El aterrador DUENDE DE LA HORNILLA.

En la Zaragoza de 1934, unos sucesos ocurridos en un edificio de vecinos fueron una auténtica sensación en aquella España de la Segunda República. Hoy en día, de aquel edificio no existen ni los cimientos, pero su historia continúa siendo todo un interrogante, que tuvo en vilo a vecinos y miembros de la seguridad del estado.


En la calle Gascón de Gotor número 2, de la capital aragonesa, en el mes de septiembre de 1934, los vecinos comenzaron a escuchar unas sonoras carcajadas que llegaban de los rellanos del primer y segundo piso. Aquellas carcajadas eran bastante aterradoras y tan solo cuando comenzaron a ser de menos intensidad, los vecinos se armaron de valor para intentar averiguar quién estaba armando todo ese escándalo. Pasados los días, se comenzaron a escuchar golpes y ruidos en plena madrugada, pero lo que provocó un gran revuelo, fue algo que comenzó a manifestarse en el piso segundo de la segunda planta.

Pascuala Alcover, de 16 años y que trabajaba como criada del hogar en ese piso, estaba con sus labores en la cocina frente a la hornilla de carbón, cuando de esa hornilla, una voz de hombre comenzó a dirigirse a ella. Pascuala le dijo a la señora Isabel, propietaria del piso, lo que estaba sucediendo, pero esta no la creyó y, pensando que todo era una broma pesada, mandó que sellara el agujero de la hornilla. Cuando se disponía a cerrarla, un grito les puso los pelos de punta. A aquel grito le siguió la frase: “María, ven”. Aterradas, ambas mujeres salieron al patio de luces gritando y pidiendo auxilio a los demás vecinos.


De aquella hornilla continuaron saliendo voces que se dirigían a cualquiera que hubiera en el piso. Los vecinos denunciaron todo aquello a la policía, que tardó prácticamente dos meses en personarse en el edificio. 


Para cuando la policía decidió reaccionar, el caso que los periódicos bautizaron como el del Duende de la Hornilla, ya estaba en boca de todos. Curiosos y sensacionalistas se acercaban hasta el lugar para ser testigos de esas extrañas y aterradoras voces que sonaban en el edificio.


La investigación policial asignó a dos médicos al caso, que debían dirimir si todo aquello era el resultado de una especie de locura o histeria colectiva. La principal sospechosa pasó a ser la joven Pascuala, al no encontrar evidencias de ningún tipo que provocaran esos ruidos y voces. Empujada por los encargados de la investigación, Pascuala tuvo que huir de su trabajo y de la misma ciudad, pues la policía estaba convencida de que marchándose ella, todo se terminaría.


Un periódico público un extenso reportaje en el que se hacía constar la agresividad de aquellas voces contra los policías, cuando estos se encontraban solos en el edificio registrando piso a piso. 


Uno de esos contactos fue realmente inquietante, ya que uno de esos policías, cansando de tanto reproche e insulto, contestó a la voz y durante unos minutos, mantuvo una tensa conversación:

Policía: ¿Quién eres y por qué haces esto? ¿Es por dinero?
Voz: ¡No!
Policía: ¿A caso buscas trabajo?
Voz: ¡No!
Policía: ¿¡Qué es lo que quieres entonces hombre!?
Voz: ¡Nada! ¡No soy un hombre!

Tras todo aquello y sin pruebas que dieran con una explicación lógica, el Gobernador Civil de la ciudad ordenó cerrar el caso, que empezaba a ser mediáticamente molesto. Pero el caso del Duende de la Hornilla aún tenía una última sorpresa que dar.

Los vecinos más afectados terminaron marchándose del edificio al poco de iniciarse la investigación policial, puesto que les era difícil descansar por las noches. Una familia entró a vivir en el piso segundo, puerta derecha, siendo el 3 de diciembre de 1934, cuando la voz volvió a manifestarse, aunque esta vez se dirigió al hijo pequeño de la familia. 

El niño se sentaba frente a la hornilla y la voz jugaba con él a adivinanzas. Los padres denunciaron a la policía que volvió para, de nuevo, investigar el caso. Esta vez, decidieron exponer al niño a la voz, para que este intentara sacarle información que pudiera resolver aquel entuerto.


Un nuevo médico asignado por el juez que llevaba el caso, determinó que todo aquello era producto de un fenómeno psíquico que se manifestaba en determinadas situaciones. Tanto el médico, como el propio Gobernador Civil, decidieron encerrarse en una habitación de ese piso y comprobar esa teoría. Ambos aseguraron haber escuchado voces y lamentos, pero mientras el Gobernador dio total veracidad a la teoría del fenómeno psíquico, el médico al cargo de la investigación no se pronunció, valiéndose del secreto profesional que le amparaba.

De nuevo y definitivamente, el caso volvió a cerrarse, aunque aquella voz aún tuvo un último mensaje amenazador que dar, antes de que el caso cayera en el olvido. La voz se manifestó para transmitir lo siguiente: “¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa! ¡Cobardes, cobardes, voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa!

Con el tiempo, ese edificio de la calle Gascón de Gotor número 2 de la ciudad de Zaragoza, sería derruido y con él, quedaría sepultado un misterio que no se resolvió nunca. Sobre el suelo donde se asentaba ese antiguo inmueble, se edificó uno nuevo que, curiosamente, tiene el nombre de Edificio “El Duende”, en homenaje a aquella sorprendente historia.


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