El barbero asesino de Barcelona.

Muchos no lo saben, pero una historia poco conocida y convertida en leyenda local, sirvió de inspiración para la conocidísima obra musical inglesa de “Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet”, llevada a Broadway y al cine en diferentes ocasiones. Esta tiene que ver con un barbero asesino de la Barcelona de entre los siglos XVII y XVIII. 


Y es que al final de la calle Pou de la Figuera, en aquellos siglos existía un edificio que albergaba un hostal con fama de servir buenos platos de estofado de carne. Justo encima de ese hostal, un barbero regentaba su negocio.



El hostelero, que estaba conchabado con el barbero, cada cierto tiempo recomendaba un buen afeitado a alguno de sus clientes que estaban de paso por Barcelona, invitándoles a subir a la barbería que había justo encima. Cuando las incautas y confiadas víctimas accedían a la barbería, se encontraban un lúgubre lugar que no parecía ofrecer servicio alguno habitualmente. Igualmente y siendo recibidos y acompañados por este barbero, se sentaban en la silla de barbería situada en el centro de la sala, prestándose a un buen y saludable rasurado facial. Pero lo que recibían a cambio era un corte rápido y preciso en el cuello, que los degollaba y desangraba de forma agónica. 


En ese instante, el barbero procedía a accionar un mecanismo oculto que abría una trampilla en el suelo, por la que hacía caer el cuerpo hasta el sótano del hostal. Una vez allí, el hostelero y sus necesarios cómplices, agarraban el cuerpo de la víctima y lo descuartizaban, para prepararlo como ingrediente principal de los guisos que servían a las gentes que allí se detenían, para alimentarse con un buen plato caliente de estofado.

Aquello se estima que sucedió en muchas ocasiones. El hecho de asesinar a vagabundos y viajeros sin ningún tipo de arraigo en la ciudad, les permitía no levantar sospecha alguna, pudiendo actuar de forma impune y prolongada en el tiempo, hasta que un vagabundo bastante desconfiado y, posiblemente, escarmentado por culpa de otras situaciones, consiguió poner fin a ese macabro y lucrativo negocio.

Como en muchas otras ocasiones, el hostelero, tras dar de comer a aquel vagabundo, le recomendó subir para que el barbero le pudiera arreglar su desaliñada y espesa barba. Este, seguramente no muy acostumbrado a tan buen y generoso servicio, terminó aceptando, aunque desconfiando. Al subir, encontró aquel lugar muy extraño. La sala era oscura y sucia, no parecía que estuviera ni tan siquiera en activo, y el barbero le dio mala espina. Aún así y sin perder de vista sus escasas pertenencias, se sentó para recibir ese prometido rasurado. 

Justo en el momento que el barbero parecía hacer un extraño movimiento con la navaja, el vagabundo alargó la mano y sujetó su muñeca, que hacía fuerza para llegar hasta su cuello. Ambos forcejearon unos segundos hasta que el vagabundo logró dar la vuelta a esa navaja, apuñalando al barbero de forma mortal. 


Consternado por lo que había vivido, comenzó a dar vueltas por la habitación accionando de forma accidental el mecanismo oculto cerca de la silla, que abría la trampilla del suelo. En ese momento, quien cayó por esa trampilla fue el cuerpo inerte del barbero asesino, que al llegar al sótano fue descuartizado y preparado para el estofado.

El vagabundo logró escapar y alertó a las fuerzas del orden que se personaron en el hostal, justo cuando servían su famoso estofado de la muerte. Se acusó al barbero y se procesó y juzgó a hostelero por el intento de homicidio y los otros posibles asesinatos, así como por el de servir la carne de sus víctimas. 

El Ayuntamiento de Barcelona de aquel entonces, escandalizado por los sucesos allí vividos, decidió derribar ese edificio donde se ubicaba la barbería y el hostal. Hoy en día no existe más que la calle donde sucedió y, en lugar del hostal y barbería, se edificó otro con la intención de borrar cualquier mal recuerdo.


En el año 1846, se publicó esta noticia en un popular diario de Inglaterra y, a partir de entonces, los ingleses se la hicieron suya, cuando en realidad el misterio de la auténtica identidad del barbero loco de la calle Fleet, no es inglesa ni de la calle Fleet, fue la de un barcelonés de la calle Pou de la Figuera, en el barrio Gótico de la ciudad y, curiosamente, solo a 4 minutos andando de otra calle con pasado oscuro y con otro antiguo hostal, también de la época, conocido como L’Hostal Flor del Lliri.


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