferente? ¿Discutieron?
- Siempre discutimos señor Brown, pero es mi niñita y siempre la perdono. Y no, no dejó nota alguna.
 

Todo es sumamente extraño. Sigo descolocado así que continúo con el habitual interrogatorio tanto a McGonagall como a Greenwood. Sobre lo que me explican de la hija, parece ser una chica rica encerrada en una especie de jaula de oro, de la que siempre escapa pero vuelve al poco tiempo... la pregunta es ¿qué le ha hecho ahora desaparecer de verdad? A no ser que ya esté muerta, ¿qué hay allí fuera para que aún no la haya hecho volver? Si realmente no está retenida contra su voluntad.

Sobre la chica su nombre es Carla McGonagall. Aunque tiene su apellido no es hija de Arthur McGonagall y si de su segunda mujer. Cuando se casaron él la adoptó y tras la muerte de su madre, por cáncer, fue lo único que le quedó de ella. Arthur McGonagall no tiene más hijos. Por un lado habla de su hija de manera dulce, pero a la vez se muestra duro cuando habla de su "difícil" comportamiento, según él. Eso y que parezca anteponer su imagen y carrera a la desaparición de su hija, es algo que me mosquea bastante.
Siento insistir pero, ¿sospechan de alguien que pueda tener intención de extorsionarle o hacerle daño a través de su hija?
- Gente que le encantaría verme acabado mucha, que sean capaces de arrebatarme a mi Carla ninguno de los que yo conozca... aunque sospechamos de alguien.


En ese instante Greenwood deja sobre la mesa una carpeta. Dentro hay un contrato de trabajo e imágenes de una cámara de seguridad del recinto y en ellas un chico.
¿Intuyo que trabaja para ustedes?
- Trabajaba. Cuando la señorita Carla desapareció dejamos de saber de él. Al principio no caímos en la cuenta, pero fuimos atando cabos cuando revisamos las imágenes de la cámara de seguridad y vimos lo que aparecía.


Por lo visto Carla inició un romance con ese chico del personal. Ronald Clifford era su nombre, un nombre que según Greenwood es falso. El chico tan solo hacía unos tres meses que había entrado a trabajar como personal de mantenimiento. Si no fuera por el tema del nombre falso, sería un claro caso de “Romeo y Julieta”, pero puede que esta sea una pista por la que empezar a tirar del hilo.
¿Contratan ustedes mismos al personal?
- No, se encarga una empresa externa de ello.
- Bien, pues necesitaré hablar con ellos urgentemente.
- En el dosier tiene todos los datos que necesita señor Brown.


Agarro el dosier y le echo una ojeada. Tener las imágenes de la cara de ese chico puede ayudarme, pero algo me dice que no será sencillo.
Entonces señor Brown, ¿acepta el trabajo?
- Sí.
- Perfecto. El señor Greenwood le pondrá al corriente de la cantidad de los pagos. Una parte ahora, otra cuando obtenga pistas fiables de su paradero y la última cuando me la devuelva. Espero que encuentre pronto a mi niña.
- Una última cosa señor McGonagall, ¿puedo ver la habitación de Carla?


Continuará...

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