La Chica del vagón.

Antoni, un joven barcelonés que se sentía muy frustrado profesionalmente además de vivir una pequeña crisis emocional por culpa de un desengaño amoroso. Pasaba muchas horas en la oficina donde trabajaba hasta bien entrada la noche. Curiosamente el momento más relajante del día lo pasaba de vuelta a casa mientras viajaba en el Metro. En aquellas horas nocturnas la actividad del Metro bajaba considerablemente, por lo que durante su largo recorrido de vuelta a casa desconectaba y se evadía de todos sus problemas.

Sentado solo con su mochila en los pies, mientras perdía la mirada en la oscuridad de los túneles, una chica sentada en unos asientos más alejados de él le llamó la atención. Era una chica joven, de su misma edad, pelo castaño claro, con una piel blanquecina y una apariencia delicada. Aquella chica le parecía muy atractiva, pero lo que extrañamente más le atraía era la sensación de tristeza que desprendía. Sentada siempre en el mismo lugar a diferencia de Antoni ella perdía su mirada en el suelo del vagón. Cuando subía al Metro ella ya estaba allí y cuando llegaba a su parada, ella continuaba su interminable viaje. Una buena noche logró desprenderse de sus miedos y decidió acercarse hasta donde ella estaba. Con una sonrisa la saludó y le pidió si podía sentarse a su lado, apenas sin mirarle hizo un gesto levantando los hombros como si no le importara demasiado, pero pese a ello quiso sentarse a su lado e intentar conversar con ella.

Durante varias noches se sentaba junto aquella chica y hablaban sin parar. Fueron tantas noches que al final entablaron una bonita amistad. Lo que más le llenaba de todos aquellos momentos era la sonrisa que conseguía arrancarle mientras se contaban anécdotas el rato que coincidían. Sentía que aquella chica y él eran como almas gemelas, no obstante los dos habían sufrido, pero pese a que llevaban ya muchas noches viajando juntos, Antoni se dio cuenta de que aún no le había preguntado por su nombre.

Al final del día volvió con la intención de, una vez por todas, preguntárselo. Cuando se acerco las luces del vagón empezaron a parpadear levemente y la cara de aquella chica parecía iluminarse con una bonita y cálida sonrisa. “Antoni, solo tengo palabras de agradecimiento. Gracias a ti me he reconciliado con la gente y con la vida. Pero para mi ese tren ya pasó. Ojalá te hubiera conocido en un momento mejor. Recuérdame siempre y se muy feliz”. Se acercó a Antoni y le besó tiernamente en la mejilla. Aquel beso dulce se sentía en sus labios misteriosamente frío. El vagón quedó a oscuras durante unos segundos que parecieron horas y cuando la luz volvió, aquella chica ya no estaba allí. Aquello llenó de desconcierto su cabeza y el corazón, no se explicaba que era lo que estaba sucediendo.

Al día siguiente preguntó a los empleados del Metro por su chica misteriosa y la respuesta le heló la sangre. La descripción de aquella chica ya era conocida por los empleados del servicio metropolitano. Cinco años atrás empleados de seguridad encontraron en un vagón del último servicio del Metro, el cuerpo sin vida de una chica con esa misma descripción. Según contaron aquella chica pasaba ratos enteros viajando sola, hasta que murió según dicen de tristeza.

Las noches siguientes Antoni no volvió a verla y pese a que lo lamentó, en el fondo algo en su interior le decía que ese interés o esas sonrisas sinceras, habían ayudado a que aquella chica triste por fin fuera feliz.

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